A pesar de todo, 2015 fue también un año de avances y progreso
El año 2015 ha estado marcado por cruentos conflictos, atentados terroristas atroces y un empeoramiento de la crisis humanitaria mundial. Sin embargo, en este año se han producido también importantes adelantos a nivel internacional, el más reciente de los cuales fue el Acuerdo sobre el Clima en París.
El año 2015 ha estado marcado por cruentos conflictos, atentados terroristas atroces y un empeoramiento de la crisis humanitaria mundial. Sin embargo, en este año se han producido también importantes adelantos a nivel internacional, el más reciente de los cuales fue el Acuerdo sobre el Clima en París. Pero para que esos acuerdos contribuyan a crear un mundo más pacífico, próspero y sostenible, el 2016 debe ser un año de acción y de ejecución.
Refugiados en Grecia/EFE.
Si se le pregunta a alguien cuál es su recuerdo más perdurable de 2015, lo más probable es que mencione uno negativo.
Algunos recordarán las horripilantes historias de muerte y destrucción provocadas por conflictos en distintas partes del mundo, muy especialmente en Siria, donde más de 250.000 personas perdieron la vida y casi 11 millones de personas se han visto desplazadas. Otros mencionarán una sensación de pesar, temor e ira después de que extremistas violentos atacaran, torturaran, secuestraran y ejecutaran a civiles inocentes en varias partes del mundo. Por último, otros recordarán un hecho simple pero inquietante que oyeron de pasada, a saber, que 2015 fue el año más caluroso desde que se llevan registros y que siguen muriendo 15.000 niños cada año, principalmente por enfermedades prevenibles.
No obstante, pese a todo lo anterior, 2015 fue también un año de progresos y avances.
2015 fue el año, por ejemplo, en que trabajadores de la salud y funcionarios públicos, con el apoyo de la comunidad internacional, pusieron fin a la epidemia del ébola en Sierra Leona, Liberia y Guinea. Fue el año en que venció el plazo de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, tras haber contribuido a reducir en más del 50% el número de personas que viven en la extrema pobreza en todo el mundo. Fue el año en que las conversaciones, y no los tanques, dieron lugar a mejoras en las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos, a un acuerdo nuclear con el Irán, a un avance en las conversaciones de paz en Colombia y a la transición en la República Centroafricana. En fecha más reciente, en el Consejo de Seguridad se convino una hoja de ruta sobre cómo resolver el conflicto de Siria; se alberga la esperanza de que por fin podamos contener este terrible desastre humanitario.
Cada uno de esos avances es un gran logro de por sí. Pero lo que me da más esperanza para el futuro fue la aprobación, por más de 193 miembros de las Naciones Unidas, de tres grandes acuerdos internacionales.
En septiembre se desplazaron a Nueva York dirigentes de todo el mundo para brindar su decidido apoyo a un nuevo pacto por la gente y por el planeta sustentado en 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, conocidos como ODS. En Addis Abeba, tan solo dos mes antes, esos mismos dirigentes habían manifestado su firme adhesión a un nuevo marco mundial relativo a las finanzas, la creación de capacidades, la tecnología, el comercio, la deuda y otras cuestiones en apoyo de la consecución de esos objetivos. Y este mismo mes en París, tras años de decepciones, superaron las divergencias y se pusieron de acuerdo sobre cómo evitar un cambio climático catastrófico sin dejar de fomentar el progreso humano.
Mediante estos acuerdos, los gobiernos de todo el mundo se han comprometido a impulsar transformaciones fundamentales en nuestro planeta. En primer lugar, se comprometieron a hacer frente a las causas de fondo de la pobreza y del hambre y a fomentar el desarrollo humano y la igualdad entre los géneros en todos lados. En segundo lugar, convinieron en promover la prosperidad común al tiempo que se hace la transición a una economía baja en emisiones de carbono y resiliente al cambio climático y se protege el medio ambiente natural. Y, por último, acordaron mejorar la gobernanza a todos los niveles a fin de lograr sociedades más pacíficas, justas e inclusivas.
2016: de los compromisos a la acción
Por supuesto, habrá escépticos que duden de la capacidad y el compromiso de los gobiernos de plasmar esos acuerdos en un cambio real. No solo creo que podemos tener éxito sino que sinceramente creo que tendremos éxito.
Y ahora explico por qué.
Tras 50 años en la política, nunca he visto negociaciones más meticulosas ni más inclusivas que las que dieron lugar a estos acuerdos. Por eso, estos cuentan con una verdadera aceptación política al más alto nivel posible. También han contribuido a crear un movimiento mundial en pro de un cambio positivo, implicando a la sociedad civil, a los jóvenes, a las empresas del sector privado y a otros, que se mantendrá sin interrupciones a lo largo de los próximos 15 años. Desde los Objetivos de Desarrollo del Milenio hasta la reducción del precio de las energías renovables, muchos gobiernos y muchas empresas están demostrando que el cambio que necesitamos no solo es posible sino que ya está teniendo lugar.
Sin embargo, en 2016 debemos aprovechar este impulso y velar por su pronta puesta en práctica. Para hacerlo, hace falta que todos los actores entren en acción. Como presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas, esa es mi principal prioridad.
Los gobiernos, por ejemplo, deben definir y planificar los cambios que han de emprender para alcanzar esos nuevos Objetivos. Deben invertir en servicios esenciales para que todas las personas puedan alcanzar su potencial. Han de crear un marco jurídico y normativo propicio que aliente un consumo más responsable y una mayor inversión en infraestructura sostenible. Además, deben fomentar una gobernanza más transparente e inclusiva para que todos paguen la parte que les corresponde, las personas vivan en libertad y seguridad, y las sociedades logren una mayor cohesión e igualdad.
A escala internacional, hace falta un sistema de las Naciones Unidas que esté en condiciones de dar a los países el apoyo que necesitan. También debemos asegurarnos de que los foros exclusivos encargados de la toma de decisiones económicas, como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y el G20, entre otros, se ajusten mejor a esta nueva Agenda.
En el ámbito de la paz y la seguridad, necesitamos cambios en las Naciones Unidas para estar en mejores condiciones de prevenir los conflictos y proteger los derechos humanos, antes de que sea demasiado tarde.
Para la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible es necesaria también la participación activa del sector privado. Esas empresas deben armonizar sus actividades con la esencia de los nuevos Objetivos. Pueden dirigir su labor de innovación a la búsqueda de soluciones respecto a los ODS y asociarse con gobiernos y otros actores principales para apoyar y financiar su puesta en práctica. Ello abarca al sector financiero internacional, que debe ahora plegarse al cambio. Los gobiernos deben establecer un marco regulatorio e impositivo para el sector privado que deje en claro que la inversión verde no solo es lo mejor para el medio ambiente y el futuro de la humanidad, sino también para los negocios.
Por último, no habrá cambio si no va acompañado de acción y presión por parte de la sociedad civil y la gente común. Las organizaciones no gubernamentales deben exigir responsabilidades a los gobiernos por los compromisos que estos han asumido en 2015. Las fundaciones filantrópicas deben apoyar causas que se ajusten a los ODS y colaborar de forma más eficaz con los gobiernos y otros actores. Los ciudadanos de a pie, los jóvenes y otros pueden utilizar el vertiginoso crecimiento de la tecnología de la información experimentado en los últimos años para convertirse en factores dinamizadores fundamentales de la consecución de los objetivos.
Si 2015 fue un año de asombrosos avances, 2016 debe ser el momento en que todos nosotros comencemos a cumplir lo convenido, cuando nos pongamos a hacer realidad la transformación necesaria hacia un mundo más sostenible y justo.