El aburrimiento, la emoción que peor se nos da y que deberíamos permitirnos

El aburrimiento, la emoción que peor se nos da y que deberíamos permitirnos

Dos psicólogas y una filósofa hablan de la gestión del aburrimiento y cómo ha influido el entretenimiento moderno en este proceso.

Una chica aburrida frente a su ordenador en una imagen de archivoGetty Images/Westend61

Nos vamos al baño y nos llevamos el móvil. En el metro, autobús, más de lo mismo. "No nos permitimos ni un momento de no estar hiperestimulados", opina la psicóloga Olga Merino acerca del aburrimiento. Tras una jornada de trabajo, llegamos a casa, empieza la rutina de ducha, cena y concluye viendo una serie antes de irnos a dormir, en muchos casos.

"Tenemos un nivel de autoexigencia, como sociedad, de que tenemos que estar en los mejores sitios, haciendo los mejores planes, rodeados de gente", prosigue la psicóloga, que concluye que esto "genera muchas carencias emocionales y afectivas porque no sabemos encontrarnos a nosotros mismos". Tiene que ver con la poca permisividad que nos damos para aburrirnos y "lamentablemente vamos camino de ser una generación cada vez más enferma".

El aburrimiento, "como todas las emociones, es necesario", apunta Merino. La experta detalla que esta "surge ante la falta de estímulos presentes en el entorno" y que, al igual que ocurre con el miedo, es una emoción "adaptativa". Es decir, "tiene una función fundamental, que es que nos ayuda a la supervivencia, siempre y cuando sea en estados moderados". La experta, del Colegio de Psicología de Madrid, afirma en conversación con este periódico que "cuando estás aburrido, el objetivo de esa emoción es que tú seas capaz de generar nuevas ideas"

Con este planteamiento choca la filósofa y autora de La enfermedad del aburrimiento Josefa Ros. Para ella, lo que Merino define como emoción, es una "experiencia". Más concretamente, "de malestar que experimentamos cuando estamos intentando comprometernos con una actividad que no nos estimula adecuadamente". En lo que sí coinciden ambas es en que, al igual que el miedo, tiene una función. La del aburrimiento, según la filósofa, es "la de no gastar tu energía en una actividad o en una situación de la que notas que no vas a sacar suficiente a cambio".

Merino defiende que el aburrimiento es "necesario", dado que en esos momentos en los que una persona se siente aburrida comienza a valorar una serie de alternativas que, además, ponen "en auge nuestras capacidades de desarrollo cognitivo, intelectual, emocional y de generar nuevas herramientas" con las que transformar ese estado en otro que nos resulte más complaciente. "Con lo cual, esta tendencia que tenemos ahora mismo a estar hiperocupados a no aburrirnos es perjudicial en tanto en cuanto no nos permite tener el elemento reflexivo que nos permite el aburrimiento", apostilla la psicóloga.

"No nos permitimos ni tiempo ni espacio para nosotros, para pensar. Y eso genera una población enferma"
Olga Merino, psicóloga

Esta, además, habla de cómo se gestiona ese aburrimiento en períodos como las vacaciones o en momentos en los que tenemos menos obligaciones. En este sentido, la psicóloga considera que "no nos permitimos ni tiempo ni espacio para nosotros, para estar aquí y ahora, para pensar". "Y eso, al final, genera obviamente una población enferma", sigue. "Sobre todo las nuevas generaciones", puntualiza Merino. Estas "han vivido y han nacido con esa hiperestimulación, con esa sobreplanificación, los fines de semana hay que hacer 20 millones de planes".

La misma psicóloga opina que, en cualquier caso, hay "muchas variables" que pueden estar detrás de ese aburrimiento, entre las que incluye la personalidad, la actitud o la historia personal de cada uno. "Pero lo que sí es cierto es que, en esta sociedad en que vivimos, en la que hay una búsqueda de sensaciones cada vez más intensa para promover el mismo estado de bienestar, lo que genera es que cada vez necesitamos sensaciones o estímulos más intensos para quedar satisfechos", concluye.

Entretenernos, pero siendo sujetos activos

"El problema que yo veo en la actualidad, y desde hace ya un siglo", esgrime Ros, "es que estamos depositando mucha confianza en las opciones que nos brinda la industria del entretenimiento masivo". Y lo detalla explicando que no se trata de alternativas que uno elija "después de hacer una reflexión profunda, después de conocerse a sí mismo".

De hecho, sostiene que muchas personas no llevan a cabo este ejercicio de autoconocimiento por la "mucha confianza" que se depositan en estas opciones. Un "problema" que, a ojos de Ros, "se ve acrecentado con el surgimiento de la Inteligencia Artificial (IA) y los algoritmos". Con ellos, "ya ni siquiera tienes que hacer el esfuerzo de pensar qué poner", lo que motiva que "cada vez hagamos menos el ejercicio de conocernos para saber qué nos llena de verdad, cómo queremos ocupar ese tiempo del que disponemos de una forma verdaderamente personal y significativa", concluye.

"Cada vez hacemos menos el ejercicio de conocernos para saber qué nos llena de verdad"
Josefa Ros, filósofa

Como parte de este entretenimiento masivo se encuentran también las plataformas de vídeo, las de música y también las pantallas. "A pesar de estar hiperconectados a través de esas tecnologías, también podemos estar muy aburridos", añade Merino. Ella, además, agrega que el "problema" que traen consigo estas nuevas tecnologías es que "tú no eres un sujeto activo, eres pasivo".

