Raúl Castro retorna a la confrontación verbal con los EEUU
Las fuerzas inmovilistas parecen haber recuperado preponderancia. La incapacidad para revertir la crisis económica que agobia desde hace más de dos decenios a la población, descreída de las promesas gubernamentales, a simpatía hacia el presidente Obama y los intercambios con ciudadanos e instituciones de Estados Unidos constituyen retos que pretenden solucionar con una fuerte ofensiva ideológica
Foto: EFE
El VII Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC), que ha tenido lugar entre el 16 y el 19 de abril, era un evento muy importante, porque debía garantizar el relevo de los dirigentes en el poder desde 1959 y aprobar sus directivas hasta 2030. Sin embargo, se evidenció el pavor de los dirigentes octogenarios a los cambios, incluso limitados, en la economía. Raúl Castro permanecerá como primer secretario hasta 2021, cuando tenga 90 años de edad, con los militares como sucesores incondicionales, y con acuerdos que delegan en el Comité Central la aprobación futura de los documentos teóricos del llamado socialismo cubano y las proyecciones económico-sociales. El general-presidente reconoció en su informe que el obstáculo fundamental al que se enfrentan es el lastre provocado por una mentalidad obsoleta que forma parte de una tendencia a la inercia y a la ausencia de confianza en el futuro. Fidel Castro asistió a la clausura para recibir probablemente el último homenaje de un congreso y ratificar que deben seguirse sus directrices cuando abandone este mundo.
Meses antes del Congreso, se anunció que se discutirían públicamente cuatro documentos fundamentales para el futuro de la nación. Pero no se publicaron, y la ausencia del análisis prometido originó amplias críticas y disgusto entre los cubanos de todos los sectores, incluidos miembros del partido. Tampoco existió una gran difusión ni propaganda sobre el evento, lo que sugería la imposibilidad de alcanzar acuerdos dentro de la cúpula gobernante, toda vez que la llamada Actualización del Modelo Económico y Social adoptada en el VI Congreso no ha mejorado el desempeño de la economía; el salario y las pensiones son extremadamente bajos, mientras los precios son muy elevados, y la calidad de vida de la población continúa descendiendo. Paradójicamente, el entusiasmo de los cubanos se volcó en la visita de Obama, ya que el presidente de Estados Unidos ha mitigado las penurias de gran parte de los cubanos con sus medidas desde 2009, y ha hecho aumentar las esperanzas.
Los discursos del general-presidente y las opiniones de delegados al Congreso retornaron al enfrentamiento verbal con al imperialismo, casi ausente desde el 17 de diciembre de 2014. Bruno Rodríguez, miembro del Buró Político, expresó que "con la visita de Obama se produjo un ataque a fondo a nuestra concepción política, a nuestra historia, a nuestros símbolos. Se trató de encandilar al sector no estatal de la economía, como si el presidente de Estados Unidos fuera, no el defensor de las grandes corporaciones, sino de los que venden perros calientes, de los pequeños negocios en ese país", según publicaron los medios oficiales. En las calles cubanas se ha comentado con desagrado la referencia del canciller a que Obama trajo hasta a la suegra para influir en las familias cubanas. Al impacto del presidente en la sociedad, con su presencia afable e ideas democráticas -expresadas en presencia de un Raúl Castro autocrático frente a la pregunta de un periodista sobre los presos políticos-, el Gobierno respondió con reinterpretaciones por parte de políticos, intelectuales y periodistas desde pocas horas después de terminar la visita el 22 de marzo.
Las fuerzas inmovilistas parecen haber recuperado preponderancia. La incapacidad para revertir la crisis económica que agobia desde hace más de dos decenios a la población, descreída de las promesas gubernamentales, a simpatía hacia el presidente Obama y los intercambios con ciudadanos e instituciones de Estados Unidos constituyen retos que pretenden solucionar con una fuerte ofensiva ideológica, con el dictado de una participación ciudadana sumisa y el endurecimiento contra las opiniones discrepantes y la oposición pacífica, etiquetada en su totalidad como dirigida y pagada por Estados Unidos.
Probablemente, los resultados de las elecciones en Venezuela y Argentina, el referendo de Evo Morales en Bolivia y el proceso de impeachment a Dilma Rousseuff en Brasil hayan obrado contra cualquier atisbo de tránsito aperturista en Cuba. No obstante, las condiciones que llevaron a Raúl Castro al acercamiento a la Administracion Obama se mantienen. Sin el relajamiento o eliminación del embargo norteamericano, las indispensables inversiones extranjeras no llegarán. Sencillamente, las empresas pueden ser penalizadas. Al mismo tiempo, no existe incentivo para asumir el riesgo por la inexistencia de un gran mercado, poder adquisitivo de la población, garantías legales y financieras y otros factores.
En 2015, el Gobierno cubano no aprovechó el impulso por las posibilidades abiertas desde Estados Unidos, lo que incluso perjudicaba a las fuerzas bipartidistas que han procurado el levantamiento del embargo. La etapa óptima puede concluir con desaliento, pues en los meses previos a las elecciones de noviembre no habrá movimientos, y el presidente que asuma el cargo en enero de 2017 recordará la postura agresiva de las autoridades cubanas hacia el presidente que trató de revertir la confrontación con una política proactiva hacia Cuba. Igualmente desestimulante resulta para los miembros de la Unión Europea y los grandes capitales árabes y asiáticos. Si las autoridades cubanas están contando con la asistencia de Rusia, China, Viet Nam e Irán, tendrían que considerar los intereses y las posibilidades de esos países, inmersos en sus limitaciones internas y con un entorno económico internacional difícil. El ambiente podría dificultar también el crecimiento en el turismo.
Los dirigentes cubanos usualmente vociferan el lenguaje de Guerra Fría para ocultar sus propias debilidades, pero continúan negociaciones distantes de la retórica. Sin embargo, los resultados públicos del VII Congreso del PCC auguran tensiones económicas, políticas y sociales internas, con incidencia en las relaciones internacionales.