No dejamos de querernos de un día para otro. Poco a poco, las exigencias, los estándares de belleza, los comentarios y críticas que recibimos, así como las comparaciones que realizamos, van definiendo el concepto y la estima que nos tenemos, y si no nos gusta, terminamos por rechazarnos. Y cuando te rechazas, también proyectas hacia fuera esa imagen de desprecio, de carecer de valor y los de fuera terminan creyéndoselo.