Había una vez un profesor de filosofía jubilado que pensaba que con las manifestaciones y concentraciones tradicionales el poder no se suele dar por aludido ni concernido, por lo que decidió pasar tres años colocándose en silencio y pacíficamente en un lugar cercano a la vivienda de alguna autoridad para denunciar los recortes o alguna situación indeseable para algún sector de la ciudadanía.