Mereció la pena esperar
El discurso del presidente de Estados Unidos y ya también candidato oficial cerró anoche con notable éxito la convención demócrata en Charlotte. Su alocución fue de nuevo muy político en el buen sentido, ideológico, con el fin de demostrar que este país está frente a una elección que va a condicionar su futuro más que nunca por muchos años.
El discurso del presidente de Estados Unidos y ya también candidato oficial cerró anoche con notable éxito la convención demócrata en Charlotte. Antes tuvimos que pasar más de cinco horas en nuestros asientos en una larga sesión en la que destacaron los discursos de John Kerry y Joe Biden, las intervenciones de Scarlett Johansson y de una cada vez más política Eva Longoria, y en la que incluso pudimos disfrutar de la actuación de los Foo Fighters. Aunque se hiciera largo mereció la pena porque el discurso final de Obama volvió a ser, al menos en su segunda parte, el del brillante orador ante el que medio mundo se rindió en 2008.
En los próximos días comprobaremos cual ha sido el efecto de ambas convenciones en la opinión pública y, aunque es pronto, debería mostrarse cierto progreso del apoyo hacia los demócratas. La economía va a centrar esta campaña y los republicanos lo saben, históricamente muchos presidentes perdieron la reelección cuando las cosas fueron mal dadas, pero esta vez es diferente. No existen precedentes en cuanto a la profundidad de la crisis, la administración Obama ha logrado parar la deriva provocada por las políticas conservadoras e incluso se empiezan a notar algunos efectos, aunque sí, todavía es pronto. En Tampa, los republicanos no sólo no consiguieron explicar cual es su alternativa económica sino que el perfil liquidador de empresas de Mitt Romney los dejó en evidencia. Nadie duda de que si ganan su plan oculto aflorará, dañando quizás de manera irreversible el debilitado sistema social, público pero también civil y privado, que mueve este país desde abajo hacia arriba garantizando a duras penas a sus ciudadanos esas oportunidades que aquí llaman sueño americano. Sería, como dijo Obama, un retorno a recetas ya fracasadas.
A pesar de que el partido demócrata encarna mucho mejor que el republicano lo que son los Estados Unidos de hoy, y de que las convenciones constituyen el gran momento en el que fluyen los partidos representados por sus cientos de miles de voluntarios, las organizaciones sociales de todo tipo y el sector privado, logrando una simbiosis que en Europa no hemos sido todavía capaces de sintetizar, a pesar de todo ello, he detectado también aquí la fatiga y desencanto ciudadano con la política que vivimos en Europa. Por eso el discurso de Obama fue de nuevo muy político en el buen sentido, ideológico, con el fin de demostrar que este país está frente a una elección que va a condicionar su futuro más que nunca por muchos años. Mejor todos juntos que desde la más absoluta soledad, vino a decir, reivindicando un modelo de sociedad inclusiva y tolerante capaz de asegurar oportunidades para todos, que no deje a nadie atrás, y que para ello debe contar con un gobierno que tome decisiones.
La educación, la defensa de la industria frente a la especulación financiera con el gran ejemplo del rescate público de General Motors, la sanidad universalizada por Obama, la igualdad con todas sus consecuencias, salarial para hombres y mujeres, de derechos para las familias con progenitores del mismo sexo, el matrimonio gay, marcaron el arranque de un discurso que eclosionó con brillantez al final. Entre todos podemos, hay que seguir hacia adelante, ni un paso atrás, no nos van a robar el sueño americano -en las largas horas de sesión se proyectaron vídeos con historias de superación y ascenso social sin tregua-, fueron la mejor parte del discurso de Obama. Un presidente pragmático pero también muy a la izquierda en el espectro político norteamericano que no duda en reivindicar con mucha seguridad en sí mismo una sociedad más justa en la que desde el gobierno se puede ayudar a solucionar los problemas de los ciudadanos.
En definitiva, un digno discurso de máxima audiencia que va a marcar la campaña y los comentarios y análisis políticos de las próximas semanas hasta que Obama y Romney se vean las caras en los debates.