La pesadilla que el compositor Chopin vivió en Mallorca, donde fue tratado como un apestado
Aunque el compositor Chopin creó algunas de sus mejores obras y composiciones en Mallorca, su estancia no fue todo lo feliz que pensó inicialmente.
La relación de Mallorca con Frédéric Chopin, uno de los compositores más célebres de la historia, no siempre ha sido fácil. Durante el invierno de 1838-1839, el músico polaco y la escritora George Sand pasaron unos meses en la localidad de Valldemossa, a donde se escaparon para vivir un intenso romance lejos de las miradas más curiosas de París y, de paso, encontrar un lugar con un ambiente más cálido que permitiese aliviar los efectos de la enfermedad pulmonar, tuberculosis, que le habían diagnosticado al compositor.
Chopin y Sand se instalaron unos meses en la Cartuja de Valldemossa, un monasterio del siglo XIV que alquilaron y convirtieron en su residencia. Allí, ambos vivieron un período creativo realmente prolífico en sus respectivas carreras. Chopin compuso varias obras notables, incluyendo algunas de sus famosas baladas, preludios y polonesas. Por su parte, Sand escribiría alguno de sus libros más memorables.
Sin embargo, la estancia de la pareja y de sus hijos en Mallorca no fue fácil, ya que la humedad del clima, lejos de paliar la enfermedad del compositor, la empeoraba y, además, los mallorquines dejaron de ser tan hospitalarios como pensaban. Algunos los consideraban excéntricos e, incluso, se llegó a decir que su enfermedad pulmonar era un castigo divino por su estilo de vida.
A pesar de la belleza de la isla, Chopin no lograba ponerse bien de salud y, para más inri, se pasó mucho tiempo sin poder tocar el piano, únicamente lo hacía en su Pleyel de 1837, que tardó en llegar unos meses desde Francia y estuvo retenido varias semanas más en el puerto por el impago de aranceles. Su piano, que tardó en llegar, no era de buena calidad y el compositor polaco se quejaba constantemente de su sonido.
Cuando Chopin y Sand decidieron abandonar la isla, el músico decidió poner a la venta el piano que el habían enviado, pero nadie quiso comprarlo porque, según cuenta el podcast Despierta tu Curiosidad, se había extendido el rumor de que un tuberculoso había tocado el instrumento musical. Finalmente, la hija del cónsul francés en las Baleares se decidió a comprarlo y lo guardó en su casa hasta morir.
Años más tarde, en 1932, los propietarios del piano lo trasladaron a la celda de la Cartuja de Valldemossa en la que se instaló Chopin en Mallorca. Es allí donde aún se encuentra el instrumento musical y que pueden visitar los turistas que se dejen caer por el archipiélago balear.