El estrés en el cambio climático
Según el reciente informe estadounidense que revisa la investigación existente sobre el cambio climático, la ansiedad y la angustia que experimentan las personas debido a las consecuencias de este fenómeno afectan intensamente la salud y la salud mental.
Foto: ISTOCK
Según el reciente informe estadounidense que revisa la investigación existente sobre el cambio climático, la ansiedad y la angustia que experimentan las personas debido a las consecuencias de este fenómeno afectan intensamente la salud y la salud mental. El Programa de Investigación del Cambio Climático Global de los Estados Unidos acaba de publicar dicho informe; cabe decir que ha sido escrito por un equipo de psicólogos clínicos, sociales y ambientales de gran envergadura científica. En mi opinión, una de las razones que más avala la importancia de este informe es el extenso capítulo que dedica a esta vertiente de los cambios meteorológicos que padecemos: la relación de la salud psíquica y el bienestar de las personas con la crisis climática del mundo. También, en el año 2014 la prestigiosa Asociación Americana de Psicología (APA) publicó Más allá de allá de las tormentas y sequías: Los impactos psicológicos del cambio climático.
El informe de este año 2016 supone un paso adelante relevante, pero echo de menos propuestas políticas y programas que ayuden a la gente a prepararse para afrontar y recuperarse de los inevitables cambios con los que nos topamos. Quizás surjan de la Primera Conferencia Internacional sobre la construcción de resiliencia personal y psicosocial para el cambio climático que se realizará en noviembre en Washington, liderada por la International transformational resilience coalition; una dilatada coalición de investigadores y médicos empeñada en crear resiliencia humana ante el grave problema con el que nos enfrontamos. Como de momento es imposible que puedan responder a cada evento meteorológico destacado y tratar a todos los afectados, se centran en las herramientas de prevención: ayudar a la gente a adquirir resiliencia y aumentar su capacidad para desafiar la incertidumbre y el trauma.
El hecho es que todos estos equipos de expertos y científicos coinciden en desvelarnos cuestiones tan preocupantes como las secuelas psíquicas que producen estos cambios meteorológicos relacionados, como digo, con el calor extremo y los desastres naturales que se derivan. Una proporción muy significativa de los afectados desarrolla severas disfunciones psicológicas crónicas: ansiedad, depresión, desesperanza, miedo profundo, insomnio, pesadillas, re-experimentación del trauma, pensamientos repetitivos, conductas de evitación..., toda una sintomatología psicofisiológica, conductual y emocional que invalida gravemente a las personas. Y claro, los más perjudicados son los más vulnerables: los niños, las mujeres embarazadas y en período de post-parto, las personas mayores y las que tienen enfermedades mentales, las económicamente desfavorecidas, las sin techo y los socorristas de intervención rápida. Millones y millones de personas.
Considero que los medios de comunicación deberían dar máxima visibilidad a todos estos estudios, desgraciadamente fundamentales. Me parece que la ayuda estatal y gubernamental en esta dirección es una necesidad insoslayable para así poder multiplicar la valiosa labor de las organizaciones que se consagran al bienestar de la gente de todo el mundo.