Por la inmediata liberación de Mohammad Ali Taheri
Gracias a la presión mediática, al inestimable valor de cientos de activistas de derechos humanos, gracias a sus alumnos estamos cerca de conseguir la puesta en libertad del profesor y preso de conciencia iraní Mohammad Ali Taheri. Aunque no debemos bajar la guardia.
El pasado sábado el tribunal de Teherán condenó a Taheri (otra vez) a cinco años de prisión, dejando así sin efecto la anterior condena a pena de muerte. Sin duda, es un avance en cuanto a la integridad física del profesor se refiere, pero es un avance del todo insuficiente. Taheri fue arrestado y encarcelado en 2011 por pensar en libertad y difundir sus ideas; lleva 7 largos años en régimen de aislamiento en la prisión de Evin. Así, Taheri ha cumplido ya dos años más de lo que le hubiera correspondido siguiendo los criterios del propio tribunal que lo condena. No hay motivo para que el profesor Mohammad Ali Taheri siga en prisión. No ha habido nunca motivo para su encarcelamiento, mucho menos lo hay ahora.
Naciones Unidas lleva denunciando muchos meses un empeoramiento en materia de derechos humanos en Irán, si es que eso era posible. Asma Jahagir, relatora especial de la ONU para los derechos humanos en Irán, lamentablemente fallecida, alertó de la preocupante situación del ejercicio de los derechos fundamentales, así como del arresto indiscriminado de activistas y ciudadanos iraníes, y el nulo desarrollo de los artículos 18, 19 y 20 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, los referidos a los derechos de libertad de pensamiento y religión, libertad de expresión y derecho de asociación, reunión y participación política.
Irán debe avanzar hacia un respeto integral de la Declaración Universal de Derechos Humanos, y la mejor prueba de ello sería dejar en libertad al profesor Taheri; Irán debe decirle al mundo que ha iniciado el camino hacia la promoción y defensa de la Declaración Universal de Derechos Humanos y no hay mejor manera que seguir las recomendaciones de Naciones Unidas, Human Rights Watch, Amnistía Internacional o la Fundación Internacional de Derechos Humanos en esta materia en general, y en el caso del profesor Taheri en particular.
El caso de Taheri se ha convertido así, desgraciadamente, en paradigmático. Ha concienciado a la comunidad internacional de la gravedad de los hechos que acontecen en Irán, a pesar de las promesas del Gobierno de Rohuani. Condenado dos veces por el mismo delito, sin un juicio justo, dos veces condenado a pena de muerte, y ahora, de nuevo, vuelto a condenar a pesar de llevar más años en prisión que los que aparecen en el propio fallo. Es imposible no rebelarse, no gritar que ya basta. Es inaceptable guardar silencio.
Por muchas razones que ya expuse en anteriores escritos sobre este caso, por dignidad y decencia, no dejaremos solo a Taheri, ni callaremos hasta verlo en lugar seguro y ejerciendo en plenitud sus Derechos Fundamentales. Exijo de nuevo al Gobierno de Irán, y a su Presidente Hassan Rohuani, la liberación inmediata del profesor Mohammad Ali Taheri; denuncio desde esta tribuna el atropello a su dignidad, a su libertad, a su integridad. Es hora de ver al profesor libre de todo trato inhumano, de toda condena degradante. Es hora no tanto de solicitar, sino de exigir que los Derechos Humanos sean respetados de una manera urgente en Irán.
Hace unos días anunció su despedida el hasta ahora Alto Comisionado para los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, Zeid Ra'ad Al Hussein, y pronunció una frase que todos deberíamos repetirnos a diario y que me ha hecho reflexionar: "Prefiero errar por haber hablado, que quedarme en silencio". Hace unos meses escribí un artículo para esta misma tribuna y también para la del HuffPost de Estados Unidos, sobre la insoportable realidad de la pena de muerte en Irán; y escribí esa denuncia pública junto a Sara Saei, alumna del profesor Taheri y también condenada por un tribunal iraní a prisión y latigazos. Fue un honor no guardar silencio junto a ti, querida Sara, fue un honor levantar la voz de la mano de tu dignidad y tu ejemplo. Seguiremos pues sin estar callados, aún a riesgo de errar. No hay peligro más grande que el de quedar indiferente ante el dolor ajeno, no hay felonía más rotunda que la de guardar silencio ante la injusticia.