Sobre el hecho de estar gorda
Mi sueño, por supuesto, es perder peso. No obstante, si sigo sin conseguirlo, ¿nunca volverán a verme como la persona que solía ser? ¿Habrá alguien que rectifique, me mire y quiera conocerme, o simplemente seguirán viendo que estoy gorda?
Estoy gorda. Es algo que no se puede discutir.
También soy inteligente, culta y una mujer de éxito. Al mirarme, puede que nadie se imagine que soy la directora de una gran empresa, o que di a mi hijo en adopción, o que superé un grave fallo renal y un trasplante de riñón que me salvó la vida. Probablemente, tampoco se imaginarán que hablo árabe y que fui intérprete en una excavación arqueológica en Siria. ¿Se imaginaría alguien que he estado dos veces casada y que fui atleta? Tengo muchas historias, pero como estoy gorda, quizás nunca llegues a saber esto sobre mí.
Como ves, yo y muchas personas más como yo, nos enfrentamos a una de las pocas aceptables formas de discriminación. Puede que algunas personas me juzguen por mi apariencia, y den por hecho que soy estúpida, vaga o que como patatas fritas y helado todo el día. Quizá también den por hecho que no me cuido o no me preocupo por mí misma. Sólo ven la gordura. Me tratan de forma distinta a como tratan a las mujeres más delgadas y más atractivas que yo. Lo sé porque yo no he estado gorda siempre. Yo también ignoraba a los gordos e incluso tenía esos prejuicios crueles hacia ellos. Cuando habitaba un cuerpo diferente, no sabía lo distinta que sería mi vida y cómo me sentiría en un cuerpo gordo.
Mi transformación ha sido notable. He pasado de ser una mujer confiada, divertida, inteligente y guapa a una versión tímida de lo que antes fui. Me avergüenzo de mí, intento no ser vista y trato de encontrar el lugar que me corresponde en el mundo.
Pero no me malinterpretéis: no quiero estar gorda. Quiero sentirme como antes. Estoy permanentemente a dieta y pruebo todas las que van saliendo. Veo programas para perder peso y fantaseo sobre ello. Hago ejercicio con un entrenador personal; me obsesiono por la comida y por las calorías que tiene cada alimento. Como un montón de verduras y soy muy creativa cocinándolas. Me desilusiono y me vuelvo a levantar. Pero desde que me hicieron el trasplante y desde que tomo esteroides para evitar que el cuerpo rechace mi nuevo riñón, parece que no soy capaz de quitarme los kilos que cogí después de la operación que me salvó la vida. Pero la cosa no va de adelgazar.
Me impresiona lo inferior que me siento ahora. Me siento invisible. La gente evita el contacto visual conmigo. A veces me tratan mal o me ignoran. Vivo con el miedo constante a que mi peso se convierta en mi larga lista de miedos, que ahora controla todos mis pensamientos. Tengo miedo de que me echen del trabajo porque "no represento bien a la empresa" o de no encontrar nunca más a un hombre que me quiera porque ya no soy atractiva. Me pregunto si a la gente le dará vergüenza que la vean conmigo. Tengo miedo de que alguien me diga algo terrible como "aléjate de los donuts, culo gordo", o que se quejen en voz alta de tener que sentarse a mi lado en el avión... otra vez. Y sí, la pregunta del millón: ¿me moriré joven por la grasa de mi cuerpo?
¿Sabrá alguien la maravillosa vida que he tenido y la persona que he sido? ¿Sabrán las aventuras que he vivido y la gente que he conocido? Experiencias inolvidables como montar a lomos de un caballo los sábados por la mañana en las pirámides de Giza cuando vivía en El Cairo; soportar un interrogatorio a punta de pistola en Siria; vivir en Yemen; trasladarme a Egipto cuando tenía 13 años; padecer lupus; y criar a un hijo sola. Tengo miedo de que la respuesta a estas preguntas sea negativa. Del mismo modo que hay personas discriminadas por el color de su piel, a mí me discriminan o me hablan mal por tener este cuerpo. La gente no quiere conocerme, pues dan por hecho que soy algo diferente a lo que en realidad soy. La diferencia clave es que existe una legislación y una conciencia social contra la discriminación racial (¡que sigue existiendo!). Pero discriminar a los gordos todavía es socialmente aceptable y, de hecho, ocurre continuamente.
Mi sueño, por supuesto, es perder peso. No obstante, si sigo sin conseguirlo, ¿nunca volverán a verme como la persona que solía ser? ¿Habrá alguien que rectifique, me mire y quiera conocerme, o simplemente seguirán viendo que estoy gorda?
Este artículo fue publicado originalmente en la edición estadounidense de The Huffington Post y ha sido traducido del inglés por Marina Velasco Serrano.