Todos al teatro

La cartelera se ha llenado de espectáculos infantiles, juveniles, para toda la familia y para todos los públicos. Definiciones que clasifica el tipo de teatro en función del público al que van dirigido, pero poco de su calidad artística. Algunos tienen tanta que aunque no se sea su público objetivo, merece la pena ir a verlas y a la crítica comentarlas.

Para aquellas personas que lo quieran comprobar solo tienen que ir a Farra en el Teatro de la Comedia. Una producción de la Compañía Nacional de Teatro Clásico con la Compañía Lucas Escobedo que invita a irse de farra, es decir, a celebrar y a divertirse. ¿Celebrar el qué? Lo que apetezca. ¿Y con quién? Con los cachondos de los clásicos españoles del Siglo de Oro, que sabían celebrar, sobre todo Quevedo, y con quien usted se quiera llevar al teatro.

Un espectáculo de espíritu 'ronlanlolero', en el que la música tiene un papel principal, pero sobre todo los números circenses. Puestos de una manera que no parece que sean números de circo hasta que ya se lleva mucho tiempo fuera del teatro. Y uno se da cuenta porque el espíritu de juerga y de juego te lo llevas durante un buen rato, el que uno se fijará en los detalles y recordará lo que se ha visto. Comentándolo con las personas con las que ha ido a verlo o recomendánselo a los familiares o amistades con las que se encuentra en estas fechas.

Un acierto el haberla programado y hacerlo a un precio imbatible para ir en familia —desde los más pequeños a los más mayores—, o no, porque simplemente es un buen espectáculo. Tanto que como lo vean las direcciones artísticas de Cirque du Soleil, encuentran una semilla para su próximo gran espectáculo, con el Siglo de Oro español como fuente de inspiración.

Más circo, pero no disfrazado ni escondido, es lo que ofrece el tradicional Circo Price en Navidad. En este caso, los números son muy buenos. Y el de las cintas áreas o straps del Dúo Turkeev es incluso mejor que el que se puede ver ahora mismo en Alegría.

La idea siempre es la misma. Una aventura infantil, en este caso la aventura es buscar el EN, el espíritu de la navidad, por un grupo de adultos-niños que han vuelto a casa por Navidad. Una búsqueda que conduce un espectáculo de canciones, coreografías y payasadas, el sencillo número de la caja es todo diversión, entre los que se intercalan malabares, unos excelentes saltimbanquis y hasta pompas de jabón. Y una fantasía sobre la doma de caballos que no se puede olvidar.

¿Los niños lo pasan bien? Cañón. ¿Y los adultos? También. Curioso ver como aquellos que fueron niños y niñas, a los que sus padres probablemente llevaron a este circo de pequeños, van en grupos de amigos y se comportan como niños, más aún que los niños. No se descubre nada si se cuenta que la pandilla protagonista encuentra el espíritu de la Navidad. Y el público de cualquier edad, si les ha seguido el juego, sale lleno de dicho espíritu, es decir, feliz y contento.

No se vayan, que aún hay más. Ese más lo pone la compañía Marie de Jongh con Mr. Bo en Nave10 del Matadero de Madrid. Troupe bien conocida en Madrid por sus espectáculos. Esta vez claramente dirigido a incluir a los más pequeños, sin dejar de interpelar a todos aquellos que los acompañen, y enseñarles buenas maneras de comportarse con los otros a través de la historia de un pequeño déspota, Mr. Bo.

Un espectáculo hecho como esos cuentos infantiles sin palabras, de líneas claras y pocos colores. Con acciones bien definidas. Y ese espíritu y humor absurdo que también tienen muchas veces dichos cuentos y que suelen captar mejor los más pequeños que los mayores.

Obra hecha con la maestría de siempre de esta compañía, pero cambiando el estilo o las formas de lo que han hecho otras veces. Y, sí, el tal Mr. Bo es un déspota, pero se le coge cariño y, si lo vendieran en muñeco, creo que más de uno y una se lo pediría para Reyes Magos. ¡Qué pena que solo esté cuatro días!

