Agárrense, que vienen curvas
Tarde, pero finalmente la justicia aprieta el acelerador. Cuatro años lleva Bárcenas jugando al escondite inglés con los jueces: hoy, con su ingreso en prisión, Ruz acaba de dar una vuelta de tuerca fundamental al caso. Agárrense, que vienen curvas.
El periplo judicial de Bárcenas en los últimos meses tenía tan pasmada como escandalizada a la opinión pública. A medida que avanzaba la investigación judicial, y se iban conociendo datos de lo suculentas y repartidas que estaban sus cuentas corrientes en el extranjero, resultaba más difícil de comprender por qué el juez de la Audiencia Nacional Pablo Ruz dejaba campar a sus anchas al extesorero del PP, cuando el magistrado está demostrando con creces su eficacia a la hora de desentrañar el ovillo financiero con el que Bárcenas intenta esconder un patrimonio inexplicable.
Su última treta, justificar más de 500.000 euros por la compraventa de obras de arte a través de una supuesta marchante argentina, ha resultado tal chapuza que tras la declaración de Isabel Mackinlay la Fiscalía Anticorrupción no podía hacer otra cosa que solicitar su ingreso en prisión. Y el juez acordarla: incondicional y sin fianza.
La sospecha de que Bárcenas no sólo estaba sacando dinero de las cuentas de las que aún disponía libremente, sino que además estaba en disposición de manipular o destruir pruebas, ha sido determinante para que Ruz haya enviado a prisión al exsenador. El endeble castillo de naipes que ha ido construyendo para justificar su fortuna personal se desmorona.
Pero recordemos que Bárcenas, además de cosechar una fortuna propia y -según los papeles de la trama Gürtel-, cobrar un millón de euros en comisiones ilegales, era quien repartió dinero durante décadas a la cúpula del Partido Popular. La estrategia del partido de negar los hechos para reconocerlos parcialmente cuando no queda más remedio se agota. El PP no tiene más opción que explicar los agujeros negros de sus cuentas si quiere acabar definitivamente la imagen que ha dado hasta ahora: la de ser un rehén en manos de su extesorero.
Sus militantes y votantes también lo reclaman. "El caso Bárcenas es vomitivo", sentenció el pasado lunes la nueva presidenta del PP vasco, Arantza Quiroga, delante del mismísimo Rajoy. "Los militantes del PP estamos asqueados y deseando que la justicia actúe cuanto antes".
Sus deseos se han cumplido hoy. Tarde, pero finalmente la justicia aprieta el acelerador. Cuatro años lleva Bárcenas jugando al escondite inglés con los jueces desde que, en 2009, Baltasar Garzón llevara su caso al Supremo. Hoy, al enviarle a prisión, Ruz acaba de dar una vuelta de tuerca fundamental al caso. Es lógico que muchos en el PP se revuelvan, incómodos, y que algunos no puedan dormir bien esta noche: el exsenador y su entorno ya se han encargado de explicar que hay más papeles, más información tóxica, lista para ser aireada si las cosas se ponen feas. Agárrense, que vienen curvas.