¿En qué se parecen 'Quédate', de Quevedo, y 'Si no estás', de Íñigo Quintero?
Análisis musical de dos canciones que coronan las listas de éxitos.
Avanza la tecnología y se impone el algoritmo… para que todo vuelva a su raíz. Es una de las infinitas paradojas que dominan el mundo moderno. La música comenzó con el ritmo, que es lo mismo que el movimiento y, también, la representación corporal del latido del corazón.
Los historiadores coinciden en que, después del ritmo (palmadas, golpes de pie en el suelo), apareció la melodía, que no es otra cosa que el canto. Con el canto entra en la música la emoción, pues cada voz es única y cada corazón tiene una historia que contar.
Tomando dos canciones que parecen muy distintas, Quédate, de Quevedo y Si no estás, el gran éxito de Íñigo Quintero, llegaremos a una de las claves del pop moderno: menos es más.
El éxito de Si no estás, el single minimalista de Iñigo Quintero, nos lleva a un mundo pasado, en el que con ritmo y melodía sobraba para contar una historia. La idea, reciclada durante milenios, podría incluso compararse con los esclavos del Mississippi, que, con guitarra y voz, crearon el Blues.
Quintero presenta una canción con ritmo (un bombo constante y un pequeño shaker apenas audible) y melodía; su voz. Rellenando el vacío invisible entre ambos elementos, un piano de notas largas, apenas un colchón. Cuatro elementos que entran y salen, siempre al mismo volumen, y que, con su aparición (o desaparición), crean la sensación de "más" y "menos".
El primer ejemplo se puede encontrar en el segundo 00:18.
El intercambio de piezas es constante. En la segunda frase (00:22), entra un shaker que, sin apenas tiempo para establecerse, desaparece con la batería. Una frase después, vuelve la batería (sin el shaker), y empieza otra vez la subida.
En una de las repeticiones (00:54), y para añadir un nuevo color, se puede escuchar un bajo que apenas toca. Cuatro notas largas, de apoyo, y de repente la canción se refresca. Sucede lo mismo con la guitarra del final, una melodía sencilla que vuelve a lanzar la canción con un sonido nuevo. Para el oído, este baile de estímulos que aparecen y se van (como personajes terciarios en obra de Shakespeare) es un gancho constante y representa una de las ideas más difíciles de todo arte: menos es más.
Quédate, del canario Quevedo, aunque más potente en todos los sentidos, sigue la misma idea. Nunca se repite una parte más de dos veces, constantemente entran/desaparecen elementos o se rompe el ritmo (como podemos escuchar a partir del 1:00 o en cada drop de la canción). Parece mucho más dinámica que el éxito de Quintero pero, en realidad, es cuestión de volumen. El tema se basa en los mismos elementos: una melodía simple pero adictiva, un ritmo constante en cuatro tiempos, que es la norma de la música popular, y un par de efectos sencillos para rellenar el vacío invisible debajo de la voz.
Ambas son canciones cortas, nostálgicas, un poco tristes y representan el ejemplo perfecto de cómo se está construyendo la cultura popular, alrededor de un puñado de partes sencillas que individualmente no brillan, pero que al juntarse… coronan las listas de éxitos.
Si, como dijo el gran bardo, el mundo es una obra de teatro y nosotros sólo actores (que puede ser), apliquémoslo a la música. El triunfo de estas canciones es la cohesión del todo sobre las individualidades, una filosofía casi zen que está cobrando fuerza en el mainstream musical. Y así, tras siglos y siglos de evolución, el humano, de forma inconsciente, vuelve a su origen; hay quien lo llamaría poesía.