Cinco claustros de Paradores donde alejarse de la rutina y encontrar la calma
Palacios, conventos o castillos reconvertidos en encantadores alojamientos recobran la tranquilidad para dar la bienvenida al otoño y sus patios porticados se convierten en los espacios preferidos de sus huéspedes.
Y como quien no quiere la cosa, nos hemos plantado a las puertas del otoño, la estación que marca la transición entre el verano y el invierno, y señala el comienzo del nuevo curso, el escolar y el laboral. Pero además del inicio de casi todo —incluidas las estresantes rutinas del día a día—, el otoño también es inspiración y una deliciosa época que invita al recogimiento y al reencuentro con uno mismo.
Es entonces cuando algunos de los Paradores que se encuentran en edificios históricos, palacios, conventos o castillos, abandonan el espíritu festivo del verano para convertir sus espacios en zonas de calma y tranquilidad, y sus singulares claustros recuperan su función de lugar de meditación, paseo y silencio.
Claro que no todos esos claustros están pensados para disfrutar de la soledad y de la tranquilidad. Algunos de ellos aprovechan ese místico e histórico ambiente de los patios de galerías porticadas para engrandecer la experiencia gastronómica, otro de los atractivos de Paradores.
Del de mármol blanco del Parador de Zafra, a las galerías abovedades del de León, pasando por la planta ochavada del de Santiago de Compostela, el de madera y cristal de Alcalá o la galería de arte del Parador de Cuenca, estos son los claustros de Paradores en los que desconectar y disfrutar del retiro este otoño.
Parador de Zafra
El Palacio de los Duques de Feria, un majestuoso castillo del siglo XV en pleno casco histórico de la ciudad pacense, alberga el Parador de Zafra. Comenzó a construirse como residencia de los duques en 1437 y tuvo entre sus huéspedes más ilustres al descubridor extremeño Hernán Cortés.
Habitaciones señoriales, salones con artesonados, elementos decorativos del antiguo palacio... se esconden tras su majestuosa fachada. Aunque en su interior es el espectacular claustro de mármol blanco el que acapara el protagonismo.
Este es el espacio ideal para disfrutar al aire libre de la mejor gastronomía extremeña, como las migas del pastor con huevos, chorizo y panceta, la cazuela de bacalao con pisto, o la caldereta de cordero D.O. Corderex. Sin olvidarnos de la rica repostería a la que rendirse, que propone, entre otras tentaciones, los deliciosos corazones de obispo del convento de las Clarisas o los higos de Almoharín sobre nata.
Parador de Santiago de Compostela
En la imponente plaza del Obradoiro, junto a la famosa Catedral, se levanta el Parador de Santiago de Compostela —Hostal dos Reis Católicos—, considerado el hotel más antiguo de España.
Nació como Hospital Real en 1499 para acoger a los peregrinos que llegaban hasta Santiago y, tras la visita de los Reyes Católicos en 1488 y considerar que el hospital de peregrinos originario resultaba viejo e insuficiente, mandaron construir uno nuevo que pudo ser financiado gracias a las rentas de guerras obtenidas tras la toma de Granada.
Es un lugar único y exclusivo en el que vivir en primera persona la historia, el arte y la tradición del final del Camino de Santiago. Su impresionante fachada-retablo renacentista, la capilla y sus cuatro magníficos claustros —que reciben el nombre de los cuatro evangelistas y donde destaca, por su original planta ochavada, el de San Lucas—, son algunas de las maravillas que esconde.
Parador de Alcalá de Henares
El Parador de Alcalá es la combinación perfecta entre tradición y modernidad. El colegio-convento del siglo XVII que lo acoge se funde con su decoración minimalista y de diseño, al tiempo que mantiene su espíritu histórico.
Uno de sus rincones más especiales es el claustro, espacio que recupera las arcadas originales de piedra pero las reviste de madera y cristal. Un lugar de postal en el que además se pueden degustar algunos de los platos más típicos, como las migas alcalaínas con huevo o la oreja ibérica a la madrileña.
Además, bajo las bóvedas de la iglesia del antiguo convento se encuentra el spa y su piscina exterior, espacios concebidos para el relax. También merece la pena dejarse llevar por el jardín tallado que se encuentra en la cubierta, horadado por patios que dan luz a las habitaciones.
Sin duda, el Parador de Alcalá es un reducto de paz y tranquilidad, a sólo un paso de la literaria localidad de Alcalá de Henares y a media hora de Madrid.
Parador de León
El Parador de León, o el Hostal de San Marcos, es uno de los establecimientos más emblemáticos de Paradores que mantiene su categoría de cinco estrellas gracias a la profunda remodelación a la que se ha visto sometido recientemente. En ella han participado reconocidos expertos del arte para convertir la estancia en una experiencia irrepetible, gracias a las 500 piezas artísticas que alberga el Parador, como la impresionante sillería del coro de la iglesia o la galería de autores contemporáneos.
El claustro es uno de los espacios más sugerentes del magnífico edificio. De planta cuadrada, tiene cuarenta metros de lado y unas bonitas galerías de cinco metros cubiertas en la planta baja por ocho tramos de bóvedas de crucería en cada ala. De él destacan los medallones de las claves de las bóvedas y las ménsulas que representan, sobre todo, imágenes de santos y personajes bíblicos, aunque también emblemas de Santiago, ángeles, elementos florales y calaveras.
A pesar de estar escasos minutos del centro —perfecto para conocer una de las ciudades con mayor reclamo histórico, gastronómico y cultural del país—, el Parador, con sus estancias y espacios exteriores, como el mencionado claustro, aíslan del exterior y trasmiten la relajada calma que se busca en este tipo de escapadas.
Parador de Cuenca
El Parador de Cuenca presume de su espectacular ubicación, en plena hoz del Huécar, entre paredes escarpadas, junto al puente de San Pablo y con unas vistas privilegiadas de las Casas Colgadas. Habilitado en el antiguo convento de San Pablo, la joya de la corona es su claustro acristalado en el que podrás degustar el mejor morteruelo conquense o un ajo mortero con tostadas de azafrán y ajo negro.
Además, este espacio acoge de manera permanente una serie del pintor madrileño Julián Casado, considerada como su obra maestra y titulada Serie Malevich. Variaciones sobre una misma estructura. La serie está formada por 42 lienzos pintados entre 1978 y 1982 y reflexiona sobre los postulados del artista ucranio Kazimir Malevich, padre del constructivismo, creando variaciones de la incidencia de la luz en un cuerpo geométrico.
Arquitectura, pintura y gastronomía se fusionan en este lugar tan especial para hacer sentir que no hay mejor refugio para estar.