Franco y el Concierto Vasco
Con el Concierto, si los vascos no son capaces de recaudar lo suficiente e incurren en gastos por encima de lo ingresado, no vendrá papa Estado, mediante el Fondo de Liquidez Autonómica, a ayudarles, sino que deberán arreglárselas solitos. Es decir, el régimen del Concierto Económico obliga a recaudar de forma intensiva y a gastar de forma especialmente cuidadosa
En los últimos tiempos se ha producido una convergencia de intereses entre diferentes respecto al Concierto Económico Vasco, el sistema que regula el régimen fiscal en Euskadi.
Abrieron el debate Cristina Cifuentes en Madrid (PP) y Susana Díez (PSOE) desde Andalucía, lo continuó Pedro Sánchez (PSOE), que luego echó el freno, lo mantiene desde su subida al olimpo cuatripartito Albert Rivera (Ciudadanos), y se acaba de subir al carro Pablo Iglesias (Podemos).
Para que todos ellos coincidan, se puede pensar que algo de cierto hay en lo de que "beneficia a los vascos en contra de otras comunidades".
Lo curioso es que alguien no sospechoso de favorecer una hacienda dividida, como el titular de la hacienda del Estado, Cristobal Montoro, cree que "las haciendas forales son parte de nuestra historia" y "son específicas de la España de las autonomías". Todo ello está, además, recogido en la Constitución y en el Estatuto de Autonomía del País Vasco, ley orgánica que fue aprobada por la inmensa mayoría de los vascos que votaron, una unanimidad difícil de lograr en estos tiempos.
Conviene informar de que además de la Comunidad Autónoma Vasca, la Comunidad Foral Navarra cuenta también con un sistema específico de régimen fiscal, con recaudación de impuestos autónoma, al igual que Álava, Vizcaya y Gipuzkoa.
Lo que ninguno de los políticos antes mencionados explica es que si los vascos no son capaces de recaudar lo suficiente e incurren en gastos por encima de lo ingresado, no vendrá papa Estado, mediante el Fondo de Liquidez Autonómica, a ayudarles, sino que deberán arreglárselas solitos. Es decir, el régimen del Concierto Económico obliga a recaudar de forma intensiva y a gastar de forma especialmente cuidadosa. Lo cual parece muy prudente, sobre todo, en estos tiempos de vacas flacas.
Es cierto que a pocos políticos les gusta el papel de recaudador y que, en cambio, a muchos les pirra el de gastador. Los entes forales de Álava, Gipuzkoa, Navarra y Vizcaya están obligados a recaudar antes de ponerse a gastar.
Y esto es algo que no se explica debidamente, como tampoco se explica que ese sistema viene de antiguo, desde la abolición de los Fueros Vascos en 1876 y su sustitución por el régimen de Concierto Económico en la época de Cánovas del Castillo. La eliminación de los Fueros Vascos fue una consecuencia más de las Guerras Carlistas, es decir, que el Concierto quedó como un apéndice de la gran autonomía previa. Un apéndice provisional que se ha mantenido hasta hoy con una sola excepción.
Esa excepción se produjo el 23 de junio de 1937, cuando el dictador Francisco Franco firmó en Burgos un decreto de guerra que consideró oficialmente a Guipúzcoa y Vizcaya "provincias traidoras al régimen" por la simple razón de que ambas no se habían levantado contra el sistema político legal de la República Española.
Franco, como castigo, derogó el régimen de Concierto Económico de las dos provincias, pero mantuvo el de Álava y el de Navarra porque sí se unieron a su levantamiento.
Lo anunció, tras el levantamiento franquista, el jefe provincial de Falange Española de Vizcaya, José María Oriol: «Nosotros perdonamos todas las ofensas personales, pero los delitos de lesa Patria, el delito de traición, no somos nosotros los llamados a perdonarlos porque fue Cristo el que nos enseñó que hay veces que es necesaria la ira santa para castigar a aquellos que vienen a mancillar una Patria milenaria».
"Ira santa". Había que castigar a los "traidores" y el castigo elegido fue la eliminación del Concierto Económico. Seguro que esto no lo sabe Pablo Iglesias, ni algún otro de los mencionados antes.
Vicente Laffite, presidente de la Diputación de Gipuzkoa en la época previa a la Guerra Civil, firmó el último Concierto Económico en 1925 antes de la eliminación ordenada luego por Franco. Cuando el dictador tomó su decisión, Laffite recomendó al gobernador civil de Gipuzkoa que la reconsideraran porque podía tener consecuencias funestas para el país, como ha recordado recientemente su nieto Vicente Zaragüeta, para el que pretender eliminar el Concierto es jugar con fuego.
Hoy nos hartamos de hablar de la necesidad de recomponer el espíritu de diálogo y de compromiso en Cataluña cuando las amarras del buque están a punto de romperse y de destrozar el entendimiento. Tras la decisión de ETA de abandonar la actividad terrorista, Euskadi aparece como una autonomía menos problemática, más pacífica. Hasta nos permitimos la simpatía de hermanar vascos y andaluces con sus chistes y humoradas.
Pero, cuidado, la masa social vasca es especialmente autonomista, incluso en parte independentista. Si no se tiene en cuenta que la "diversidad que nace de nuestra historia, nos engrandece y nos debe fortalecer", como señalaba Felipe VI en su discurso de proclamación, se puede introducir un elemento devastador en el discurso político. Por de pronto, Urkullu, el lehendakari, ya ha avisado que tocar el Concierto es traspasar la línea roja. Y así es, quizá le obligara a él y a su partido a optar por la batasunización, algo parecido a lo que observamos ahora en Cataluña.
Olvidar la Historia puede llevar a los pueblos a repetirla. Convendría que políticos como los mencionados estudiaran con detenimiento la historia de su país. Es como aquel ex ministro de Economía y Hacienda que, cuando el candidato de su partido se presentaba para presidente, lo que finalmente logró, le propuso tomar unas lecciones de economía básica y dedicarse a una intensa lectura de Historia de España: "Tienes que conocer de verdad tu país", le recomendó. Pues eso.