Kerry demuestra su apoyo al gobierno ilegítimo de Brasil

Kerry demuestra su apoyo al gobierno ilegítimo de Brasil

Cuarenta y tres congresistas demócratas han escrito al secretario de Estado, John Kerry, para expresar su "profunda preocupación por los recientes acontecimientos en Brasil, que amenazan las instituciones democráticas de ese país". Si esta es su respuesta, es equivalente a mostrarles el dedo de en medio.

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John Kerry, durante la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro.

El pasado 25 de julio, 43 miembros del partido demócrata en el Congreso estadounidense escribieron al secretario de Estado John Kerry una carta que comenzaba de esta manera:

Le escribimos para expresar nuestra profunda preocupación por los recientes acontecimientos en Brasil, los cuales amenazan las instituciones democráticas de ese país. Le instamos a ejercer la máxima cautela en las relaciones con las autoridades interinas brasileras y contenerse de hacer pronunciamientos o de tomar acciones que puedan ser interpretados como un apoyo a la campaña de destitución de la presidenta Dilma Rousseff.

Nuestro gobierno debería expresar gran preocupación por las circunstancias que rodean el proceso de destitución y debería hacer un llamamiento a la protección de la democracia constitucional y el estado de derecho en Brasil.

El pasado lunes 8 de agosto, el senador Bernie Sanders también se manifestó al respecto, asegurando que "después de suspender a la primera mujer presidenta basándose en argumentos dudosos, el nuevo Gobierno interino eliminó el Ministerio de la Mujer, Igualdad Racial y Derechos Humanos sin tener un mandato para gobernar". Sanders señalaba asimismo que "Estados Unidos no puede esperar silenciosamente mientras son amenazadas las instituciones democráticas de uno de nuestros aliados más importantes".

Este tipo de críticas a la política de un país del tamaño e importancia de Brasil por parte de miembros del Congreso del mismo partido político que la Administración son extremadamente inusuales. Cuando se trata de un país con esas características, con un territorio mayor al de Estados Unidos continental, con más de 200 millones de habitantes y la séptima economía más grande del mundo, lo más normal sería que los legisladores demócratas delegasen todos los asuntos relacionados con éste a su presidente demócrata, especialmente durante año electoral.

Quizá hicieron eso porque saben que la Administración Obama apoya esta destitución. Un miembro del Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes me dijo recientemente que, efectivamente, este era el caso, y ha habido otras evidencias de que esto es cierto.

En una rueda de prensa del 3 de agosto, el Departamento de Estado indicó que Kerry contestaría a la carta enviada por los congresistas. Aún no se ha recibido ninguna respuesta, pero Kerry puede haber dado una respuesta no verbal al reunirse con el ministro de Asuntos Exteriores del Gobierno interino, José Serra, durante su reciente viaje a Brasil. Si esta es su respuesta a los miembros del Congreso, es equivalente a mostrarles el dedo de en medio.

Kerry no tuvo las agallas de reunirse con el presidente interino de Brasil, Michel Temer. Una gran mayoría de brasileños quiere que Temer renuncie en vez de finalizar los dos años y medio restantes del mandato presidencial que está ocupando. Pero si el Senado brasilero vota a favor de condenar a la presidenta Dilma Rousseff este mes, Temer sería presidente hasta 2018. Michel Temer ni siquiera fue presentado durante los Juegos Olímpicos, habló durante unos 10 segundos y, según el Washington Post, fue abucheado fuertemente. Ya ha sido condenado por violar leyes de financiación electoral e inhabilitado para ejercer cargos públicos durante ocho años. También ha estado implicado en otros escándalos.

Al reunirse con Serra, John Kerry está ayudando a legitimar lo que mucha gente en Brasil y en todo el mundo considera como un golpe de Estado.

Al mantener un encuentro con Serra y emitir después comunicados conjuntos en relación a una serie de asuntos tratados en la citada reunión, Kerry está demostrando una vez más su apoyo a un gobierno de dudosa legitimidad. Después de todo, Serra no fue nombrado por un presidente electo. De hecho, se podría esgrimir un argumento constitucional por el cual el presidente interino, Temer -que era vicepresidente antes de la destitución- no debería nombrar un gabinete completamente nuevo que busca encaminar en una dirección totalmente distinta al país (no es casualidad que el nuevo gabinete esté conformado por hombres blancos y ricos).

La presidenta electa no ha sido despedida; únicamente fue suspendida hasta que se conozcan los resultados de su juicio (politico) en el Senado. Por ello, el gobierno interino debería ser el custodio del Gobierno, no actuar como un Gobierno electo que recientemente obtuvo una victoria aplastante.

Al reunirse con el ministro de Exteriores, José Serra, Kerry está ayudando a legitimar lo que mucha gente en Brasil y en todo el mundo considera como un golpe de Estado. Hubiera podido evitar fácilmente reunirse con Serra, de la misma manera que evitó al repudiado Temer. Así que esto no es una cuestión de protocolo o de diplomacia. Kerry se unió al gobierno interino en sus pretensiones grandiosas: de que es el Gobierno constitucional del país, como si Dilma ya hubiera sido condenada por el Senado. En este sentido, hay que recordar que el procurador federal encargado del caso concluyó hace unas semanas que Dilma ni siquiera había cometido delito alguno.

Kerry está tomando partido en una situación política polarizada. Y está escogiendo el lado del grupito de políticos de derecha corruptos, los mismos que -según las transcripciones filtradas de llamadas telefónicas- están intentando expulsar a la presidenta electa para protegerse ellos mismos de más investigaciones y posibles condenas por sus crímenes.

Es realmente terrible que un secretario de Estado de EEUU haga esto hoy en día. Muchos brasileños recuerdan el papel que jugó Washington en el golpe de Estado militar de 1964, tras el cual llegaron más de dos décadas de una dictadura repugnante durante la que Lula da Silva fue encarcelado y la propia Dilma, torturada. En el caso de que a alguien se le haya pasado la conexión entre ese golpe y el actual, tal como lo expresó el escritor y periodista Glenn Greenwald, uno de los representantes del Congreso brasilero que apoyó la medida de destitución "explícitamente alabó la dictadura militar y enalteció al coronel Carlos Alberto Brilhante Ustra, el jefe de los torturadores de la dictadura (responsable de la tortura infligida a Dilma)".

La respuesta de la Administración Obama a este golpe será recordada por mucho tiempo y, probablemente, afectará a las relaciones con futuros gobiernos brasileños. Mientras tanto, 43 miembros del Congreso de Estados Unidos siguen esperando la respuesta por escrito a su carta.

Este artículo se publicó originalmente en 'The Hill'