La lesión en el pie que pasa inadvertida y es motivo para recibir la incapacidad permanente
El complejo regional de dolor crónico (CRPS) puede transformarse en una condición incapacitante.
Un dolor persistente en el pie que no acaba de desaparecer, incluso después de semanas de tratamiento puede indicar una condición crónica que se conoce como el síndrome de dolor regional complejo (CRPS, por sus siglas en inglés), aunque la forma más popular de referirse a ella, obsoleta, es síndrome de Sudeck. Esta enfermedad, que en muchos casos se desencadena tras una lesión, afecta severamente a la movilidad y a la calidad de vida de quienes la padecen. A diferencia de una recuperación normal, los síntomas del CRPS se intensifican con el paso del tiempo, volviéndose más debilitantes y, en muchos casos, incapacitantes. De hecho, aparece en la lista de enfermedades que maneja la Seguridad Social para reconocer una incapacidad permanente.
Los síntomas del síndrome de Sudeck en el pie van más allá del dolor. Los pacientes suelen experimentar hinchazón, enrojecimiento, sensibilidad extrema, e incluso cambios de temperatura en el pie afectado, que puede estar caliente o, en otros casos, mostrar un tono pálido o azulado y sentirse frío. Estas molestias aparecen gradualmente, a menudo entre los dos y tres meses posteriores a la lesión inicial. La particularidad del CRPS radica en que los síntomas no se limitan a la zona afectada, sino que tienden a extenderse a áreas cercanas, afectando cada vez más el funcionamiento diario del paciente.
El origen de esta condición no está del todo claro, aunque sí se sabe que una reacción inflamatoria exacerbada en respuesta a la lesión inicial contribuye a la aparición de los síntomas del CRPS. Durante el desarrollo del síndrome de Sudeck se registran cambios en los nervios responsables de la percepción del dolor, lo que provoca que los pacientes sufran molestias continuas. Esta condición, por otra parte, afecta con mayor frecuencia a las mujeres que a los hombres y, entre los factores de riesgo, las fracturas cercanas a las articulaciones y las enfermedades reumáticas o crónicas son las principales.
Para poder tratar el CRPS, según el portal T-Online, es crucial un diagnóstico temprano y multidisciplinar. Los especialistas suelen prescribir una combinación de medicamentos que incluye analgésicos como ketamina y gabapentina, bisfosfonatos y glucocorticoides, que ayudan a controlar la inflamación.
Además de la medicación, los pacientes pueden beneficiarse de fisioterapia, ergoterapia y psicoterapia. La fisioterapia trabaja en mejorar la movilidad y reducir la hinchazón mediante técnicas como el drenaje linfático. La ergoterapia, por su parte, ayuda a los pacientes a adoptar movimientos que no causen dolor, mientras que la psicoterapia aborda el impacto emocional de la enfermedad, que pueden agravar el dolor.