Patinazo mediático en las elecciones iraníes
No se trata de tener mejor o peor imagen del régimen iraní. Para un demócrata, la imagen no puede nunca ser buena. Pero sí es importante que los analistas y los reporteros hagan su trabajo con objetividad para poder predecir lo mejor posible el rumbo de los acontecimientos.
A quienes sigan con atención la actualidad internacional no les habrá pasado desapercibido el patinazo generalizado de los medios en el asunto de las elecciones iraníes. De manera casi unánime se había pronosticado la victoria de un ultraconservador. El Financial Times, el New York Times, Telemadrid, France 24... en general, todos declaraban al oficialista Jalili "favorito". ABC sentenciaba en un titular rotundo: Irán, condenada al inmovilismo en las próximas elecciones, las cuales calificaba en otro titular como "las más dirigidas de su historia". La agencia AFP, incluso el mismo día de los comicios, hablaba de que los conservadores estaban divididos pero eran "todavía favoritos". "Pese a la irrupción de este clérigo en escena" decía la agencia DPA refiriéndose al reformista Hasan Rohaní, "estas elecciones serán para uno de los candidatos ultraconservadores".
Resultado final: Rohaní ha arrasado con el 52% de los votos y el candidato conservador o ultraconservador mejor situado apenas ha superado el 15%.
Cuando los medios se equivocan de manera tan rotunda, el manual dice que lo mejor es disimularlo como un resultado "sorprendente" o "inesperado". Es lo que hace en Canadá el Globe and Mail y en España, El País, que reconoce con cierta humildad en un editorial su despiste. Otros, en cambio, escurren el bulto y hacen como que el nuevo dato también encaja en sus predicciones, o que Rohaní no es realmente reformista. Peor aún, la mayoría prefiere ignorar lo que en las elecciones de hace cuatro años se consideraba crucial para las relaciones internacionales: un triunfo de los reformistas en Irán.
No es una cuestión de señalar con el dedo. Equivocaciones las comete todo el mundo y en política internacional, como en todo, el análisis tiene siempre un margen de error. Lo importante de este caso es lo que revela acerca de un problema generalizado en el periodismo: una lectura prejuiciada que impide hacer una predicción, incluso cuando todos los datos apuntan en una dirección clara. Irán es un caso recurrente de esta distorsión.
Porque era evidente que los candidatos ultraconservadores no tenían ninguna posibilidad de ganar estas elecciones. Los sondeos registraron con bastante precisión el meteórico ascenso de Rohaní en el tramo final de campaña, pero ya antes mostraban que el supuesto favorito, Jalilí no había logrado levantar el vuelo en ningún momento y que los otros conservadores se habían desplomado a dos semanas de las elecciones. Todos los sondeos, tras cada uno de los tres debates televisados, proclamaban a Rohaní ganador.
El problema es que los medios han sido rehenes de su propia narrativa inicial. Se partía de la idea, muy extendida pero en realidad nunca demostrada, de que las elecciones de 2009 habían sido amañadas, y que estas también lo serían. También se creía que los jóvenes no votarían como gesto de protesta, porque eso era, en realidad, lo que los medios deseaban que hicieran, cuando no había ninguna indicación objetiva de que fuese a ser así. Sobre todo, se partía del preconcepto de que el sistema es una dictadura monolítica dirigida por el líder supremo Ali Jameneí. Con esas premisas, era inevitable que la conclusión fuese equivocada.
Irán es, ciertamente, un régimen totalitario, pero no exactamente ni una dictadura ni monolítica. Su sistema político es más parecido a China que a Arabia Saudí. En Irán, los distintos sectores del poder compiten entre sí, a veces de manera feroz. Los votantes son uno de esos sectores. Su poder de decisión está condicionado por otros organismos que filtran los candidatos y controlan la expresión pública, pero dentro de esos límites el resultado electoral no está predeterminado. Los análisis matemáticos mostraban ya que no hay ninguna razón para creer que las elecciones de 2009 hubiesen sido amañadas. Ahora, la comparación de estos resultados con aquellos lo confirma, otro hecho que también ha pasado desapercibido (se puede ver perfectamente que los bloques de voto son coherentes en los dos comicios).
No se trata de tener mejor o peor imagen del régimen iraní. Para un demócrata, la imagen no puede nunca ser buena. Pero sí es importante que los analistas y los reporteros hagan su trabajo con objetividad para poder predecir lo mejor posible el rumbo de los acontecimientos. De otro modo, el periodismo es, en el mejor de los casos, inútil, y en el peor ayuda a los políticos a tomar decisiones políticas equivocadas que pueden tener consecuencias trágicas.