Tras estos días de obligadas sonrisas y de buenos deseos, lo siento, quiero hacer una reivindicación de la tristeza. En esta época de obsesión enfermiza por la salud, de culto patético por la juventud, de exigencia deprimente de alegría, necesito hacer una reivindicación de la tristeza.
Bolivia, India o España, Líbano, Pakistán o Tanzania, el lugar importa poco, estos destellos universales nos hablan en el mismo idioma, un idioma frágil, casi siempre fugaz, pero rebosante de poemas alentadores y horizontes de luz.
A la mayoría de nosotros, el 22 de diciembre nos pasará como al protagonista del anuncio, no habremos comprado el décimo premiado, pero no vendrá Antonio a regalarnos 399980 euros. Las emociones se contagian y, tras ver el anuncio, yo no quiero estar triste ni arrepentirme si no me toca el Gordo. A mí me gusta la alegría, y lo siento, alegría no es lo que me provoca el anuncio.
La queremos siempre a nuestro lado y a veces no sabemos cómo conseguirla. La motivación es la fuerza interior que predispone y arrastra hacia un objetivo. Es ese estado interno que te activa, guía y mantiene para que llegues a tus metas. Hace que persistas en ciertas acciones, es tu combustible.