Noemí Casquet: "A mí me cambió la vida hace cinco años un masaje tántrico"
Entrevista con la escritora, autora de la trilogía 'Zorras', 'Malas' y 'Libres', que publica su última novela, 'Éxtasis'.
Un trayecto en BlaBlaCar supuso un antes y un después en la vida de la escritora, periodista y divulgadora sobre sexualidad Noemí Casquet. O, más concretamente, la vivencia a la que dio pie ese trayecto: el conductor le habló de una facilitadora de tantra. Se pusieron en contacto y la chica le ofreció un masaje tántrico, que se lanzó a probar como parte experimental de su trabajo.
En ese masaje tántrico, Casquet llegó a lo que se llama orgasmo cósmico, un fogonazo tras el que miró a esa mujer y le dijo: "He visto a Dios y está en mí". Tras ese momento, inició un periplo personal hasta abrazar su lado más espiritual, sobreponiéndose al miedo al rechazo, que ha desembocado en su última novela, Éxtasis (Ediciones B), muy distinta a sus anteriores éxitos —la trilogía compuesta por Malas, Zorras y Libres—.
Su premisa es de lo más sugerente: la protagonista, Amisha, ve el futuro cada vez que experimenta un orgasmo, lo que para ella tiene más de maldición que de don. Para remediarlo, vivirá un viaje a sus orígenes.
¿Qué adjetivos pondrías a Éxtasis?
Creo que innovadora. Rompedora, también. De algún modo, revolucionaria, sensual y aventurera.
Vienes de firmar en la Feria del Libro. ¿Qué te han comentado tus lectores sobre esta novela?
Todo el mundo me está diciendo que engancha muchísimo, que realmente han descubierto un más allá dentro de la sexualidad y que han conectado mucho con la protagonista y sus amistades.
Tienes una protagonista fuerte pero sus amigos son también unos ‘personajazos’.
A mí me gusta mucho escribir en primera persona. Para el arco psicológico de los personajes y para profundizar en sus sentimientos y emociones, me sirve muchísimo la primera persona. Por otro lado, para mí los personajes secundarios también tienen que estar muy bien dibujados, porque corresponden a ese entorno y ese contexto del principal. Es importante una buena construcción de estos personajes porque todos interactúan entre sí y penetran en la vida de la protagonista.
Que esta protagonista está un tanto castigada, ¿no?
[Se ríe] Amisha cada vez que tiene un orgasmo ve el futuro y eso para ella es una maldición. El castigo, depende: cuando nos toca la lotería podemos ver que es un milagro, pero por otro lado está el qué vamos a hacer con ese dinero, podemos desarrollar también ciertas ludopatías... Muchas veces lo que es bueno y malo no está muy bien dibujado: hay algo de malo en lo bueno y algo de bueno en lo malo. A veces cuesta un poco ver esa línea y para la protagonista sucede lo mismo. Lo que para ella es una maldición a lo largo de la novela veremos que ni es tan raro ni es tan malo.
Y ¿por qué Santiago y por qué Bali? [los dos escenarios en los que transcurre la novela]
Para mí son dos lugares que me enamoraron en su día. Santiago de Compostela es una de las ciudades favoritísimas que tengo en España, todo me alucina. Y estuve en Bali hace siete años dos meses recorriendo la isla, me empapé bastante de la cultura y fue muy interesante la investigación sobre sexualidad que hice allí. Me fui de Bali pensando en volver, por ahora no lo he hecho, pero lo estoy deseando. Es un lugar con muchísima magia: me cautivó la luz, el olor a incienso, sus calles, la gente... Por eso creía que era el entorno perfecto para desarrollar esta novela. Además, en ambos parajes tienen una cultura ancestral de la magia muy arraigada: las meigas y el chamanismo.
Mencionabas esa investigación que hiciste en Bali. ¿Cómo se ve allí la sexualidad que contraste con la manera en la que lo hacemos aquí?
Yo investigué la sexualidad en Indonesia, sobre todo en la isla de Java, en Sulawesi, y después en Bali. Indonesia es el país con más musulmanes del planeta y es muy interesante, porque choca un poco el islam con una cultura animista y superarraigada, con unas tradiciones que se contradicen. Fue muy interesante ver festividades como el Pon Festival, que se celebra en Java, en el que tienen que acostarse con una persona que no sea su propia pareja, que sea un desconocido. Se dice que es un ritual que favorece la riqueza, etc. El problema es que la BBC australiana hizo un reportaje que se viralizó muchísimo y empezó un turismo sexual por parte de Australia y ahí se tuvo un problema bastante gordo. De hecho nosotros, que estuvimos grabando, estuvimos amenazados.
