La Copa Mundial y el estado de derecho
No soy un gran experto en materia de fútbol. Como otros muchos aficionados, cada cuatro años sigo fielmente la Copa del Mundo. Esta vez , lo que más me impactó fue el elevado nivel de violencia gratuita en el campo y, aún peor, la absoluta negligencia de los árbitros en acatarla de cuajo. Las agresiones sistemáticas sin precedentes y la proliferación de faltas violentas con saña, muchas veces sin relación al juego en curso, son, por alguna razón, aceptadas como la norma actual en vigor, ¿Qué pasó con el juego limpio y el respeto a las reglas de juego?
De repente se me ocurrió de que la violencia gratuita y la falta de respeto por las reglas de juego son quizás un reflejo de los tiempos en que nos toca vivir. Hoy en día, estamos siendo testigos en Gaza, Siria, la República Centroafricana, Sudan del Sur e Irak, por citar algunos lugares icónicos, del "todo vale" en materia de relativismo moral. Lugares en donde se está utilizando la violencia de manera indiscriminada para ajustarse cuentas mutuamente sin respeto y consideración alguna por el derecho internacional o las normas básicas de conducta moral? ¿Dónde están los árbitros internacionales? ¿Qué están haciendo estos árbitros para poner freno a esta preocupante degradación hacia la anarquía global?
Es el Consejo de Seguridad de las NN.UU: el principal responsable de garantizar la integridad de la sociedad internacional. Así que ya va siendo hora de que el Consejo, y específicamente los cinco miembros permanentes (República Popular China, Francia, Estados Unidos, la Federación Rusa y el Reino Unido), muestren una resolución colectiva y tomen la determinación de atajar y poner fin a este desprecio a las normas y a la legalidad internacional.
A la luz de las tímidas reacciones de los árbitros, nos corresponde a todos nosotros el señalar las faltas e infracciones y exigir medidas punitivas pertinentes. Si el violar o vulnerar la legalidad vigente se convierte en un hábito, esto acabara en caos total.
Esto es una responsabilidad compartida. No es como si no tuviéramos los medios o la sabiduría para respetar y hacer cumplir las normas y derechos que hemos conseguido con tanto esfuerzo y sufrimiento en las últimas décadas. Es inexcusable que nosotros, los que se supone debemos actuar como árbitros imparciales, estemos fracasando estrepitosamente. Ahora mismo parece que estamos disfrutando como meros espectadores o apenas respondiendo ante este flagrante colapso de las vigentes normas internacionales. La pregunta es: ¿Cómo y cuándo se toleró todo esto?