Manuel Armayones: "Las redes están diseñadas para proporcionarnos dopamina, dopamina y dopamina y no dejarnos pensar"

Manuel Armayones: "Las redes están diseñadas para proporcionarnos dopamina, dopamina y dopamina y no dejarnos pensar"

El psicólogo experto en salud digital advierte de la necesidad de hacer un uso más responsable y equilibrado de la tecnología.

Una mujer agobiada chequea su correo electrónico.Getty Images/iStockphoto

Con cada notificación que recibimos, nuestro cuerpo libera dopamina, la hormona asociada con la recompensa y el placer, lo que nos genera la necesidad de estar permanentemente conectado. Así que no es de extrañar que el 70% de las personas del mundo ya sufra en algún grado nomofobia o miedo irracional a no tener el móvil cerca.

Estos es una de las preocupantes realidades que impulsaron la realización del I Estudio de Bienestar Digital que ING presentó en septiembre y del que sus conclusiones solo corroboran el desbordamiento de una sociedad sobrepasada por la tecnología: sólo un 10% de los españoles considera que tiene bienestar digital; el 54% señala que sería importante contar con un protocolo de desconexión laboral; y la mayoría cree fundamental apagar el móvil en momentos clave, pero muy pocos lo hacen habitualmente. 

El estudio revela una alarmante y reconocida falta de conciencia y bienestar digital entre los españoles, lo que ha llevado a la entidad a poner en marcha un ambicioso proyecto, asesorado por reputados expertos, para promover un uso más responsable y equilibrado de la tecnología. 

Manuel Armayones, doctor en psicología e investigador sobre del eHealth Center de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), es uno de los especialistas que han colaborado en el proyecto y lleva años evidenciando la necesidad de "aprender a regularlos emocionalmente y a tener hábitos para desconectarnos... O tenemos un problema".

¿Qué es el bienestar digital?

Yo lo definiría como nuestra capacidad para enfrentarnos a los retos que nos va poniendo la tecnología por delante. Retos negativos, claro: intoxicación, dependencia, etcétera. No es un concepto estático, no es un ‘tienes un diez en bienestar digital’, sino que es algo que va evolucionando porque ahora puedes estar muy bien, pero mañana caen en tus manos las nuevas gafas de realidad virtual y tienes que volver a aprender.

Mira, después de la Segunda Guerra Mundial se decía que la salud es un estado de completo bienestar físico, emocional y psicológico, pero entonces en el momento que llevabas gafas porque no veías bien ya no eras saludable. Entonces, hubo una evolución hacia una definición de salud como la capacidad para enfrentarse a los retos que pone la vida por delante en los ámbitos físico, psicológico y vital, y es algo mucho más dinámico.

El bienestar digital es lo mismo. Es ser capaz de bailar con la tecnología sin que la tecnología te pise los pies, de sacarle un uso maravilloso para leer tu periódico, para estudiar en la universidad, para gestionar tus cuentas, para comprar las entradas del teatro, para contratar un viaje...

Tenemos que tratar de que las personas desarrollen una especie de sistema inmunológico digital que les permita defenderse

Ahora es cuando estamos viendo las consecuencias de todo lo que ha supuesto esta revolución digital y la necesidad urgente de regular y regularnos.

Es que llevamos muy poco tiempo con el carnet de conducir y tenemos un coche que va muy rápido y que apenas podemos controlar. La sociedad es cada vez más sensible y creo que también los legisladores cada vez son más conscientes, porque ellos también tienen hijos pequeños que, si los dejasen, estarían todo el día enganchados al móvil.

Pero cosa como sociedad algo tenemos que hacer. Por supuesto, a nuestro nivel, desde la academia, podemos sensibilizar, educar, dar tips, aconsejar, formar y tratar de que las personas desarrollen una especie de sistema inmunológico digital que les permita defenderse, incluso a nivel de ciberseguridad. 

Por ejemplo, si yo veo una noticia, pues antes de reenviarla tener la certeza de que viene de un medio serio. Y también te diría que, a lo mejor, las políticas de privacidad tienen que estar mejor redactadas, que se entiendan mejor y que el proceso sea más rápido.

Yo creo que estamos en ese momento de 'tenemos un problema’ y esto para los psicólogos es básico. Cuando cualquier psicólogo o psicóloga atiende a alguien, lo primero que hace es intentar que esa persona reconozca que hay un problema: “Tengo un problema porque no me no me relaciono bien con la gente, estoy tomando drogas o estoy abusando de las tecnologías. Tengo un problema y vengo a encontrar una solución". ¿Cuál es la solución? Pues no son fáciles, pero es que si no hacemos nada, pues acabaremos con la indefensión aprendida, con la sumisión.

¿Escuchan las instituciones a la academia cuando alerta de todo esto?

Cada vez más. Cada vez hay más grupos de trabajo en estos temas, cada vez hay más sensibilización. Lo que pasa es que es regular algo complicadísimo, con tantas aristas y si haces algún tipo de acción muy drástica podría ir contra la base de la libertad y habría reacciones. Si consideramos que esto es como una especie de pandemia digital pues lo más adecuado es que nos vayamos vacunando. ¿Vacunando dónde? Pues en los colegios, dando ejemplo a los pequeños, sensibilizando, trabajando el análisis crítico y no siendo tan crédulos con el mundo de las redes, que está diseñado para proporcionarnos dopamina, dopamina y dopamina, emociones de recompensa y placer de una manera muy rápida, y no dejarnos pensar.

Pero hay contenidos útiles, cosas buenas, ¿no?

