Un hombre se disfraza de cocodrilo con una gran sábana negra que simula la forma del animal y decide acercarse a uno de ellos. Cuando está al lado del cocodrilo de verdad, el hombre se atreve a sacar la mano del disfraz e incluso tocarlo, y la reacción del reptil es de ver y no creer.
Podríamos deducir que en Halloween ensalzamos la muerte. Que, con cierta sabiduría, aceptamos su oscuridad y perdonamos, o intentamos olvidar, su naturaleza atroz e inmisericorde, su implacable inevitabilidad.