Por qué no basta defender nuestras playas italianas del petróleo
Los accidentes petrolíferos son sólo el primero de los cuatro perjuicios que causa el negocio de los combustibles fósiles. Por muy serios que sean, sus daños son locales, relativamente infrecuentes y muchas veces remediables. Los otros tres , en cambio, son globales y casi seguros. El segundo, el peor de todos, es la aceleración del calentamiento global.
El 17 de abril, los italianos votarán un referéndum que pretende dificultar la extracción de petróleo cerca de nuestras costas. El Gobierno italiano, por el contrario, está forzando nuevas prospecciones nacionales para reducir las importaciones de petróleo. La mera oposición a las plataformas petrolíferas en nuestro patio resulta miope, si seguimos quemando más y más petróleo con tal de que venga de países lejanos.
Por esta razón, asociaciones ambientales, económicas y religiosas han protestado contra la gran conferencia internacional de las empresas petroleras para el desarrollo de las perforaciones oceánicas que se ha celebrado en el suroeste de Francia, en Pau, del 5 al 7 de abril (MCEE -Marine, Construction and Engineering Deepwater Development).
Según las principales organizaciones mundiales que se ocupan del clima y la energía, deberían dejarse en el subsuelo el 80% de las reservas conocidas de combustibles fósiles (carbón, petróleo, gas) si queremos reducir la posibilidad de que la temperatura media global se eleve más de 2°C -aún sabiendo que sólo un 0,8°C de aumento en el último siglo probablemente haya causado graves daños. Sin embargo, cientos de millardos de dólares fluyen hacia inversiones -calificadas por The Economist como "sin sentido"- para desarrollar y multiplicar las prospecciones oceánicas, especulando sobre la ineficacia de las políticas climáticas públicas.
Las plataformas marítimas y los buques de perforación son maravillas de la ingeniería. La más impresionante alcanza el lecho marino a 3.000 metros de profundidad. Cuestan pocos millardos de dólares, producirían ingresos del orden de decenas de millardos -o tal podría ser, en caso de un accidente, el costo de los daños locales. Esto se llama "capital riesgo", especialmente atractivo cuando las rentas son privadas y público es el daño. Ya sucedió así en 2010 con el desastre petrolífero de la Deepwater Horizon en el Golfo de Méjico. En realidad, nadie sabe cómo prevenir una catástrofe petrolífera a 3.000 metros de profundidad.
Los accidentes petrolíferos son sólo el primero de los cuatro perjuicios que causa el negocio de los combustibles fósiles. Por muy serios que sean, sus daños son locales, relativamente infrecuentes y muchas veces remediables. Los otros tres perjuicios, en cambio, son globales y casi seguros. El segundo, el peor de todos, es la aceleración del calentamiento global, con consecuencias catastróficas para el ambiente, para miles de millones de personas y para la propia economía.
El tercero es la amenaza para la economía mundial. "O los gobiernos no toman en serio el cambio climático, o las empresas de combustibles fósiles están sobrevaloradas", ha escrito The Economist. Según algunos analistas, la economía mundial está amenazada por una enorme burbuja de carbono. Si pinchase, las industrias de combustibles fósiles podrían perder valor rápidamente o arriesgarse a la quiebra, con consecuencias dramáticas para los inversores, que les han confiado billones de dólares.
Carbon Tracker, un think tank financiero basado en Londres, estudia precisamente el riesgo de esta "burbuja de carbono" y asesora a inversores institucionales, éticos y de otros tipos sobre cómo desinvertir de los combustibles fósiles, antes de que sea demasiado tarde.
James Leaton, de Carbon Tracker, ha declarado: "La razón por la que hay burbujas, es que cada uno piensa que es el mejor analista, que va a acercarse hasta el borde del precipicio, y luego pegará un salto atrás cuando todos los demás estén cayendo".
La retirada del mercado de las fósiles de inversores como la Fundación Rockefeller (exmagnates del petróleo) y la Fundación Gates, indica que la consigna "desinvertir de los combustibles fósiles" se está tomando en serio.
De hecho, la burbuja de carbono podría pinchar si la comunidad internacional aplicase lo que la COP 21 decidió el año pasado en París: actuar para limitar el calentamiento global por debajo de 2°C e, idealmente, de 1,5°C. Ahora bien, ésto querría decir emitir en la atmósfera menos de 570 Gt (gigatoneladas, es decir, mil millones de toneladas) de CO2. Los climatólogos lo llaman presupuesto de carbono, o sea, la cantidad de CO2 que todavía podemos gastar, evitando al mismo tiempo las peores consecuencias climáticas.
Si se quemara todo el combustible fósil de los yacimientos de las empresas mineras (que es lo que determina su valor económico), emitirían unas 2.800 Gt de CO2. Más de tres cuartas partes de estos hidrocarburos son, por lo tanto, "carbono no quemable", que han de considerarse como "activos paralizados".
Por último, el cuarto perjuicio relacionado con el uso de combustibles fósiles afecta a la sociedad: la corrupción y los delitos que en estos días están saliendo a la luz de ciertos negocios petrolíferos italianos (un ministro ha renunciado, varias personas han sido encarceladas) son una nadería si se comparan con la corrupción, las guerras, los golpes de Estado, las dictaduras, las masacres, los asesinatos (piénsese en Enrico Mattei, fundador de la petrolera estatal ENI) y otros delitos relacionados con parte del negocio de los fósiles.
Sí, la victoria en el referéndum italiano del 17 de abril podría dificultar las prospecciones en las aguas costeras de Italia. Pero los italianos deberíamos tener presente que renunciar a nuestros combustibles fósiles domésticos significa consumir más petróleo para propulsar las naves que lo traen de otros continentes. Por otra parte, algo de este petróleo distante desencadena guerras y golpes de Estado en Oriente Medio y en otros lugares, y causa desastres ambientales y devastación humana, como en Nigeria, en Ecuador y otros países.
La mejor manera de prevenir estos desastres consiste en reducir drásticamente el consumo de combustibles fósiles, acelerando la transición a las renovables, aumentando la eficiencia energética y reduciendo (los que pueden) el nivel material de nuestro estilo de vida. Alrededor del 80% de nuestra energía comercial proviene, de hecho, de combustibles fósiles. Prácticamente todos los productos y servicios que usamos (unos más intensamente que otros) dependen de la utilización directa o indirecta de carbón, petróleo y gas, y de su desperdicio.
Sí, nosotros, los italianos, adoramos nuestras playas. Pero defenderlas de las perforaciones petroleras definitivamente no es suficiente.