Después, en la isla de Sulawesi, nosotros que estamos ahora con estas cuestiones del género y reivindicando mucho los diferentes tipos, allí los tienen arraigaidos de una forma muy ancestral. Para ellos hay hombres cis, mujeres cis, kalabai, que es hombre trans y mujer trans, y después, hay una androginia que para ellos son los géneros no binarios, o género fluido, que tienen poderes chamánicos.
Por último, en la isla de Madura, que está cerca de Java, hay una tradición muy arraigada de secarse la vagina. De hecho, en toda Indonesia encuentras en los supermercados una oferta muy amplia de geles íntimos. Ellas tienen mucha cultura de hacer sahumerios en el coño, básicamente, y hay v-spa, los spa vaginales. En realidad, lo que está sucediendo es que no hay una cultura ginecológica como la que tenemos en occidente y, por lo tanto, entre la humedad, que no se usa papel higiénico, que usan las mangueritas para limpiarse con agua, pues claro, proliferan mucho los hongos. Nosotras, por ejemplo, usamos lubricantes para todo lo contrario y a ellas la lubricación les genera mucha inseguridad.
Hablas de esta contradicción y un poco se puede encontrar también en tu novela, esta convivencia entre religión o espiritualidad y sexualidad, que para muchos son mundos antagónicos.
Sí, durante muchísimos siglos la espiritualidad y el sexo, especialmente desde que entró el cristianismo con tanta fuerza, se han visto de una forma muy antagónica, pero en realidad si vamos atrás, veremos que hay un montón de filosofías y disciplinas milenarias que mantienen esta unión. Cuando entra el cristianismo en nuestra vida, básicamente lo que nos dice es que la única finalidad que tiene el sexo es meramente reproductiva. Parece que estemos condenados a un dolor inevitable y que el placer sea algo a evitar porque es el pecado, cuando debería ser al contrario. Deberíamos vivir una vida placentera y no de sacrificio y flagelación hasta el paraíso prometido. Creo que la unión de espiritualidad y sexualidad es lo rompedor de Éxtasis. Creo que en ninguna novela, o en muy pocas, se puede encontrar esta unión.
Para mí es el punto que cambia absolutamente todo. Vemos a veces la espiritualidad como una forma hippie, pero en realidad es ser conscientes de que estamos viviendo, que muchas ocasiones vamos sin esa consciencia y esa presencia. Y lo mismo se aplica al sexo: en muchas ocasiones follamos sin mirarnos a los ojos, sin estar presentes y, simplemente, para un mero placer propio que nos lleva a una rapidez abismal. Creo que es importante empezar a follar desde otro lugar y, sobre todo, con otro cometido mucho más profundo.
Lo que dices suena a mindfulness aplicado al sexo.
Sí, mindfulsex. Últimamente se empezó a hablar en occidente, en el ámbito de la sexología de esto. A mí es algo que me da mucha rabia, porque en realidad lo que se está haciendo es ponerle un nombre a disciplinas que no nos pertenecen y que llevan muchísimo tiempo en estas civilizaciones antiguas. Evidentemente, tenemos que hacer una adaptación: por ejemplo, los primeros textos del tantrismo vienen del siglo IV a.C y 2023 es muy distinto a esa vida contemplativa en el Tíbet. Para mí, mi camino es la adaptación de todas esas filosofías ancestrales a una sexualidad convencional, occidental y a nuestro modo de vida y nuestro ritmo.
Esto de los chakras, la energía kundalini y tal es pseudociencia.
