El hacinamiento, la precariedad del servicio y la falta de recursos que hay en el CETI de Melilla no son fenómenos climatológicos, sino la consecuencia de una falta palpable de voluntad política. O más bien, el resultado de una voluntad de incumplir sistemáticamente los compromisos internacionales en materia de Derechos Humanos, colocando los intereses geoestratégicos, comerciales y policiales por delante de la vida de las personas.