Mi hija preadolescente tiene tontería, sarcasmo y sentido de la moda, y opiniones cada vez más firmes sobre su ropa, sus actividades y las formas en que quiere pasar su tiempo. Algunas de estas cosas son negociables, otras no, pero respeto su necesidad de averiguar cómo se presenta a sí misma al mundo, incluso (¿o especialmente?) si es diferente de lo que hubiera imaginado.