Messi y su trámite
La expectación en la gala del Balón de Oro 2016 se ausentó como en una carrera de Usain Bolt: los mejores tienen eso, que no dan para previa. Un premio que selecciona al mejor jugador del mundo puede ser noticia, pero para lo que no se pensó es para lo que de hecho fue: un mero trámite.
Manuel Jabois escribió que "Messi piensa las jugadas en algún momento de su vida y en el campo las ejecuta como quien recuerda un sueño", pero no siempre es así: a veces, ni los sueños dan para tanto. Esta vez, Messi cambió en el terreno de juego la portería por un atril y un micrófono, pero no perdió de vista el arma que le pone en el centro del fútbol: el balón.
Cuando le llegó, a pase magistral de un Kaká que todavía sabe lo que hace, aseguró el argentino que era "mucho más de lo que imaginaba cuando era chiquito", declaración que rompía el patrón de Jabois: ni el propio Messi es capaz de soñar lo que Messi puede llegar a ejecutar.
La expectación en la gala del Balón de Oro 2016 se ausentó como en una carrera de Usain Bolt: los mejores tienen eso, que no dan para previa. Un premio que selecciona al mejor jugador del mundo puede ser de todo, una gran sorpresa, una enorme decepción o, en fin, noticia. Para lo que no se pensó, desde luego, es para lo que de hecho fue: un mero trámite que hizo a más de un periódico dudar sobre si ponerlo en portada, lo hace a Messi todavía más grande.
-Metemos lo de Messi en portada, ¿no?-pregunta un periodista a su director.
-No sé qué le ves de noticioso.
La desacreditación messiánica suele rondar la historia. El argumento en su contra pasa por asumir que la competitividad de antaño no rige en la actualidad; que ahora sólo son dos, y antes muchos más. Pero, en realidad, tal tesis enarbola una ceguera exquisita y deja de reparar en, seguramente, la clave del asunto: que los de ahora, concretamente Messi, son lo mejor de lo mejor.
A todo esto, conste en acta que Messi ni siquiera quería ganar su quinto Balón de Oro, pero se vio obligado a recoger el premio por indisposición del contrario. Porque Messi tiene algo de mosquito toca pelotas: se lo trabaja tanto, es tan regular, inteligente e incisivo, que al competidor, ya harto de intentar cazarlo sin éxito, no le queda otra que dejarse picar.
2016 ha empezado con una norma futbolística no escrita: el quinto Balón de Oro sólo podía ganarlo aquél que no hiciera grandes cosas en lo individual fuera de lo común, precisamente por tener como común un nivel de genialidad inalcanzable.
En el atletismo de élite, hay un momento en que la "liebre", después de unas vueltas a toda pastilla y habiendo destrozado y dejado atrás a los rezagados, se va de la carrera: ese momento que a Messi no le ha llegado y ni él sabe si le llegará.