Sobre el arte de dedicar
En esto de las firmas, hay autores para todo. Algunos siempre escriben lo mismo, independientemente del lector que se les acerca. Firman y ya está. Hay otros que se esmeran muchísimo, escriben largas dedicatorias e incluso trabajan mucho su caligrafía, echando mano incluso de dibujos.
Me toca firmar este fin de semana en la Feria del libro de Madrid. No me quejo. Es algo que me gusta, disfruto charlando con los lectores (tampoco mi presencia suele crear filas interminables, en cuyo caso, sería de mala educación demorarme demasiado con cada lector), les pregunto qué les ha gustado de mis libros y lo que no. Saber cómo me ven desde fuera.
En esto de las firmas, hay autores para todo. Algunos siempre escriben lo mismo, independientemente del lector que se les acerca. Firman y ya está. Hay otros que se esmeran muchísimo, escriben largas dedicatorias e incluso trabajan mucho su caligrafía, echando mano incluso de dibujos.Yo soy de aquellos escritores a los que no les gusta firmar siempre lo mismo. Me gusta hablar con los lectores y después inventarme algo especial para la dedicatoria. Lo que me inspire la persona que tengo delante. O lo que me pida.
Dicen que Antonio Machado siempre firmaba lo mismo, utilizaba esta misma fórmula: "En la amistad y el cariño". Y así lo corroboré cuando visité en Salamanca la casa museo de Unamuno. Una casa preciosa donde descubrí cómo escribía el bilbaino, utilizando fichas de papel, tal vez, para vencer el miedo al enorme folio blanco. Me contaron que dormía en la misma pequeña cama en que se murió su hija, y que su toga de rector era de prestado. En su biblioteca, había ejemplares en diferentes lenguas y libros dedicados por autores amigos. Había uno de Machado con la misma dedicatoria de siempre, "Para Miguel de Unamuno, en la amistad y el cariño".
Dejé Salamanca y me detuve para comer en Segovia. En el restaurante había fotos de personalidades que habían visitado el local, artistas, políticos, deportistas. Cuando me levanté para ir al baño, me entró la curiosidad para ver qué fotos habría en la planta de arriba. Me asombró ver una foto de Millán Astray, envuelto en una gran bandera española y en posición de firmes. Aquel señor que gritó delante de Unamuno eso de "¡Viva la muerte, muera la intelectualidad traidora!" o "¡Muera la inteligencia!", según versiones. Horrorizado, descubrí que había firmado la foto utilizando la misma dedicatoria que Machado, "en la amistad y el cariño".
Os espero este fin de semana en Madrid. Pero que nadie espere que firme como Machado. Por si acaso, mejor inventarme fórmulas nuevas.