Sí, bueno, yo no reniego de la ciencia, al contrario, la honro muchísimo porque al final responde a la vida material. Tenemos un cuerpo físico, unos sentidos y unos medidores. El problema es cuando entramos en la no materia y hay factores y cuestiones que no tenemos las herramientas para medirlas. Por ejemplo, la energía kundalini se ha representado en el hinduismo, en el tantrismo, la filosofía yóguica durante muchos siglos; en las civilizaciones precolombinas pasaba un poco lo mismo, también se representaba con una serpiente la conexión cósmica entre el femenino y el masculino, y no hubo ningún tipo de contacto entre unos y otros. Creo que hay algo que toda la humanidad a lo largo de la historia ha ido repitiendo que no llega a medirse por la ciencia porque todavía no tenemos las herramientas. La ciencia debería ser una metodología, de algún modo, de veracidad, de contraste o de recopilación de datos. Hay muy pocos estudios de estados alterados de conciencia a través del orgasmo. Actualmente se están haciendo estudios en la neurociencia sobre los estados meditativos de monjes budistas comparándolos con un cerebro más normativos y se están viendo parámetros que no responden ante un montón de cuestiones. Hay parámetros, lugares, donde la ciencia no tiene las herramientas para llegar. ¿Eso significa que sea mentira? No, porque al final, por ejemplo, se puede medir de un orgasmo el latido del corazón, cuánto te sube la temperatura, las contracciones por segundo que tienes en los genitales... pero no puedes medir jamás qué estás sintiendo por dentro, las emociones que has liberado y lo que estás vivenciando. Pero es necesario que se siente una metodología científica para poder recopilar datos.
A ti, personalmente, ¿qué te ha aportado abrazar ese lado más espiritual?
Me ha cambiado la vida, no sólo personal, sino profesional. Para mí la sexualidad era, como para casi todo ser humano, un acto físico que me daba un placer más o menos prolongado en el tiempo: había veces que tenía orgasmos más poderosos, otras que eran más sutiles, veces que me cansaba muchísimo u otras que me cargaba de energía. Cuando fui investigando me fui dando cuenta de que la sexualidad es una de las energías vitales más importantes que tenemos en nuestra vida. Es la energía de la creación, la que nos ha dado la vida, literalmente. El uso y manejo de esta energía para mí es como el uso y manejo de la respiración. Es como tener un contacto con una energía tan básica, que puedo regular mi cuerpo y ya no sólo mi cuerpo, sino modificar también mi realidad. A mí me cambió la vida hace cinco años un masaje tántrico. Tuve un orgasmo brutal, que es lo que en el tantra se habla de los orgasmos cósmicos, orgasmos no duales donde sientes que tú eres todo y todo está en ti.
Cuando sucedió esto, para mí fue como ‘¿qué ha pasado, por qué me ha pasado y por qué no sabía la existencia de esta cuestión?’. Empecé a investigar y el cambio tan drástico que tuve en mi vida es un cambio que puede tener también la humanidad. Creo que la mezcla de la sexología que ofrece la ciencia y estas prácticas espirituales de civilizaciones antiguas pueden realmente cambiar el futuro de la humanidad.
Habrá quien te escuche o te lea y diga ‘uy, yo quiero uno de esos’. ¿Eso se busca o se encuentra?
Un poco todo. Puedes encontrarlo y, a lo mejor algunas personas que me están leyendo alguna vez han tenido un orgasmo que, de repente han sentido como una electricidad que les recorría todo el cuerpo, un calambre en la espalda que ¡fum!, subía hacia arriba. Esto se puede definir en el tantrismo como la energía kundalini, pero en muchas otras disciplinas lo han definido de otra forma. Para mí es genial que la gente busque ese placer, porque a lo mejor buscando esos orgasmos cósmicos se encuentran con una filosofía que les puede cambiar la vida a todos los niveles. No es un sexo tántrico o taoísta, es una vida tántrica o taoísta o, en general, una vida más consciente. Siento que al final, para tener mejores orgasmos, o para tener este tipo de orgasmos, debemos modificar y romper la idea que tenemos preconstruida del sexo y empezar a crearla desde una nueva base.
Has expresado que tenías miedo al rechazo antes de compartir esto a través de la novela y tus redes sociales.
