El cambio climático, un problema con solución
La buena noticia es que todavía podemos frenar el cambio climático, pero la no tan buena es que no hay tiempo que perder. Es urgente abandonar la quema de combustibles fósiles y acelerar la implantación de las energías renovables, que han experimentado un avance significativo desde 2007.
Esta semana se desarrolla en Estocolmo (Suecia) la reunión del grupo de expertos de Naciones Unidas (Panel Intergubernamental de Naciones Unidas sobre Cambio Climático - IPCC) que culminará con la presentación de un nuevo informe científico -el quinto- sobre los avances del cambio climático. Previsiblemente, será una nueva confirmación de la gravedad del problema, de su origen humano derivado de nuestra adicción a los combustibles fósiles y de la urgencia de actuar.
El cuarto informe del IPCC, publicado en 2007, ya apuntaba cómo hacerlo y resaltaba que, para evitar los peores impactos del cambio climático, debemos mantener el aumento de la temperatura global por debajo de los 2ºC en base a los niveles preindustriales, algo que sólo puede conseguirse mediante un drástico recorte en las emisiones de gases de efecto invernadero. Pero, lejos de pasar a la acción, la mayoría de los grandes emisores siguen mareando la perdiz mientras las emisiones alcanzan, cada año, récords históricos.
Lo anterior nos ha llevado a un escenario en el que impactos como el aumento del nivel del mar, la alteración en los ciclos del agua, el avance de la desertificación o la mayor intensidad y frecuencia de fenómenos meteorológicos extremos empiezan a ser la tónica habitual. Algo que no sólo representa una grave amenaza para nuestros ecosistemas sino también para la economía, la salud y la paz mundiales.
La buena noticia es que todavía podemos frenar el cambio climático, pero la no tan buena es que no hay tiempo que perder. Es urgente abandonar la quema de combustibles fósiles y acelerar la implantación de las energías renovables, que han experimentado un avance significativo desde el año 2007 y demuestran su potencial energético y económico, imponiéndose como la indiscutible solución.
Sin embargo, todavía hay países como España en los que la política energética deja mucho que desear. España -uno de los países más vulnerables al cambio climático de la Unión Europea- fue en 2012 uno de los más contaminantes e incumplidores del Protocolo de Kioto de la UE y ha estrenado 2013 con una reforma del sistema eléctrico que prioriza el beneficio económico de las grandes compañías energéticas frente al interés general.
Cada año de retraso nos pasa factura económica, ecológica y social, además de seguir retroalimentando el problema. Sirva el Ártico como ejemplo: el deshielo abre paso a nuevas extracciones petroleras y, por lo tanto, a seguir quemando combustibles fósiles que generarán más cambio climático.
A finales de la semana pasada conocíamos el mínimo de hielo ártico de este año y, casi a la vez, nos llegaba la noticia de que el Arctic Sunrise, el barco de Greenpeace en protesta en la zona contra las perforaciones petrolíferas de Gazprom, había sido abordado por las autoridades rusas. El martes por la mañana el barco ha llegado, remolcado por las autoridades rusas, al fiordo de Mumansk. La tripulación ha estado, desde hace más de cuatro días, sin asistencia legal o consular y se desconocen los cargos por los que se les acusa por defender, pacíficamente, lo que es de todos: el clima y el Ártico, un santuario natural que debería ser patrimonio de la humanidad.
Decía al principio que todavía podemos frenar el cambio climático y es cierto, pero también lo es que no lo conseguiremos mientras los que se lucran con la destrucción del planeta actúen impunemente y se detenga a los que se atreven a protestar.
Si quieres ayudarnos a pedir al Gobierno ruso la liberación de nuestros activistas, puedes hacerlo aquí