"Es decir, nos metemos a buscar una información y el sistema nos detecta y nos acaba proponiendo vídeos, enlaces, noticias… en los que ya no tienes ninguna capacidad cognitiva activa", continúa la psicóloga, que precisa que "lo que hace el sistema es dejarte llevar a donde él quiere o ha entendido que quieres ir".

Un sistema que "tiene muchos problemas para nuestra salud, porque acaba generando una adicción", concluye Merino. A esta explicación se suma Ana Belén Sánchez, que especifica que esa adicción puede venir de una gestión poco correcta de esa emoción que es el aburrimiento. "Y una de las cosas erróneas que hacemos a la hora de gestionar las emociones es taparlas", detalla. "Las tapamos por medio del beber, de los tóxicos, de las pantallas, las compras compulsivas o, incluso, los pensamientos rumiantes".

No es lo mismo el aburrimiento de un niño que el de un adulto

Ana Belén trabaja con personas de la tercera edad en el Plan de Detección y Atención a las Personas Mayores en Soledad Ávila Contigo. Este incluye multitud de actividades con las que se busca paliar la soledad, en muchas ocasiones no deseada, y que va acompañada de aburrimiento entre la población más longeva. "Cuando nos hacemos mayores, se dan ganancias, pero también muchas pérdidas, tanto a nivel físico, como cognitivo", apunta Sánchez.

"Y todas esas pérdidas, al final, llevan a que la persona sienta que no es capaz de realizar ciertas actividades y eso puede influir en el aburrimiento", prosigue, antes de explicarlo con un ejemplo. "Si tú estás acostumbrada a andar o a hacer deporte y, de repente, tienes un dolor crónico, eso va a limitar tu funcionalidad, va a afectar a tu actividad y a incrementar tu nivel de aburrimiento".

Y es por ello que sus propuestas para contribuir a rebajar esos niveles de aburrimiento tienen que ver con una programación de actividades que, incluso, planifican en colaboración con las mismas personas mayores. Esto puede chocar con cómo se gestiona esta misma emoción con los más pequeños de la casa. "Imagínate cómo es la vida de un niño", indica la psicóloga que trabaja para la administración abulense.

"Todo el tiempo con actividades programadas y, de repente, tienen una hora de vacío, que es cuando muchos van corriendo a buscar el móvil o la tablet", añade la experta, que cita las "muchísimas investigaciones que concluyen que es mejor no dar pantallas a los niños porque es necesario que esos niños se aburran". Y el de estos pequeños "es un tipo de aburrimiento, pero de lo que estamos hablando es de otro", agrega. Ella trabaja con "personas que, a lo mejor, ya se han jubilado, que tienen 24 horas al día disponibles y tiempo de sobra para él [en referencia al aburrimiento], para saber cómo desarrollar la creatividad a través del aburrimiento".

Una sociedad que nos empuja a la productividad

Otro de los aspectos que señala Ana Belén Sánchez que se encuentra a la hora de trabajar con sus pacientes tiene que ver con el valor que, a nivel social, se da a la productividad. Que es "mucho", en palabras de la psicóloga. Y continúa con el ejemplo de la jubilación: "Si tú te jubilas y pierdes todas esas funcionalidades, es como que la sociedad te dice, entre comillas, que no vales".

"Yo sí que he visto que personas que aplican todo su esfuerzo y toda su vida entregada al trabajo, en el momento en el que se retiran, se quedan vacíos", insiste Sánchez. Pero ese aburrimiento también se puede dar en la etapa profesional, en lo que se conoce como boreout. "Es como el aburrimiento crónico llevado al extremo", indica la experta de Colegio Oficial de la Psicología madrileño, Olga Merino.

Este se da "cuando hay una falta de estímulos constante, periódica y mantenida" en aquellos entornos laborales en los que hay "poca adecuación en la relación persona/puesto". En este caso, "da igual lo que la persona haga", prosigue Merino, que precisa que, aunque un trabajador o trabajadora que elabore sus estrategias de cara a visualizar esta situación de otra manera, "si no se cambian las condiciones del puesto", indica, "vas a tener siempre una carencia de base".

Y el aburrimiento puede ir más allá, hasta llegar al hogar. "Digamos que, más que el aburrimiento, cuando pasa mucho, mucho tiempo, suele trasladarse a estados de apatía", apostilla. Y continúa su explicación: "Si se prolonga en el tiempo, se asemeja un poco a una pérdida de ideales, a una pérdida de motivación, de que no nos encontramos existencialmente y eso sí puede derivar en otras situaciones más patológicas".

La forma que, según Sánchez, existe para paliar ese aburrimiento crónico es "llenar ese vacío". "Y hay que llenarlo con actividades gratificantes, pero que sean gratificantes e importantes para la persona. No hacer por hacer", concluye.

Un cambio a nivel generacional y unos jóvenes "muy verdes"

Ana Belén Sánchez, que lleva más de dos décadas ejerciendo su profesión, ha visto cómo ha ido cambiando el aburrimiento entre sus pacientes, dado que su tipo de ocio y experiencias vitales han sido distintas. Entonces, se ha tenido que adaptar a él: "Por ejemplo, cuando envejezca, a mí que no me manden a pintar flores, a mí que me den libros".

En esta línea, considera que "las generaciones de ahora venimos menos preparadas para todo esto". "A nivel emocional", continúa, "venimos muy verdes". "De hecho, las mayores tasas de soledad antes eran entre las personas mayores y ahora sucede con los jóvenes. Eso es un indicativo", subraya. Uno de los motivos se encuentra en el uso de las pantallas "para llenar los vacíos y tapar las emociones", incide la experta, que concluye con su propuesta, que es "crecer a través de ellas" y no evadirse de las mismas