También, para los más pequeños y los no tan pequeños, está hecho El niño erizo que se puede ver en la Sala de los Balcones del Teatro Español. Espectáculo que lleva más de diez años girando y se nota, porque está engrasado, fluye, aunque todo y todos los personajes lo hacen los dos intérpretes que están en escena.

Obra que al estilo de los cuentos tradicionales cuenta la historia de una familia de campesinos que ante la falta de hijos se encomienda a la magia. Y el resultado es un niño que a la vez es un erizo. Claro, sufre el rechazo por su tendencia a hacerse una bola, a comer orugas vivas, a no lavarse y a pinchar con sus púas cuando se le va a abrazar. Lo que da lugar a la necesidad de irse para buscar su sitio.

Una historia que engancha muy bien en el principio, porque no está falto de humor, pero que tal vez pierde al público cuando se pone algo más seria. Aunque tiene esos personajes que se quedan fijados en la memoria y permiten repetir el chiste o la coletilla. Como ese rey que sale a explorar y siempre se pierde, por lo que su hija, la princesa, tiene que poner límites.

Para aquellos que estén buscando algo para más mayores, como pueden ser preadolescentes, El mundo está roto pero se puede caminar, en el Teatro de la Abadía, es la opción. Desde luego al director artístico de este teatro, el dramaturgo Juan Mayorga, no podía dejar escapar una obra como esta, que reivindica los libros, las bibliotecas y los juegos de palabras como forma de aprehender el mundo y lo que nos pasa.

Un trabajo muy bien hecho de la compañía vasca Inextremis teatro que parte de un hecho triste, la pérdida de una madre en un accidente —contado con el dramatismo suficiente sin cargar las tintas—, al que una preadolescente, en principio poco lectora, tiene que hacer frente. Un hecho que le provoca tristeza, ira, silencio y falta de apetito.

Emociones y reacciones nocivas que, gracias a los libros, mediados por su padre y una bibliotecaria, como la que todos querríamos tener en nuestra biblioteca de cabecera, es capaz de cambiarlas por emociones y reacciones que le ayudan a continuar. A entender que cuando algo se rompe, puede seguir siendo utilizado. Cómo un espejo roto se puede convertir en una bola de cristales de discoteca.

Historia en la que el humor está muy presente, a pesar de todo. Y a la que Fernando Bernués, el director de escena, ha sabido dar ese toque de  entrañable, de calor de hogar, de normalidad, de vida. Claro que, además del elenco, le ayudan grandes autores como Kafka, Cortázar, Stevenson, Skameta y sus novelas y cuentos y otros muchos más que Harkaitz Cano, el autor de la obra, introdujo en el cuento con el que ha ganado el Premio de Literatura Infantil y Juvenil en Euskera 2024.

A la salida, llama la atención el asombro de uno de esos preadolescentes que estaban en la sala de cómo la actriz principal, que se presenta al inicio como adulta, se convierte ante sus ojos en esa niña de doce con la que él de alguna manera se puede identificar. No se creía que una adulta pudiera representarle a él tan bien, que le conociera tan bien, como para poder comportarse y reaccionar como una más de su pandilla.

Y como fin de fiesta, desde luego Soñando el carnaval de los animales, en la sala grande del Teatro Español. Esa obra de títeres lleva girando durante muchos años por los grandes cosos operísticos, incluidos el Teatro Real y el Gran Teatre del Liceu, inspirada por el concierto El carnaval de los animales de Camille Saint-Saëns y que incluye música de Debussy, que una orquesta toca en directo.

Una gozada ver cómo a medida que suena la música los animales, grandes marionetas que parecen vivas, se van apareciendo en el escenario y ocupándolo. Comprobar como la música, el sonido, toma cuerpo y se hace imagen e imaginación. Una pieza con un gran finale que sorprenderá a todos.

¿Qué esté listado no le sirve? Pues no se hable más. Mire la cartelera que hay mucha diversidad y para todos los bolsillos para no quedarse en casa ni para dejar en ella a grandes y/o a pequeños en casa. Esto es una pequeña muestra de todo lo que se puede encontrar en Madrid en estas fechas.