¿Es el rap el último género de música protesta?
La temática de las canciones que triunfan está muy alejada de la reivindicación.
Que las modas cambian con los años es algo biológico e inevitable. Es así, y debe serlo, pero hay algo que se ha transformado mucho en la música popular: su función social.
En la gran revolución musical de finales de los 50 y principios de los 60 (lo que hoy entendemos como la explosión del rock de mano de la cultura americana), la chispa que prendió la mecha fue la indignación de la juventud; las ganas de romper con el orden establecido.
Algo parecido sucedió en los años 80, cuando el rock se volvió obsoleto y nació el punk, otro de los momentos importantes en la historia de la música contemporánea. También hubo revoluciones musicales anteriores, como la del Jazz, y las ha habido después (Rap/Hip-Hop). En todas ellas estuvo presente algo que no existe en los géneros mainstream de hoy: la llama de la revolución. Una actitud irreverente ante el sistema, ese ente etéreo que dirige nuestras vidas, y que hoy, en los géneros populares, sólo conservan el rap y sus derivados. Pero, ¿como es posible? ¿En qué momento perdió la canción protesta su tirón mediático?
Aquí tenemos un ejemplo de una canción del año 1963 que consiguió la fama hablando de forma crítica (aunque sutil) de la sociedad de su tiempo. Esta canción de Bob Dylan llegó al número 2 de las listas de éxitos gracias a esta versión de Peter, Paul and Mary. ¿Imaginan algo así hoy en día?
Un vistazo rápido a las listas demuestra que la temática de las canciones que triunfan está muy alejada de la reivindicación. En la era de la justicia social, la música parece haberse desligado de los problemas urgentes de la sociedad para enfocarse en lo fácil y rápido, representado principalmente por el sexo. De hecho, es inimaginable encontrar un éxito de pop o reggaeton que profundice un poco en cuestiones como el inminente colapso del capitalismo o la precariedad laboral.
Entonces, ¿quién queda? ¿Quién es hoy el paladín de la música con causa? La respuesta está en el Rap y sus hijos (Hip-hop y Trap). Para ello utilizaremos como ejemplo dos canciones de rap moderno, ambas editadas en el 2023, en las que se percibe claramente esa rebeldía e insatisfacción que en otro tiempo dominaba las listas.
Generación Maldita, de Delarue y Morad, se lee como una divagación nocturna del gran Rimbaud. Construida sobre una base que apenas varía, parece más un poema que una canción, con ambos artistas intercambiando estrofas como púgiles enrabietados. La canción acumula casi 7 millones de reproducciones en Spotify con estrofas como:
Generación maldita, diamantes de dinamita/ La calle está diferente, los problemas no se evitan/ Algunos te ponen culo' pa' tener visita’/ Otros se parten la espalda para la paguita
Golpean a diestro y siniestro: a los influencers, al Estado que permite el desorden en las calles y después reparte 'paguitas', a una generación sin perspectiva que ha olvidado a sus mayores…
El rap facilita este tipo de letras por su carácter recitativo, que es lo que suele hacer la voz en vez “cantar” al uso. Recuerda, y por eso abría así el artículo, a los primeros folkies estadounidenses que cantaban para acabar con la guerra de Vietnam.
Además, las estructuras son bastante libres, siempre basadas alrededor de la letra, algo que no ocurre en otros géneros, donde lo que manda es una melodía pegadiza que factura en forma de clicks.
La segunda canción para nuestro ejemplo es incluso más poética. Señores en el Brunch de SFDK y Kase.O lo deja muy claro en su segunda estrofa:
Levanta la cabeza del móvil que paga papá /Y observa tu futuro inexistente /Antes hallabas anarcas, apátridas, ácratas/ Ahora no sé en qué está la gente
Resulta impensable una letra así en un reggaeton/pop radiofónico. En cambio, por la actitud, pasado y mentalidad de los artistas que trabajan el rap, en este género es casi un must.
El rap viene de la calle, de la pelea eterna entre privilegio y desesperanza que se libra todos los días en callejones y soportales. Mencionan a Galdós, critican la red de Renfe, lanzan un sutil dardo a un tal "Sánchez" e ironizan comparando a raperos amateurs con Leticia Sabater. La canción es una masterclass de latigazos poéticos, sin tomar rehenes ni inventar excusas, en un reflejo perfecto de lo que es la canción protesta.
En su momento, fueron folkies con guitarra y pluma cantando contra la guerra. Después, punkies con distorsión que rechazaban la mentalidad de sus padres. Hoy, son los raperos y sus rimas punzantes. Lo importante, y me despido, no es el cómo o el qué; es que no nos falten nunca.