Veo poco margen para que la famosa economía colaborativa pueda constituirse, ni de lejos, en la espina dorsal del modelo social y productivo del siglo XXI o del XXII. A menos que encontremos la manera de generar los recursos ingentes que siempre requerirá el bienestar colectivo de los ciudadanos en una sociedad avanzada.
Las sociedades más socialdemócratas, o las que aspiran a serlo como la nuestra, se vanaglorian de que el Estado protector les salvaguarda de la ley del más fuerte. La realidad es más poliédrica cuando uno se topa con la realidad del mundo del trabajo y su dureza en España.