El perro no construye en su cerebro abstractos o ideas conscientes. El perro no tiene conciencia de lo que huele, ni oye, ni ve, pues su conducta opera por mecanismos inconscientes. Un perro delante de un espejo ladra al perro que ve reflejado, como si fuera un perro extraño. Y nunca aprende a reconocerse en el espejo, por mucho tiempo que pase delante.