EL PAÍS supera los 300.000 suscriptores en solo tres años
La comunidad global de abonados mantiene un ritmo de crecimiento superior al del resto del sector
En los últimos años, nos hemos acostumbrado a vivir momentos históricos con más frecuencia de lo habitual. Alertas, sobresaltos informativos y acontecimientos que nadie recordaba haber visto antes. En marzo de 2020, estalló la pandemia de coronavirus que paralizó el mundo, pocos días después de que EL PAÍS anunciara que pondría en marcha su modelo de suscripción. Desde entonces, se ha sucedido una larga lista de esos acontecimientos, que van desde una guerra en Europa a la erupción del volcán de La Palma, cambios de Gobierno en países como Chile y Brasil o la muerte de Isabel II. Todos ellos los ha cubierto ampliamente el diario, no solo con periodistas sobre el terreno, sino con análisis, gráficos, vídeos, podcasts y opiniones para ayudar a entender sus consecuencias.
Con cada uno de estos acontecimientos ha ido aumentando la comunidad de suscriptores del periódico. El lunes 29 de mayo, tras las elecciones municipales y autonómicas en España y coincidiendo con el anuncio de un adelanto electoral, el periódico superó la cifra de 300.000. De ellos, más de 264.000 son exclusivos digitales, 32.000 corresponden a la edición impresa (que también da acceso a la opción digital) y cerca de 6.000 a la versión en PDF del ejemplar de papel.
“Lo más emocionante es el ritmo al que crece la cifra de suscriptores. Hace nada celebrábamos los 250.000 y hoy estamos en 300.000, lo que confirma nuestro destacado liderazgo en España. Es esperanzador para el periodismo de calidad”, afirma Pepa Bueno. La directora de EL PAÍS destaca la importancia de un periodismo independiente frente a la proliferación de bulos y desinformación: “Es un problema muy serio que contagia a todo el ecosistema de la comunicación. Pero cuando se trata de pagar, no se paga masivamente por la propaganda. Hay que preguntarse por qué mucha basura que recibimos, presuntamente informativa, es gratis. En tiempos de incertidumbre, y ahora estamos al borde de unas elecciones generales determinantes en España y en Europa, los 300.000 suscriptores nos dicen que hacemos un periodismo útil, comprometido y plural. Sin prejuicios ni obsesiones”.
Hace años que en el mundo de los medios existe la convicción de que la única manera de mantener un periodismo de calidad e independiente es apoyándose en una comunidad de suscriptores. La caída de las ventas de periódicos de papel en los quioscos, la irrupción de las plataformas digitales y la volatilidad de los ingresos publicitarios no hacen posible otro modelo para Redacciones de gran envergadura y con vocación global. Las grandes cabeceras internacionales llevan años de ventaja a las españolas, que de manera mayoritaria adoptaron el modelo de pago en torno al cambio de década. Entre ellas, sobresale la cifra de EL PAÍS, destacado líder en un sector que empieza a notar cierto estancamiento, también por la incertidumbre económica de los últimos meses.
“El consenso es que este año el foco estará en retener suscriptores existentes antes que en añadir nuevos”, auguraba Nic Newman, autor del informe del Instituto Reuters de Periodismo (Oxford) sobre las tendencias en la industria de los medios para 2023. Sin embargo, EL PAÍS sigue creciendo a un ritmo que se aceleró en enero de 2022 con el cambio a un modelo freemium, con un gran número de artículos que solo pueden leer los suscriptores y otros que permanecen en abierto.
Carlos Núñez, presidente y consejero delegado de EL PAÍS, hace notar ese crecimiento sostenido: “La suscripción es el eje central de nuestra estrategia y EL PAÍS ha trasladado al entorno digital su liderazgo incontestable en papel. Somos el periódico global líder en español: tenemos el mayor crecimiento neto de suscriptores con diferencia y con ello, somos los que tenemos la mayor base global. Y lo hemos conseguido en solo tres años y sin atacar todavía de forma estructural nuestros mercados americanos. Pero no nos conformamos. Queremos seguir aprendiendo con y de nuestros lectores, entender mejor qué tipo de producto demandan a EL PAÍS y adaptar nuestra oferta a sus intereses, a sus hábitos de lectura y al tiempo de que disponen para informarse”.
Lectores exigentes y comprometidos
El cambio de modelo también ha modificado el papel de los lectores y la comunidad. En las contadas ocasiones que Berna González Harbour se ausenta de su cita diaria con los lectores de la newsletter El País de la mañana —principalmente por viajes— el periódico recibe un puñado de mensajes preguntando si está bien o le ocurre algo. Es un síntoma claro de cómo se ha roto definitivamente la unidireccionalidad histórica de las cabeceras hacia sus lectores, que quieren informarse, pero también ser parte de una comunidad que comparte y defiende valores. Muchas veces, suscribirse es un acto de apoyo a las grandes investigaciones que exigen invertir tiempo y esfuerzos, como la que EL PAÍS lleva a cabo desde 2018 sobre la pederastia en la Iglesia. El diario de un cura pederasta, que relata los abusos a menores del jesuita español Alfonso Pedrajas en Bolivia, es el artículo que más suscripciones directas ha generado desde el cambio de modelo.
Contar lo que otros no quieren que se sepa —investigar y publicar informaciones exclusivas— sigue siendo la principal misión de un medio como EL PAÍS, que cuenta con varias delegaciones en España y está ampliando su presencia en América. Pero, en un momento en el que parte de la sociedad acusa la denominada “fatiga informativa” por la sobreabundancia de información, especialmente negativa, los periódicos tienen la obligación de ayudar a entender el mundo, de ampliar sus márgenes temáticos y acompañar a los lectores en los aspectos más cotidianos. Pepa Bueno define así esa amplitud de intereses y temáticas: “Crece la comunidad general de lectores interesados en nuestros temas globales y locales de política y economía. En la crisis climática o en los avances y retrocesos en igualdad y derechos civiles. Y, a la vez, vemos cómo se crean otras pequeñas comunidades en torno a contenidos específicos del periódico, desde la ciencia a la lectura; de la educación a la cocina”.
A esas necesidades responden algunas de las apuestas más recientes del periódico, como el lanzamiento de las secciones de Salud y Bienestar o EL PAÍS Gastro o la apuesta por formatos audiovisuales, con el podcast Hoy en EL PAÍS a la cabeza. También la oferta de 50 boletines editoriales que cubren intereses desde la geopolítica al ajedrez y que son uno de los productos más apreciados por la comunidad de suscriptores: la mitad están apuntados a alguna newsletter y cada uno de ellos recibe una media de cuatro. Los suscriptores también buscan un lugar al que acudir para descubrir las tendencias culturales y prescripción, como quienes, año tras año, esperan la lista de los mejores libros según Babelia.
“EL PAÍS ha puesto desde su fundación el foco en el lector. Prueba de ello es que se dotó de un Libro de Estilo con la intención de ser más transparente con el público. Con las posibilidades de la tecnología, esa relación con el lector, ahora suscriptor, ha podido afinarse hasta ser más directa”, afirma Soledad Alcaide, Defensora del Lector. Ella recibe a diario mensajes (y también quejas) de una comunidad que crece en todo el mundo: el 20% de los 300.000 abonados están fuera de España, principalmente en América. “Son más críticos con la forma que con el fondo. Suelen quejarse más de errores o erratas y de problemas de acceso, que del periodismo que ejercemos. Y sí, la queja abunda más que las felicitaciones, aunque de estas también hay. Tenemos lectores muy exigentes”.