'Girls' y el envasado al vacío
Los cuatro protagonistas de Girls, Hannah, Marnie, Jessa y Shoshanna han regresado, con sus más y sus menos, al mismo punto de salida en el que se encontraban en el episodio piloto a costa de perder esa frescura que encadilara en el primer volumen.
ATENCIÓN: Algún que otro spoiler de la segunda temporada de Girls.
Cuando miro los diez episodios que forman la segunda temporada de Girls pienso en un chorizo ibérico envasado al vacío. Esencialmente es el mismo; mismo sabor y olor pero sin ese moho característico que indica que el tiempo ha pasado por él y le ha afectado de algún modo. Hasta el ruido mediático que rodeó a la serie el año pasado sigue como si nada. Pero la falta de moho, de oxidación y, en definitiva, de evolución, ha pesado como una losa a la serie de la HBO, flamante ganadora de dos Globos de Oro a la Mejor Serie de Comedia o Musical y a la Mejor Actriz en esta misma categoría.
Los cuatro protagonistas de Girls, Hannah (Lena Dunham), Marnie (Allison Williams), Jessa (Jemima Krike) y Shoshanna (Zosia Mamet) han regresado, con sus más y sus menos, al mismo punto de salida en el que se encontraban en el episodio piloto a costa de perder esa frescura que encadilara en el primer volumen. Si bien la pluma de Dunham (más de la de Jenni Konner y Judd Apatow) se ha esforzado en reflejar con ahínco y naturalismo males tan humanos como la ceguera mental y el tropezar dos veces con la misma piedra (en consecuencia, los personajes han vuelto a meter la cabeza en la tierra cual avestruces), lo cierto es que la vida en las ficciones para televisión trascurre a un ritmo mucho, mucho más rápido que fuera de la pantalla (ya es decir) y no permite semejantes licencias de involución en los personajes que habitan la historia... Sobre todo en la segunda temporada, por favor. Ojo, que tampoco es cuestión de hacer que todos sus problemas se resuelvan de la noche a la mañana, pero es que estos personajes de carne y hueso todavía no saben lo que es andar dos pasos hacia delante hasta encontrarse el siguiente pedazo de caca que ensucie sus vidas. Y todo esto se traduce en puro estancamiento narrativo.
Imagen del episodio Mala amiga (Bad Friend, 2x03). Foto: HBO.
Por eso mismo todos los intentos de Dunham de emporcar las circunstancias de su ya muy patética Hannah se antojan acumulativos, faltos de efecto y hasta tópicos. El Trastorno Compulsivo Obsesivo (TOC) que le brota al personaje a partir de It's back ( 2x08) -episodio aún sin emitir en español por Canal +-, ¿qué aporta al desastroso viaje de Hannah que no sepamos ya aparte de las tomas de tics faciales de Dunham? Por no hablar de la raquítica introducción de todo este panorama en los guiones previos, que me recordó a la chapuza de como se presentó la esquizofrenia de Effy en la adolescente Skins. Hay que remontarse la discusión de Marnie y Hannah en el episodio nueve de la primera temporada (Déjame en paz) para encontrar una velada referencia al trastorno de Hannah que en su día podría pasar perfectamente como un secreto sexual vergonzoso de instituto (como el que puede tener cualquiera) que la amiga, muy cabrona, está utilizando como arma arrojadiza.
Lo interesante y provocador en Hannah era ver a una veinteañera petarda en todo su esplendor, sin otros responsables de sus miserias que su ego y victimismo impenintente. Ahora, todo este planteamiento anterior adquiere por fuerza un aura distinta que despoja al personaje de una gran parte de su responsabilidad para desplazarla a un agente, el trastorno, que está por encima del propio personaje y que, paradójicamente, lo aleja de cualquier frontera de empatía con el espectador. Sé que otros se han sentido conmovidos por este ejercicio de deus ex machina, como observa uno de los críticos del HuffPost, pero mis emociones siguen en la Antártida junto con las del exyonki Laird, dueño, por cierto, de una de las grandes citas de la serie hasta el momento:
- "¿Sabes qué, Hannah? Eres la persona más ensimismada y presuntuosa que he conocido en toda mi vida. Sentía algo por ti, fijo, hasta que me di cuenta de lo podrida que estás por dentro".
- "¿Hablas en serio?"
Total, tanto rollo y sexo pingponiano con Patrick Wilson incluido, para dejarlo todo como estaba y poner de nuevo a Hannah (literalmente) en brazos de Adam (Adam Driver). Sí, el mismo tío al que había mandado una noche al calabozo, pero al que ahora llama para montar una parodia seria de las comedias románticas en el episodio final.
Y si las nuevas piedras en el bagaje de Hannah ya se antojaban excesivas (porque parece no haber más huecos dentro de la diana al que apuntar que al suyo), en contraste tenemos a Marnie. A ésta se le aplica su dosis necesaria de cera durante unos cuantos capítulos para después liberarla mágica, aunque momentáneamente, de sus cuitas haciéndola volver con su ex, enamorado e iluso Charlie (Chris Abbott), al que vuelve a querer desde que tiene unos billetes de sobra en el bolsillo (¿Huelo una tendencia masoca/pelele en los hombres de la serie?). Si había un personaje con potencial para ser emporcado y explorado ése era, es y será la niña bien Marnie; otro daño colateral del gigantismo protagónico del rol interpretado por Dunham que ya se adivinaba en la temporada de debut, pero que aquí ha alcanzado proporciones bíblicas gracias al embarazo de Jemima Kirk. Excusa ideal para mandar a Jessa de viaje en búsqueda de sí misma otra vez, aunque eso no evitó disfrutar de uno de los pocos momentos genuinos de amistad de esta temporada: la escena de Oasis, la bañera y el moco después del divorcio exprés de la británica, y todo el episodio Video Games (2x09). Porque esa es otra: la amistad de las cuatro protagonistas continúa resquebrajada y sin perspectivas de ninguna mejoría. Hannah no terminará ni el primer párrafo de su e-book pero no se equivocó escribiendo la primera frase: "La amistad entre dos universitarias es más grande y dramática que cualquier romance..." ("A friendship between college girls is grander and more dramatic than any other romance..."). Otra cosa es que los avatares de este drama se hayan desarrollado satisfactoriamente, que va a ser que no.
Parece que lo mejor de esta temporada ha llegado en las pequeñas cápsulas, lugares al que están confinados Shoshanna y su novio Ray (Alex Karpovsky). Una auténtica paradoja que el personaje más caricaturesco y pánfilo de Girls haya sido el que haya dado el golpe sobre la mesa y añada una dosis de dinamismo al asunto, dando razones a Ray alias Alma oscura, sumido en la desidia y la autocompasión, para que espabile de una vez por todas a sus 30 y pico años.
Sólo queda esperar que Dunham le quite el plástico al embutido en la tercera temporada. Ya toca.
Este artículo fue publicado originalmente en el blog de la autora Series a la parrilla.