El pueblo fronterizo con España que habla tres idiomas
La singularidad de esta localización reside en su historia, ya que siempre ha compartido la línea fronteriza con Portugal.
En la frontera entre España y Portugal, se esconden pequeños pueblos con historias sorprendentes. Aunque no cuenten con grandes atractivos turísticos, la mezcla de tradiciones y costumbres en testas tierras da lugar a experiencias únicas. A solo 3 kilómetros de la frontera con España encontramos el misterioso pueblo de Barrancos. A simple vista, no deslumbra por su arquitectura ni por monumentos imponentes, pero es hogar de una rareza lingüística notable: en sus calles, los habitantes hablan tres idiomas distintos.
La singularidad de Barrancos reside en su historia, ya que siempre ha compartido la línea fronteriza entre Portugal y España. Hasta el año 1894, el límite político de este pueblo no se había establecido con precisión, ya que el río Ardila, que tenía un caudal reducido, se cruzaba con facilidad. Esta situación llevó a que numerosos españoles cruzaran la frontera, especialmente durante la Guerra Civil, generando una rica interacción cultural.
Este fenómeno dio origen a una lengua única conocida como "barranqueño", un dialecto surgido de la fusión del portugués alentejano y el español andaluz y extremeño. El filólogo portugués José Leite de Vasconcelos lo definió en 1955 como un "dialecto propio, mixto, original, de contacto". Lo curioso, como explican en Infobae, es que este idioma es prácticamente incomprensible tanto para los españoles, quienes a menudo lo confunden con el portugués, como para los portugueses, para quienes les suena completamente extraño.
La estrecha relación de Barrancos con España se debe en gran parte a la cercana localidad onubense de Encinasola, que se encuentra a solo 11 kilómetros de distancia. Sin embargo, a pesar de su valor lingüístico, histórico y cultural, el barranqueño corre el riesgo de desaparecer debido a la despoblación y el envejecimiento de la población, ya que son principalmente los ancianos quienes mantienen vivo este idioma, que se habla en las calles, las tiendas y los bares, pero rara vez se escribe.
Barrancos no es el único pueblo en la frontera entre España y Portugal con esta peculiaridad. En Zamora, encontramos la localidad de Rihonor de Castilla, que se fusiona con el pueblo portugués de Rio de Onor, divididos solo por la línea fronteriza conocida como "La Raya". En este lugar, los habitantes hablan dos idiomas y, en ocasiones, los ancianos practican el "rionorés", un dialecto del leonés. También cuentan con dos husos horarios y solo un bar en la parte portuguesa, lo que significa que para comer, es necesario cruzar la frontera.