¿Es Putin una cucaracha?
Un día después del estreno, informaron a la directora de que tenía prohibido volver a representar la obra por los siguientes motivos: 1) La cucaracha se parecía demasiado a Putin, y 2) la pieza de Tolokonnikova al piano daba un toque demasiado político como para permitir la actuación. Ni siquiera en tiempos de Stalin se había censurado esta obra.
Enero vino bastante calentito. Durante ese mes, al menos 12 personas perdieron su trabajo en Rusia porque colaboraron conmigo. Un día después de su estreno, se retiró de los escenarios una nueva obra de teatro en la que participaba. De otra ya me habían expulsado mucho antes.
Siete grupos artísticos se negaron a participar en un vídeo musical anti-corrupción (Chaika) presentado hace poco por Pussy Riot porque tenían miedo de sufrir posibles represalias políticas. Otros conocidos cercanos del mundo del teatro y la música se limitaron simplemente a alzar sus manos con consternación y decir: "Nadya, estás loca. Es imposible encontrar a alguien que no tenga miedo ahora de trabajar con Pussy Riot. Nadya, sois un enemigo público oficial. ¿Es que no lo sabías?".
Claro que lo sé. No es para tanto, estoy acostumbrada a llevarme tortas en la vida. Y esta vez también sobreviviré. Sigo sonriendo y riéndome a carcajadas.
En la época de Stalin, los hijos de los prisioneros políticos considerados enemigos del pueblo, o enemigos públicos en términos internacionales, tuvieron que abandonar a sus padres porque era demasiado peligroso permanecer junto a esas personas.
El día de Nochevieja tuve la inmensa suerte de conocer a un fantástico grupo de artistas y mujeres valientes. Descubrí a la directora y coreógrafa Vika Narakhsa, residente del centro teatral Meyerhold de Moscú.
Empezamos a ensayar el 2 de enero. No nos importó quedarnos sin vacaciones, nos movimos entre hierros y cuerdas y practicamos esa horrible danza de los acusadores neonazis.
Vika Narakhsa, nuestra directora, me invitó a tocar una pieza de piano la noche del estreno de su ópera hip-hop, Tarakanishe (Cucaracha), que estaba preparando junto a nuestro vídeo. Casualmente, yo era la única persona allí que podía tocar el piano de oído. La composición era una famosa historia de amor de Leonid Utesov, I Have a Heart and My Heart Has a Song....
Tarakanishe se basa en un cuento en verso para niños escrito por Korney Chukovsky en 1921. La historia trata de una temible cucaracha que se apodera de todos los animales y los hace sus esclavos.
El cuento dice así: "'Traedme a vuestra prole, animales. Hoy os invito a cenar'. Entonces se sientan y se ponen a tiritar entre los arbustos, ocultos bajo las lomas verdes. Lo único que se escucha y se ve es el castañeo de dientes...".
Al final del relato, un rebelde gorrión llega y se come a la cucaracha gigante. La obra se las arregló para sobrevivir incluso en tiempos de Stalin y toda la era soviética, pese a que el parecido entre la cucaracha con bigote y Stalin resultaba evidente para todo el mundo.
El 12 de enero, estrenamos Tarakanishe y fue un éxito total. Vi cómo brillaban los rostros de la gente. No se suelen ver musicales hip-hop. Muchos preguntaron cuándo volveríamos a representarlo. Pues bien, nunca. Al menos, no en ese teatro. Pero no por decisión de los artistas, sino más bien por motivos políticos.
El 13 de enero, se suspendieron las funciones de Tarakanishe. A la directora artística del Centro Meyerhold le indicaron que la actuación se consideraba "demasiado política". Mejor tirar a lo seguro. Vika Narakhsa, la directora, fue informada de que se expulsaba a ella y a sus actores del teatro, y de que la obra nunca volvería a representarse por las siguientes razones: 1) La cucaracha se parecía demasiado a Putin, y 2) la pieza de Tolokonnikova al piano daba un toque demasiado político como para permitir la actuación.
Mi país me está poniendo en una posición en la que me convierte en un huracán que arrasa con todo a su paso. Sólo ha pasado un mes y decenas de personas han perdido su trabajo, se han llevado una bronca por parte de sus jefes y una denuncia. Ahora están en paro. Pero eso me hace estar más agradecida por ellos; por todos los que se quedan a mi lado y siguen convencidos de que juntos podemos superarlo todo.
¿Debería callarme para no causar problemas a mis amigos? ¿Debería quedarme sola, dejar de atraer a la gente a mi círculo artístico y, simplemente, tratar de soportar el aislamiento? Ahora me enfrento al mismo dilema que tuve la primera vez que estuve en prisión. También allí, en la cárcel, la gente se metía en problemas por hablar conmigo. Sin embargo, luego me di cuenta de que mientras haya personas dispuestas a seguir a mi lado hasta el final, aguantaremos.
Este post fue publicado originalmente en la edición estadounidense de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del inglés por Marina Velasco Serrano