Personalmente, a lo largo de 13 años que llevo divulgando, siempre he estado en confrontación con uno de los sectores de la sexualidad. Y lo entiendo, porque es difícil, en mi trabajo no tengo ningún referente. Cuando me preguntan sobre referentes, me cuesta mucho. Los hay, seguro, y a lo mejor no los he encontrado, pero personalmente siento que estoy con un hacha abriendo camino en mitad de la selva. Eso me confrontó durante mucho tiempo con el ámbito de la sexología, porque divulgaba sobre sexualidad sin ser sexóloga. Entiendo esta parte, pero al final nadie le pide a un periodista deportivo que sea entrenador de fútbol. Pero parece que si eres una periodista especializada en sexualidad debes tener la carrera de sexología, cuando yo no me quiero dedicar al ámbito clínico. Ahora la confrontación viene por otro lado, por disciplinas más tradicionales, del tantrismo, el taoísmo... Y lo entiendo, porque dicen ‘estás hablando de una cosa que es distinta’. Al final, mi trabajo es hacer espiritual lo terrenal y terrenal lo espiritual.
He tenido mucho miedo al rechazo, lo sigo manteniendo, porque no quiero que se ponga en entredicho mi veracidad como periodista ni mi profesión y eso es algo que, hablando de espiritualidad, tenía mucho miedo de que sucediera. Al final somos canales de información y la información no nace de mí, me atraviesa y la doy a la masa: ese es mi trabajo y ese es mi objetivo. Cuando muestras esa parte de ti tienes ese miedo a que la gente diga ‘a ésta se le ha ido la olla’ o ‘se ha fumado un incienso’. Pero, sin duda, creo que hay que hacer muchas cosas y, aunque tengamos miedo, hacerlas con miedo.
En alguna entrevista has dicho que tu revolución sexual empezó pronto y que fue tu madre la que te hablaba de sexo sin tabú. ¿Qué crees que cambiaría en la sociedad si en las casas se hablara libremente de sexo con los hijos, como fue en tu caso?
¡Uf! ¡Cambiarían tantas cosas, dios! Lo primero, es que dejaríamos de preocuparnos tanto, aunque la preocupación es lícita, sobre la pornografía. En muchas ocasiones nos estamos preocupando tantísimo porque el porno es el mayor problema del mundo, cuando en realidad el mayor problema del mundo es que la pornografía es una industria gigante que es muy difícil que se rompa de un día para otro. Es mucho más fácil educar a los jóvenes y a los infantes en esa prevención hacia lo que se van a encontrar, porque se van a encontrar pornografía tarde o temprano. El problema es que es cada vez más temprano. Nos llevamos las manos a la cabeza en muchas ocasiones cuando vemos que tenemos que dar educación sexual a partir de los dos años y decimos ‘¿cómo vamos a educar a los dos años sobre sexualidad?’. A los dos años se despierta la curiosidad sobre el cuerpo, entonces es importante ese acompañamiento. Y evidentemente a un niño o niña de seis años no le vas a hablar de sexo oral, pero sí les puedes decir que los niños no vienen de la cigüeña, que esto a mí me parece absurdo. ¿Por qué tenemos que ocultar algo con tanto tabú si es nuestro origen y es algo natural? Jamás lo entenderé. ¿Por qué no se le dice desde el primer momento? El niño no va a decir ‘ah, pues yo también lo quiero practicar’, porque mantiene la inocencia del sexo.
También es superimportante prevenir en el consentimiento y en el abuso. Esto es algo muy, muy grave que puede manchar y romper la vida de una persona. Evidentemente, deberíamos educar a las personas que están haciéndolo, pero también a los niños con el poder del no y del sí. Y, más adelante, cuando la pubertad empieza a asomar la patita, a los 11 o 12 años, cuando el cuerpo se modifica—sale el pecho, empieza la regla, el vello corporal...— debemos estar acompañando. Y en la adolescencia, cuando empiezan las primeras experiencias. Todos las hemos vivido y sabemos lo que es ese miedo, incertidumbre, esa torpeza pero también esa inocencia, esa curiosidad, y es importante no banalizarla ni demonizarla, sino acompañarla, y eso es un trabajo que se debe hacer a través de las instituciones educacionales y también de la familia. El problema es que damos ese peso a los padres, pero ¿qué educación sexual han recibido esos padres? En muchas ocasiones, la educación sexual que tienen es en base a la pornografía, que a lo mejor saben que es ficción, pero siguen reproduciendo ciertos actos que han visto. Realmente, creo que la educación sexual tiene que ser algo intergeneracional, porque luego, si abrimos un poquito el prisma, vemos que en la tercera edad, si no funcionan los genitales ya no pueden tener sexualidad, y esto es un grave problema.