45 aniversario de Greenpeace: gente corriente luchando por un planeta verde y en paz
La independencia política y económica, así como la acción directa no violenta, son señas de identidad que están en lo más profundo del ADN de Greenpeace. Y es indudable que la primera travesía del Phyllis Cormark a Alaska demostró que la acción decidida de pequeños grupos de gente que plantan cara a la adversidad puede generar una inmensa ola de solidaridad en el resto de la ciudadanía que la lleve a movilizarse y producir cambios tangibles, como así ha sido en estas últimas cuatro décadas y media de singladura.
El tiempo pasa muy rápido, aunque la lucha por un planeta verde y en paz es una carrera de fondo cuyos avances se hacen esperar pero finalmente llegan. Greenpeace cumple 45 años. Desde sus orígenes hasta hoy, la fuerza de Greenpeace reside en el poder de la gente corriente para cambiar las cosas, ya fuera para protestar por las pruebas nucleares en el archipiélago de Amchitka en Alaska en 1971 o en las Torres Kio contra el Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos y la Unión Europea en 2016.
La independencia política y económica, así como la acción directa no violenta, son señas de identidad que están en lo más profundo del ADN de Greenpeace. Pero lo que es indudable es que la primera travesía del Phyllis Cormark a Alaska demostró que la acción decidida de pequeños grupos de gente que plantan cara a la adversidad puede generar una inmensa ola de solidaridad en el resto de la ciudadanía que la lleve a movilizarse y producir cambios tangibles, como así ha sido en estas últimas cuatro décadas y media de singladura.
Desde ese día de 1971 hasta hoy, los activistas de Greenpeace han cosechado muchos logros y también muchas derrotas. Victorias que permiten avanzar y derrotas de las que hay que aprender. Por ello, en un momento tan importante ,es más que oportuno reconocer y agradecer el esfuerzo de esas personas que han convertido a Greenpeace en una organización influyente a nivel global y que han trabajado y trabajan incansablemente para dejar un planeta en condiciones dignas para las futuras generaciones.
El corazón y el pulso de Greenpeace son las personas, decenas de miles de voluntarios en todo el mundo, miles de trabajadoras y trabajadores que aportan sus conocimientos, ilusión y compromiso en los lugares donde viven y conforman una red global de activistas que crece día a día, sin prisa pero sin pausa.
No se me escapa que los retos ambientales que afrontamos son de dimensiones planetarias y que amenazan de forma drástica a la vida en este maravilloso planeta. Que solo de la suma de voluntades que se unan codo con codo pueden nacer las soluciones. De abajo hacia arriba, de norte a sur, abordando con enfoque disruptivo las raíces profundas de un modelo de desarrollo y crecimiento que además de ser injusto y desequilibrado ha hecho enfermar al planeta de forma preocupante. Aunque aún estamos a tiempo de evitar que tal enfermedad sea crónica y degenerativa.
La lucha contra el cambio climático sólo será exitosa mediante una revolución renovable que cambie el paradigma del modelo energético vigente. Energía limpia, segura y accesible para todos. La era nuclear y de los combustibles fósiles toca a su fin y la revolución energética que va a llegar más pronto que tarde ha de beneficiar a todos, ha de ser democrática y justa.
El freno a la degradación de los ecosistemas que son soporte de vida y tesoro de la biodiversidad que garantiza nuestra supervivencia en el planeta. Unos océanos y bosques que dejen de estar amenazados por la extracción ilegal de recursos. Es preciso preservar los escasos bosques vírgenes que aun quedan y que se encuentran en estado crítico y extensas áreas de los océanos. Porque estos gigantes de la naturaleza nos ayudan a proteger el clima, a que el hogar en el que vivimos sea más confortable y habitable.
Es vital garantizar un nuevo modelo de alimentación que sea saludable, justo y bien distribuido. Queremos alimento para la vida, alimentos sanos para todos. Queremos un mundo que garantice la seguridad humana en toda su amplitud, el espacio democrático como única vía para solucionar los conflictos y evitar las guerras.
La salud del planeta depende de la salud de todas las partes que lo componen. Y como ha ocurrido en los últimos 45 años estos solo será posible si la gente se conciencia, alza su voz y se moviliza pasando a la acción aportando soluciones y cambiando las dinámicas de poder actualmente vigentes.