Hijos de Sabino Arana
El que un moderado como el lehendakari Iñigo Urkullu logre ser el único político vasco que obtiene un aprobado en el último Euskobarómetro, algo tendrá que significar. Seguramente quiere decir que la sociedad vasca terminó harta de la violencia y se abrió decididamente a un tiempo de paz en el que el acuerdo entre divergentes, los pactos transversales y la solución consensuada a las discrepancias, obtiene rédito electoral.
El presidente del PNV Andoni Ortuzar con un militante en el monte Bizkargi, en Muxika (Bizkaia), el día antes de la celebración del Aberri Eguna
Todos los años el Domingo de Resurrección los partidos políticos nacionalistas vascos celebran el Aberri Eguna, día de la Patria Vasca.
Los seguidores de Sabino Arana, intransigente católico, eligieron ese día para celebrar la fiesta del partido que creó, el Partido Nacionalista Vasco, porque coincidía con otra gran fiesta del catolicismo, la de la resurrección de Cristo.
Desde hace años, ese día lo celebran el propio Partido Nacionalista Vasco y los que nacieron tras la senda de Arana y, con el tiempo, se hicieron más radicales, como Herri Batasuna, ahora Sortu, o Eusko Alkartasuna, ambos unidos en la coalición Bildu y otros partidos abertzales.
Lo curioso de este año ha sido la suma al grupo de celebrantes del Aberri Eguna de un partido como Podemos, que huye de patrias y patriotismos y se aleja, como alma que lleva el diablo, de las celebraciones con connotaciones religiosas.
Fue el 27 de marzo de 1932, Domingo de Resurrección, cuando se celebró el primer Aberri Eguna. En el periodo previo a esa primera conmemoración, desde el nacionalismo surgió la idea base de por qué celebrar una jornada como esa, en fecha tan religiosa. El discurso fundacional lo dejaba muy claro:
Ese ideal, teñido de la ardorosa religiosidad inherente al PNV de aquellos días, se proclamó en medio de la República Española, con un Gobierno republicano-socialista presidido por Manuel Azaña del que los nacionalistas vascos terminarían siendo aliados con motivo de la posterior Guerra Civil.
Han pasado los años y ni el PNV es lo que era, en el aspecto religioso, ni los nuevos partidos nacionalistas pueden ser acusados de meapilas.
Seguro que Nagua Alba, secretaria general de Podemos Euskadi, conoce bien la historia del nacionalismo. Por eso, en San Sebastián, con motivo del primer Aberri Eguna de Podemos, se refirió a la patria, pero a una patria muy particular: "La nuestra es una patria en la que la ciudadanía debe poder decidir su futuro libremente, donde los derechos sociales están asegurados y que es solidaria con otros territorios".
Podemos ha sido rompedor también en esto, en abrir una brecha en ese mundo tan cerrado de una celebración propia de los nacionalistas.
Y lo ha hecho con dos elementos clave como son el de la solidaridad y la libertad de decisión. Dos elementos que le pueden abrir las puertas a ejes de actuación mancomunada a uno u otro lado del espectro político vasco, en el que, no lo olvidemos, los últimos resultados y las últimas encuestas, le auguran una posición de auténtico privilegio.
El presidente del PNV, Andoni Ortuzar, aprovechó el altavoz que supone esa fiesta para anunciar que Iñigo Urkullu repetirá como candidato del partido a Lehendakari y que abren la puerta a la construcción de "una nación vasca" junto a EHBildu, pero no "una Euskadi revolucionaria". Parecía una respuesta a Arnaldo Otegi, el líder de la izquierda abertzale.
Porque en días previos, Otegi, en su primer mitin tras la salida de la cárcel y ante 10.000 asistentes en el velódromo de Anoeta ya lo dejó bien claro: "Si el PNV no quiere, empecemos nosotros a hacer ese camino en solitario, luego ya vendrán otros". Se refería a crear un segundo frente al Estado, tras Cataluña.
En el ámbito vasco hay tres fuerzas que van a ser decisivas a la hora de construir el próximo gobierno que, seguramente estará conformado ya para las próxima Navidad: PNV, EH-Bildu y Podemos. Son las tres fuerzas que pueden darle el sesgo definitivo a la gobernabilidad vasca.
El PNV está acostumbrado a ser muñidor habitual de pactos y componendas políticas en Euskadi. Pero la recién elegida secretaria general de Podemos en esa comunidad, dijo bien claro inmediatamente después de su elección que el futuro político en Euskadi "pasa por desalojar al PNV del Gobierno vasco y construir un gobierno de cambio".
Es la primera vez, por cierto, que las encuestas dibujan una posible mayoría de izquierda en el Parlamento Vasco. Se trata de un factor que tener en cuenta aunque el otro, el del derecho a decidir va a tener un peso decisivo a la hora de conformar el nuevo gobierno. A pesar de que el último Euskobarómetro aseguraba que el número de vascos que quieren la independencia es del 19%, cuando esa cifra era del 30% sólo dos años antes.
La nueva sociedad vasca necesita acuerdos amplios y transversales. El lehendakari, aprovechó el Aberri Eguna para marcar ese territorio: "Hablamos de diálogo y entendimiento, de negociación y acuerdos".
El que un moderado Iñigo Urkullu como lehendakari logre ser el único político vasco que obtiene el aprobado en el mismo estudio, algo tendrá que significar. Seguramente quiere decir que la sociedad vasca terminó harta de la violencia y se abrió decididamente a un tiempo de paz en el que el acuerdo entre divergentes, los pactos transversales y la solución consensuada a las discrepancias, obtiene rédito electoral.