Los matones del avión y el Nuevo Periodismo
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Los matones del avión y el Nuevo Periodismo

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La tecnología ha puesto en manos del ciudadano un instrumento, el smartphone, capaz de convertir a cada uno de ellos en un avezado reportero.

El caso del vietnamita estadounidense, David Dao, sacado a rastras de un avión de United Airlines, pone sobre el tapete la decisiva importancia que está adquiriendo este Nuevo Periodismo.

Hace muchos años Tom Wolfe y Truman Capote, entre otros, inventaron el Nuevo Periodismo.

Se trataba de relatar los hechos contando la historia, había que introducir elementos puramente literarios para llevar al lector a la realidad de unos hechos mediante la narración casi novelística.

Supuso toda una revolución en la forma de comunicar y, de pronto, buena parte del periodismo mundial se encontró elaborando artículos con las claves narrativas que habían marcado los precursores del nuevo modo de hacer periodismo.

Hoy el Nuevo Periodismo consiste en otra cosa, mucho más rudimentaria en la forma, aunque muy innovadora en la técnica.

Se trata de poner una cámara grabadora de alta tecnología, la que llevan los smartphones, en manos de millones de personas repartidas por el mundo.

Por el simple valor de la estadística, una de esas personas grabará algo que puede conmover a la ciudadanía. Basta con poner esas imágenes en una red social y transmitirlas para conseguir un impacto definitivo.

Por ejemplo, un señor está tan tranquilo en su asiento de la clase turista de un avión de United Airlines. De pronto, aparecen un par de energúmenos de esos que se dedican a labores de seguridad especializados en no tener contemplaciones con la gente pacífica, y tras sacarlo de su asiento, golpearlo contra el reposabrazos y arrastrarlo por los suelos, tratan de sacarlo, por la fuerza, del avión.

Luego sabremos que se trata de un caso de necesidad de asientos para una tripulación de refresco de otro vuelo, que la compañía quiso solucionar de manera amistosa pero que derivó en actuación poco amistosa, simplemente, brutal y selvática.

Poco importa todo eso, y poco importan los detalles que United Airlines pretendía mostrar. Poco importa también, aunque añade al caso un bonito componente de posible actitud racista, que el señor expulsado a rastras sea un médico de Kentucky de origen vietnamita que salió de su país cuando los comunistas del norte se tragaron a los del sur, aliados entonces de Estados Unidos.

Lo que importa es que a bordo de ese avión había algunos de esos miles de millones de ciudadanos que practican el Nuevo Periodismo y que, con sus cámaras de alta tecnología en sus smartphones, grabaron la violenta actuación de los matones.

Si a bordo del avión no hubiesen estado esos practicantes del Nuevo Periodismo con sus cámaras, el suceso no hubiera tenido las consecuencias que tuvo. El director se hubiera mantenido en su primera versión de los hechos, y el caso hubiera quedado en agua de borrajas.

Al poco, las redes sociales se hacían eco de la grabación, y este Nuevo Periodismo de ciudadanos corrientes lograba lo que miles de páginas de periódicos no podría conseguir, que las acciones de United Airlines bajaran en un periquete un 4%, lo que para una empresa cuyo valor en bolsa es de más de 22.000 millones de dólares no es baladí.

La primera respuesta de United tras el escándalo fue un simple comunicado en el que echaba la culpa a la actitud poco amable del médico vietnamita-estadounidense. Poco después, como aquello no escampaba, el propio director de la compañía tuvo que salir dando la cara y pidiendo disculpas, pero volviendo a incidir en la poco amable actitud del apaleado. Finalmente el director se vio obligado a aparecer en multitud de medios para pedir perdón y asegurar que la compañía iba a cambiar las normas de actuación en casos como éste.

Con el rabo entre las piernas, United Airlines tuvo que aceptar la victoria del Nuevo Periodismo.

Es, casi, la vieja historia de David contra Goliat.

Si internet sirve para esto, bendito Internet.