Varoufakis y la salvaje belleza de la democracia

Varoufakis y la salvaje belleza de la democracia

En la BBC, Varoufakis ni escupió a la Troika, ni se negó a negociar un nuevo rescate, ni se opuso a las privatizaciones emprendidas por el anterior gobierno -sólo a las ventas tipo saldo-, y aseguró que confía en Alemania. "No es una cuestión de a ver quién pestañea antes", insistía el hombre que esta semana ha hecho correr ríos de tinta. El domingo en París, sin corbata, con el cráneo rapado y su look de futbolista, comenzó la gira que también llevará al primer ministro Alexis Tsipras a Roma, París y Bruselas en busca de una nueva hoja de ruta para Grecia... y para Europa.

Varoufakis no perdió la sonrisa ni su excelente inglés, pero la tensión fue escalando a medida que Emily Maitlis, del programa de la BBCNewsnight, lanzaba preguntas como dardos e interrumpía al ministro griego de Finanzas al no conseguir ninguno de los titulares con los que el nuevo gobierno de Syriza ha escandalizado a los medios europeos en su primera semana de existencia.

Al final, Yanis Varoufakis acusó a la BBC de poco rigor en los datos que ofreció sobre Grecia en un vídeo previo, ironizó porque no hubieran sabido traducir bien al inglés sus palabras tras entrevistarse con Dijsselbloem, y acabó quejándose en su blog de la grosería de su entrevistadora.

Gajes del oficio de periodista, del oficio de político.

Lo relevante es que Varoufakis ni escupió a la Troika, ni se negó a negociar un nuevo rescate, ni se opuso a las privatizaciones emprendidas por el anterior gobierno -sólo a las ventas tipo saldo-, y aseguró que confía en Alemania. "No es una cuestión de ver quién pestañea antes", insistía el hombre que esta semana ha hecho correr ríos de tinta. El domingo en París, sin corbata, con el cráneo rapado y su look de futbolista, comenzó la gira que también llevará al primer ministro Alexis Tsipras a Roma, París y Bruselas en busca de una nueva hoja de ruta para Grecia... y para Europa.

Por mucho en que algunos insistan en minimizar el coste para la UE que supondría que Grecia rompa la baraja de los acuerdos, el escalofrío que recorre las cancillerías del viejo continente es descriptible. Y más aún después de la marcha de Podemos que el sábado congregó en Madrid a un número suficiente de gente como para que los informativos de toda Europa -salvo TVE- le dieran un lugar destacado en sus aperturas. No, España no es Grecia, pero el tictac que augura un cambio político inédito en España es una opción cada vez más presente en las cancillerías europeas. No es una broma. Tampoco Grecia es Italia, ni Syriza el Movimiento 5 Estrellas de Beppe Grillo que está dilapidando el caudal político que cosechó entre los indignados. En la negociación con el nuevo gobierno griego nos jugamos todos, norte y sur, mucho.

Joschka Fischer, quien fuera vicecanciller alemán y ministro de Exteriores con Schroeder, acaba de publicar un interesante artículo en Project Syndicate en el que reflexiona sobre cómo Merkel tiene muchas más opciones en la mano si no se deja cegar por el apoyo popular con el que, indudablemente, cuenta para mantener las suicidas tesis de la austeridad a ultranza. Por ejemplo, y al calor de las recientes medidas del BCE, con una nueva política de inversiones públicas que permita crear empleo e impulsar el crecimiento económico y, por tanto, facilitar el pago de las deudas, en Atenas como en Madrid.

Merkel puede elegir seguir practicando la miopía política. También Mariano Rajoy, y perder una oportunidad única para seguir sacando pecho con la cacareada recuperación económica española sin despreciar su papel en un frente antiausteridad en Europa. Pero la política cortoplacista - esa que confía en minar el auge de Podemos con fuego granado sobre el embellecimiento del CV y las cuentas de Juan Carlos Monedero- se enfrenta a una realidad que sigue siendo tan tozuda como demoledora. Los desahucios de familias enteras en Madrid, después de que sus viviendas de protección oficial hayan sido vendidas a fondos buitre, siguen alimentando una justa ira contra los despropósitos de estos años de recortes, austeridad indiscriminada y operaciones inexplicables.

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Hablando de fondos buitres. Quien tiene mucha experiencia en estos fondos oportunistas es Lazard, el banco de inversiones que fichó a Rodrigo Rato tras su salida del FMI y antes de su llegada a Bankia. Lazard también acumula una larga expertise en asesorar a gobiernos y ciudades con graves problemas de liquidez, como Argentina, Costa de Marfil o la mismísima Nueva York. Una de las primeras medidas del gobierno de Syriza ha sido, precisamente, contratar a Lazard para que le asesore en la renegociación de la deuda con Europa... un movimiento que ha producido tanta perplejidad como la coalición de gobierno con los nacionalistas conservadores del partido Griegos Independientes (ANEL), o el hecho de que no se haya incluido ninguna mujer en primera línea de gobierno.

De los extraños compañeros de viaje que ha elegido Tsipras para su recién estrenado gobierno le preguntaron también a Varoufakis en la BBC. Concretamente, sobre unas declaraciones del presidente de ANEL y ahora ministro de Defensa, Panos Kamenos, sobre que los judíos, musulmanes y budistas griegos pagaban menos impuestos que los demás -ojo, porque el antisemitismo en Grecia bate récords en Europa-. Varoufakis respondió apelando a la salvaje belleza de la democracia: son los pueblos los que dan el mandato en las urnas sobre si quieren un gobierno mayoritario o no, y las coaliciones son imperfectas, pero son pura democracia.

Comienza la semana II de la era Syriza, suena con fuerza el tic-tac en toda Europa.

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