La vicepresidenta segunda señala como objetivos del plan redimensionar e internacionalizar las cooperativas, así como modernizar los derechos sociales actuando en los cuidados.
No es razonable que las empresas que hacen un esfuerzo por aportar mayor valor social y medioambiental no se vean favorecidas. O bien, al contrario, que las empresas más agresivas o depredadoras sean las que obtienen mejores resultados porque no internalizan ningún coste social o medioambiental. Y se trata de costes que al final acabamos pagando todos.
Aunque el primer crack del mercado de criptomonedas alternativas o altcoins se produjo con bastante sigilo en la economía española, en torno a ese primer ensayo se creó y se ha difundido una tecnología de efectos completamente disruptivos cuyas potenciales no han disminuido, la denominada blockchaino cadena de bloques criptográficos, con importante participación española.
En el mundo actual, en el que el hombre posmoderno parece una marioneta zarandeada por las fuerzas del mercado, queda la duda de si asumiremos como espectadores nuestra predestinación o si nos queda cierto orgullo de humanidad para ir sembrando el horizonte de nuevas perspectivas.
Para muchos, el valor sentimental de su vivienda, que representa la historia de su vida, es un asunto sensible y que, por tanto, merece ser tratado con la máxima delicadeza y respeto. Lo que defiendo no es pisotear los sentimientos de la gente, sino tratar de dar la vuelta al concepto de propiedad.
Esta nueva economía actúa, unas veces, por omisión: la ropa secada al sol -en vez de en la secadora- no computa en el PIB, y los diez coches que se dejan de producir por cada automóvil compartido, tampoco; otras, se rige por creación: impulsa intercambios económicos y proyectos.
Lo que hace falta es un programa de pacificación a escala europea, que encauce una transición hacia un capitalismo de utilidad social que comparta, sin complejos ni prejuicios, algunos de los elementos de su ADN con los principios de planificación socialista.