Paraísos perdidos
Los pequeños salvajes
Algunos fotógrafos centran toda su atención en algo muy concreto, y lo van siguiendo, rodeando, mostrando, interpretando y reinventando en cada imagen, dando forma a un inacabable puzzle que da forma a su propia vida. Toda su obra gira en torno a un tema, y van extendiendo sus fronteras a pasos cortos, sin alejarse de aquello que da coherencia y sentido a su trabajo. Algo así se puede adivinar en la obra fotográfica de Alain Laboile, un escultor francés que se acerca a la fotografía retratando su entorno más cercano, su propia cotidianidad y, sobre todo, el día a día de sus seis hijos, omnipresentes en su obra (incluido, como se puede ver, su autorretrato).
Llega a la imagen fija por su interés por los insectos, así que el macro es su primera parada. Pero pronto descubre un tema, su tema, que desarrolla con pasión y sin descanso. Pasa del microcosmos de los insectos a un cosmos algo mayor, el de la familia y su hábitat natural, una casa en el campo y sus alrededores. Y así comienza una galería de imágenes que sorprenden por la naturalidad con la que los niños se desenvuelven, donde la idea de libertad se transmite sin mediaciones, donde los niños juegan, campan por un territorio que les pertenece, se divierten, descubren el mundo sin reglas ni jerarquías aparentes, descalzos, desnudos, libres. Las fotografías nos remiten a un estado primitivo, parecen un estudio antropológico de una tribu infantil que crece en armonía con su entorno, alejada de la tecnología, de las normas y de los espacios cerrados.
Redescubrimos el paraíso perdido, que se nos muestra con una pureza y transparencia sin límites, sin recreaciones almibaradas, sin idealizar ni manipular el proceso del crecimiento, sin falsas poses ni sonrisas forzadas. Y entramos en un mundo de juegos sin límites, donde en cualquier momento lo real se mezcla con la fantasía de un niño. En esta imagen, donde el movimiento y la falta de nitidez ayudan a multiplicar su magia, vemos que todo es posible en el territorio de la imaginación: un niño parece atacado por un pequeño brujo que vuela en su escoba con la barita mágica en su mano, mientras una niña permanece sentada en la escalera, contemplando impasible la escena. Como nosotros...
Alain Laboile (Burdeos, Francia, 1968)
Alain reparte su tiempo entre la escultura y la fotografía. Su trabajo con la escultura le exige un compromiso físico en el que tiene que soldar, cortar metales, hacer ruido y enfrentarse a las limitaciones de los propios materiales que intenta moldear o modificar. Se trata de hacer un largo viaje físico hasta llegar a representar una imagen mental. La fotografía parece la antítesis de ese proceso. En la foto trata de apoderarse de lo que ocurre a su alrededor de manera espontánea, inmediata, sin un control total del resultado final.
Descubre la fotografía en 2004. Durante tres años fotografía insectos, hasta que poco a poco comienza a retratar a la familia. Participando en varios concursos va consiguiendo su equipo fotográfico. Fascinado por la fotografía de calle, pero apartado y viviendo en el campo, vuelca esa fascinación en sus hijos y su entorno, conservando de la fotografía callejera el gusto por captar situaciones espontáneas.
Sus imágenes se han convertido en su propio diario. Basta con mirar a sus hijos y dejarse llevar por su creatividad: cuando las cosas suceden en su visor, sólo tiene que disparar. Así de fácil lo ve Alain, aunque sus retratos son una isla exótica y bella en el océano de fotografías familiares que navegan cada día por la red.
Flickr: http://www.flickr.com/photos/lab6/
Web: http://alain.laboile.free.fr/index.htm
© Fotografía: Alain Laboile
© Texto: Luis Mariano González