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El joven rey de Castilla que falleció a los 13 años por una pedrada en la cabeza

El joven rey de Castilla que falleció a los 13 años por una pedrada en la cabeza 

Su muerte fue ocultada durante un tiempo.

Cantos rodados, guijarros y arena del fondo de un río de montaña - Fotografía de stockGetty Images/iStockphoto

Gobernar un reino nunca ha sido tarea fácil, pero hacerlo incluso siendo menor de edad lo hace aún más complicado. La historia ha sido testigo de monarcas que ascendieron al trono en su infancia, algunos dejando una huella imborrable y otros desapareciendo de la memoria colectiva. Sin embargo, pocos reyes han tenido un destino tan trágico e inesperado como el del joven soberano cuya historia nos ocupa.

Criado en el seno de una de las familias más poderosas de su tiempo, su destino parecía estar escrito desde el momento de su nacimiento. No era el primogénito, ni siquiera el segundo en la línea de sucesión, pero la muerte prematura de sus hermanos lo llevó, casi por casualidad, a ocupar el trono a una edad en la que todavía no podía comprender el peso de la corona. Así fue como Enrique I de Castilla subió al trono.

Fue un reinado corto, marcado por la inestabilidad y las disputas familiares, pero lo que realmente lo haría pasar a la historia no sería su gobierno, sino la manera absurda e impensable en la que encontró la muerte.

Un ascenso inesperado al trono

El joven Enrique I nació en 1204 y pasó sus primeros años como un príncipe sin preocupaciones. Su padre era un rey respetado, su madre provenía de una de las dinastías más influyentes de Europa y sus hermanos mayores parecían destinados a continuar el linaje en el trono, pero el destino tenía otros planes.

Con apenas diez años, se encontró de arrepentido convertido en rey. La muerte de su padre y, poco después, la de sus hermanos lo dejó como el único heredero varón. El peso de la corona recaía sobre los hombros de un niño, demasiado joven para gobernar por sí mismo. Por ello, la regencia quedó en manos de su madre, y tras su caída, en su hermana, una mujer fuerte e inteligente que supo manejar los asuntos del reino en su nombre.

Sin embargo, no todos estaban de acuerdo con que su hermana asumiera el control. La Casa de Lara, una poderosa familia noble, vio en el joven monarca la oportunidad de manejar el reino a su antojo y tratado de evitar que su hermana asumiera la regencia. Esto generó tensiones y conspiraciones en la corte, mientras el niño rey crecía rodeado de intrigas políticas que apenas alcanzaba a comprender.

El día en que todo cambió

El 26 de mayo de 1217, el joven rey tenía apenas trece años. Como cualquier otro niño de su edad, disfrutaba de los juegos y la diversión en los jardines del palacio episcopal de Palencia. Ese día, mientras se entretenía con otros niños de su edad, ocurrió lo inesperado.

Una piedra, desprendida de una de las torres cercanas, cayó desde lo alto e impactó directamente en su cabeza. El golpe fue brutal. El pequeño monarca quedó inconsciente de inmediato, ante la mirada atónita de quienes le acompañaban.

Álvaro de Lara, uno de los nobles que lo custodiaba, sabía que la vida del niño pendía de un hilo y que, si moría, la situación política del reino daría un giro drástico. Ordenó a los médicos que hicieran todo lo posible para salvarlo. Intentaron reducir la inflamación y quitar el coagulo que se había formado en su cerebro, pero no había nada que hacer. Murió el 6 de junio de 1217, tras diez días de agonía.

El encubrimiento y la lucha por el poder

La muerte del monarca no fue anunciada de inmediato. Álvaro de Lara intentó ocultar lo sucedido, trasladando su cuerpo en secreto al castillo de Tariego. Su objetivo era ganar tiempo para mantener su control sobre la corona y negociar su futuro en la corte.

Pero la noticia no tardó en llegar a oídos de su hermana, quien, al enterarse de lo ocurrido, se proclamó inmediatamente reina de Castilla. Poco después, transfirió el poder a su hijo, Fernando, quien pasaría a la historia como Fernando III el Santo, quien además consolidó el reino de Castilla y León y avanzó en la Reconquista.

Finalmente, el joven rey fue trasladado a Burgos , donde recibió sepultura. Su reinado fue breve, su legado casi inexistente, pero su muerte quedó grabada en la historia como una de las más simples y trágicas.