El nacimiento de la clase ecológica
Entrevista con el sociólogo danés Nikolaj Schultz.
El ecologismo no se ha constituido como clase social. ¿Es factible que surja una clase ecológica, al igual que la historia vio nacer una clase proletaria o burguesa? En el Manifiesto ecológico político (Siglo XXI, 2023), el sociólogo danés Nikolaj Schultz analiza esa posibilidad. Este breve libro, coescrito con el eminente sociólogo Bruno Latour, pone la ecología en el centro de la reflexión política y proporciona claves para entender el futuro que se aproxima y el nuevo régimen climático en el que ya vivimos.
¿Por qué los partidos ecologistas no terminan de despuntar?
Habrá muchas razones, pero uno de nuestros argumentos es que no han sabido conectar bien con la lucha política y cultural de las ideas. Los votantes no reconocen una ideología consistente y profunda, o al menos no creen que pueda competir dentro del universo de ideas, afectos e imágenes que implican otras ideologías como las liberales o las socialistas. El ecologismo se ha convertido en una mera visión pedagógica de su proyecto político: la catástrofe hará que nos unamos bajo la bandera de la madre naturaleza.
Esa manera de ver las cosas es un error. El fin del mundo no es un incentivo para el votante. Votar es, por definición, una cuestión de elección, de ahí que nadie quiera apostar por un partido o por un candidato al que irremediablemente hay que votar. En lugar de eso, se necesita un repertorio cultural de ideas y valores que hagan deseable ese proyecto. La gente tiene que poder identificarse con él. En este sentido, la ecología política ha fracasado.
¿Cómo se redefine el proyecto ecologista?
Tendrá que hallar una concepción positiva de su ideario. ¿Quién va a querer votar una ideología política que delimita la libertad y solo quiere decrecer? Hay que invertir los términos. No deberíamos hablar de decrecimiento, sino de prosperidad, ya que el desarrollo actual destruye las condiciones de habitabilidad del planeta. Asimismo, la ecología se puede ver como un relato de emancipación, es decir, como una forma de libertad frente a las consecuencias destructivas de la producción. Este nuevo enfoque nos permitiría establecer buenas relaciones con los humanos y los no humanos de los que dependemos para prosperar.
La ecología seguirá siendo un territorio desértico mientras no se redirijan esos afectos políticos.
¿Y será el proyecto ecológico algo evidente cuando prospere?
La naturaleza no es un tratado de paz, sino más bien una declaración de guerra. En lugar de cerrar los conflictos sociales, los multiplica, tanto a escala local como global. Dicho de otra manera: la ecología no crea consenso, sino disenso, y nos conviene salir de ese falso tratado de paz cuanto antes. Si el proyecto ecológico quiere alcanzar autonomía, debe reconocer sus objetivos en base a esos conflictos. La ecología política tiene que aceptar que conlleva divisiones y ha de ofrecer una cartografía convincente de los conflictos que genera. Así es como se podrá definir un horizonte común de acción colectiva.
¡A mí todo me suena muy marxista. ¿No será que basta releer a Marx para abordar el ecologismo?
Los ecomarxistas como Jason Moore dicen que la explotación de la naturaleza hizo posible la explotación del trabajador y viceversa. Y tienen razón en eso. El problema es que no ven que los procesos destructivos de la producción han intensificado la lucha de clases en torno a la reproducción social, pero más allá de la esfera de la producción. No son capaces de ver que las personas ya no están explotadas únicamente por los medios de producción, es decir, por el trabajo y la apropiación de la plusvalía del trabajador; los estilos de vida de muchas personas prosperan a expensas de otros colectivos que ya no pueden ocupar un territorio habitable o tener acceso a unas condiciones básicas de existencia. Así que se podría decir que Marx tenía razón, pero ahora está equivocado.