El secreto de este pueblo Castilla-La Mancha: viviendas horadadas en cuevas naturales
Alcalá de Júcar (Albacete) cuenta con un importante patrimonio histórico.
Castilla-La Mancha cuenta con algunas localidades que bien merecen una escapada o una visita de un fin de semana, algunas de ellas conocidas como Almagro o Villarubia de Santiago, considerado el más antiguo de la zona, mientras otros no tienen tanta fama como es el caso de Alcalá de Júcar.
En este municipio, con apenas 1.200 habitantes, hay un importante patrimonio cultural muestra de todos los pueblos que han pasado por allí como los íberos y celtíberos en el siglo IV a.C, posteriormente los visigodos y los musulmanes.
Muestra del su riqueza patrimonial son su castillo de la época almohade, que data del siglo XII, y que se alza en lo alto del cerro, la iglesia de San Andrés, la construcción principal junto a la fortificación y la ermita de San Lorenzo, ubicada a 3km del centro histórico.
El casco histórico del municipio fue calificado como Conjunto Histórico–Artístico por Real Decreto en 1982 y otro de sus grandes atractivos turísticos es poder disfrutar de las Hoces del Júcar desde las vistas del castillo.
Sin embargo, hay un reclamo que pasa más desapercibido, pero que se ve claramente en las tradicionales panorámicas de la localidad: las casas-cueva.
"Estas cuevas están excavadas en el mismo corazón del peñón donde se asienta el pueblo, atravesando con un largo túnel de lado a lado de ésta. Su construcción fue iniciada en 1905 para ser usadas como corrales, palomares y alacenas", señalan en la web de turismo de Alcalá de Júcar.
Tras un proceso de ampliación con pasillos y estancias, las conocidas como casas-cuevas tienen hasta un restaurante y una discoteca en el caso de las Cuevas del Diablo. Pero también la Cueva de Masagó y la Cueva del Duende. La primera, de origen almohade, cuenta con "salas como la bodega o JARAIZ, que incluye objetos de prensa de oliva y tratamiento de la uva que se conservan"; la segunda es una casa tradicional de la localidad.
Muy distinta es la Cueva del rey Garadén, que tenía una función "bélica, era una especie de aduana, de puesto de vigía para toda la gente que venía de Castilla-La Mancha e iba rumbo al levante, pagara el tributo".