Como dice el anuncio de Nespresso: “Really, George?”. ¿A esto hemos llegado? ¿A estar tres horas mirando como me pinto los ojos o cambio una bombilla en casa? Bueno, lo de cambiar una bombilla puede ser positivo, pero todo en una dosis elevada puede ser o medicina o veneno. Yo creo que ahí lo que tenemos que hacer es ser capaces de decir ‘vamos a parar el carro, vamos a repensarnos’. Estamos en un momento en el que la estrategia de las grandes multinacionales es no dejarnos pensar. Es una estrategia como otro cualquiera: hacerlo simple, hacerlo rápido y hacerlo muy emocional.

El problema con los pequeños no es solo el consumo de contenido, es que dejan de hacer otras cosas como comer, jugar, pelearse con los amigos y luego abrazarse

¿Y la finalidad última de esa rapidez y esa sobrecarga de emoción cuál es? ¿Consumir, manipularnos ideológicamente?

Yo, sinceramente, nunca he pensado que haya un grupo de personas que digan ‘vamos a controlar el mundo’. Yo creo que dicen ‘bueno, este es el negocio y si la cuenta de resultados es mayor, pues lo hago, porque si no lo hago, lo va a hacer otro'. Aquí hay que hacer un análisis crítico y, por ejemplo, a la hora de darnos de alta en algunas redes sociales, igual que hemos aprendido a mirar las etiquetas de los alimentos, lo hagamos cada vez con más cuidado y responsabilidad. leyendo todas las condiciones. Y puede ser que en algún momento haya que auditar algoritmos con expertos —periodistas, psicólogos, tecnólogos...— y que un comité de especialistas independiente pueda dar el visto bueno y decir ‘pues este algoritmo favorece adecuadamente el desarrollo de un negocio y no hace daño a los pequeños manteniéndolos horas delante de la pantalla'. Y el problema no solo es el consumo de contenido, es que dejan de hacer otras cosas como comer o jugar, pelearse con los amigos y luego abrazarse... Y en los adultos, cada vez somos más las personas que tenemos esa sensación de 'qué estoy haciendo con mi vida’ y pensamos que tenemos que hacer algo. 

Teniendo claro que la desconexión total es imposible...

Yo en su momento me formé en drogodependencias y tú sabes que hay sustancias, como por ejemplo el alcohol, que cuando alguien ha sido alcohólico pues no puede beber nunca más porque siempre es alcohólico. Con la tecnología no pasa eso porque no podemos vivir sin tecnología. No podemos decir 'yo me desconecto del todo’. Es que incluso el artesano, con el trabajo más manual del mundo en un pueblecito, necesita una agenda de ferias, gestionar sus impuestos, subir sus trabajos a redes sociales...

No podemos huir. Lo que sí que podemos hacer es un uso racional y significativo. Si tú eres capaz, cuando llegues a tu casa, de romper con ese paradigma... Un invento que a mí me encanta son los móviles de trabajo. Es decir, que tu organización te dé un móvil que puedas apagarlo al salir o en tus vacaciones, sin que nadie te escriba, y tener esa etiqueta digital.

Ahora se habla mucho de esa etiqueta digital: ¿qué es eso?

Es adoptar una serie de normas, como hemos hecho con otras cosas, sobre el uso del móvil y aplicarlo al entorno digital. Por ejemplo, si quedamos a comer en un sitio, ¿tú qué pensarías de mí si yo me siento contigo y abro un periódico y me pongo a leerlo? ¡Qué sentido tiene que hayamos quedado a comer si vas a hacer eso! Pues eso que se considera una falta de educación, fíjate lo que pasa con el móvil. Eso es hacer phubbing al otro, es ignorarlo. Este tipo de cosas son de pura educación. La etiqueta digital no es más que educación digital, ese tipo de pequeños códigos que, como ha llegado tan rápido la tecnología, pues no tenemos.

Los psicólogos decimos que tienes un problema en la relación con la tecnología cuando empieza a afectarte a tu vida personal, laboral y social

¿Ya hay una especialización de la psicología enfocada a problemas y trastornos derivados del mundo digital?

La adicción al móvil o a las redes sociales como tal, no están consideradas dentro del sistema de clasificación de las enfermedades mentales. Sí que está, por ejemplo, la adicción a los juegos online, sobre todo cuando son de rol. Eso sí que está tipificado. Pero claro, no sabemos muy bien si dentro de tres-cuatro años, cuando se revisen investigaciones y a la luz de lo que está pasando... Invito a indagar en los grandes hospitales de Madrid, en las unidades de Psicología Clínica de Psiquiatría Infanto-juvenil, la cantidad de niños y niñas que son tratados por dificultades serias en cuanto a su regulación emocional en relación al móvil: adicción, agresiones...

Titania
Titania
Santander

Los psicólogos decimos que tienes un problema en la relación con la tecnología cuando empieza a afectarte a tu vida personal, laboral y social: cuando no entregas a tiempo en el trabajo, cuando abandonas a tu grupo de amigos, cuando no realizas las tareas domésticas, cuando dejas de disfrutar de tus aficiones... Algunos terminan por reconocer su problema y acaban diciendo ‘guau, aquí tengo un problema, tengo que pedir ayuda para que me enseñen’.

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Mila Fernández es redactora de LIFE en 'El HuffPost' y editora de branded content. Antes, fue redactora de estilo de vida y gente en revistas femeninas —AR, LOVE y SMODA—, dirigió la revista Turismo Rural y trabajó delante del micro en Radio España. Puedes contactar con ella en mila.fernandez@huffpost.es