Soy técnica en nutrición y éstos son los motivos por los que no compro alimentos 0% en grasa
La idea de que las grasas son inherentemente malas está desactualizada por muy diversas razones.
En las últimas décadas, los alimentos etiquetados como “0% grasa” se han convertido en una opción destacada en los supermercados, especialmente para quienes buscan controlar su peso o seguir un estilo de vida saludable. Pero, ¿de dónde surge esta obsesión por eliminar la grasa de los alimentos? Lo explica la técnica en Nutrición y Dietética Ana Luzón, que no recomienda su consumo.
"La popularidad de los productos bajos en grasa tiene raíces en investigaciones de mediados del siglo XX", recuerda esta experta. "Uno de los estudios más influyentes fue el de Ancel Keys, quien en la década de los cincuenta propuso la llamada 'hipótesis lipídica'. Keys vinculó el consumo de grasas saturadas con enfermedades cardiovasculares en su famoso Estudio de los Siete Países". Y, aunque sus conclusiones influyeron enormemente en las recomendaciones nutricionales, su estudio ha sido cuestionado con el tiempo debido a limitaciones metodológicas, como la selección de países y la exclusión de datos que no respaldaban su hipótesis", recuerda Luzón.
A raíz de esto, durante los años setenta y ochenta, esta nutricionista explica que las guías alimentarias comenzaron a recomendar reducir el consumo de grasas, especialmente las saturadas, y se promovió una dieta baja en grasas como ideal para la prevención de enfermedades. Fue entonces "cuando la industria alimentaria respondió desarrollando una amplia gama de productos etiquetados como '0% grasa' o 'light', en los que se eliminaba o reducía el contenido graso, reemplazándolo frecuentemente con azúcares, almidones o aditivos para mantener", resalta Ana Luzón.
Ya en las últimas décadas, numerosos estudios han revisado la relación entre las grasas saturadas y la salud cardiovascular, poniendo en duda la evidencia que sostiene su demonización. Esta nutricionista menciona "una revisión publicada en The American Journal of Clinical Nutrition (de 2010), que concluyó que no existe una asociación significativa entre el consumo de grasas saturadas y el riesgo de enfermedad cardiovascular. Otros estudios han sugerido que el impacto de las grasas en la salud depende del contexto dietético general y de factores como el equilibrio entre los tipos de grasas consumidas (saturadas, monoinsaturadas y poliinsaturadas).
Es importante señalar que las grasas saturadas, presentes en alimentos como la mantequilla, el queso y las carnes, son solo una parte del panorama. Su impacto sobre la salud no puede evaluarse de manera aislada, sino en el contexto de una dieta completa y equilibrada. En este sentido, se ha comenzado a cuestionar la eliminación sistemática de las grasas naturales de los alimentos como una medida efectiva para mejorar la salud. Cuando los productos reducen su contenido de grasa, pierden características clave como la textura y el sabor. Para compensar, a menudo se añaden azúcares o almidones, lo que puede incrementar el contenido calórico o alterar el índice glucémico del alimento.
"Así, un alimento '0% grasa' no siempre es una opción más saludable o adecuada para quienes buscan mejorar su dieta", recalca esta especialista en dietética. ·Por otro lado, las grasas no solo son una fuente de energía, sino que desempeñan funciones esenciales en el organismo. Participan en la producción hormonal, la absorción de vitaminas liposolubles (A, D, E y K) y la formación de membranas celulares, entre otras funciones vitales", añade Luzón.
La cuestión, resalta la experta es que "la eliminación total o excesiva de grasas puede tener consecuencias negativas en la salud a largo plazo". "Hoy en día, la ciencia de la nutrición ha avanzado hacia una visión más equilibrada de las grasas. En lugar de evitar un macronutriente específico, como se promovió en décadas pasadas, se enfatiza la importancia de un patrón dietético general basado en alimentos mínimamente procesados y en una proporción equilibrada de macronutrientes", explica.
"La idea de que las grasas son inherentemente malas está desactualizada", recalca, en resumen, Ana Luzón. "A medida que entendemos mejor su papel en la salud, es fundamental cuestionar los mitos y prejuicios que han dominado las recomendaciones alimentarias durante décadas. Esto nos permite tomar decisiones más conscientes e informadas, alejándonos de etiquetas como “0% grasa” y acercándonos a una alimentación más natural y completa", concluye.