Antoni Ibern Eroles: un siglo de supervivencia
Tras este nombre anónimo se esconde una trayectoria que le llevó, en un doloroso viaje de ida y vuelta, desde la población leridana de Àger, hasta el campo nazi de Mauthausen. Su largo siglo de vida es un ejemplo en valores como la lucha por la libertad, la resistencia, la dignidad y la solidaridad.
Tras este nombre anónimo se esconde un siglo de supervivencia, en una trayectoria que le llevó, en un doloroso viaje de ida y vuelta, desde la población leridana de Àger, hasta el campo nazi de Mauthausen. Ha sido por una de sus nietas, Noemí, por quien hemos conocido el aniversario de Antoni, quien todavía recuerda los pasajes más dolorosos de su experiencia durante su deportación.
Su vida transcurría en Àger trabajando las tierras familiares hasta que se desató el golpe militar del 18 de julio y el inicio de la Guerra de España, que cambiarían, para siempre y de forma dramática, su vida familiar y la de millones de personas. Antoni había ido como segador a Albesa, una población cercana, y en los primeros días de septiembre, junto a un grupo de jornaleros, decidió alistarse en una de las unidades destinadas al frente de Aragón.
Fue herido en un ojo por la metralla de una bomba, lo que le mantuvo varios meses alejado del frente. Posteriormente participó en la Batalla del Ebro para iniciar, a continuación, el incierto camino del exilio. Al igual que tantos otros miles de compatriotas fue internado en los campos del sur de Francia (Le Vernet y Septfonds) desde donde, ocasionalmente, pudo salir a trabajar a alguna de las explotaciones agrícolas de los alrededores. Definitivamente optó por alistarse en una de las Compañías de Trabajadores Extranjeros con destino a las obras defensivas de la línea Maginot.
La invasión alemana y la derrota de Francia dejaron en el desamparo más absoluto a los republicanos de las Compañías y Antoni, junto a otros muchos compañeros, huyó hacia las playas de Dunkerque. Los oficiales aliados les impedían acceder a los barcos de evacuación mientras que la aviación alemana ametrallaba a los concentrados en las playas y miles de republicanos huyeron a la desesperada hasta que, la mayor parte de ellos, fueron hechos prisioneros en las siguientes jornadas. Antoni fue detenido el 22 de junio y trasladado a un campo de prisioneros de guerra (stalag) ubicado en las cercanías de la ciudad de Estrasburgo.
En diciembre, un grupo de unos 850 republicanos fue obligado a subir a los vagones de un tren de carga con destino desconocido. Las penalidades del viaje, contadas por Antoni, hablan del hacinamiento, del cansancio, del hambre, del dolor, del olor a excrementos,... Un viaje que nada bueno podía esperarles al final de trayecto. En la estación de Mauthausen, conocieron el trato inhumano de los SS que actuaban con extrema violencia para hacerles descender del tren y conducirles hasta el campo.
Tras los formulismos establecidos para la recepción de los recién llegados, les fue distribuida la ropa, el triángulo azul -el identificativo de los apátridas- y el número de matrícula. A Antoni le fue adjudicada la 4896 que conservó durante los cuatro años y medio que duró su estancia en el campo. Estuvo destinado en la cantera, utilizó un martillo compresor para arrancar los bloques de granito, también trabajó en el Danubio cargando bloques de piedra en las barcazas que los distribuían por las ciudades austríacas o alemanas y, más tarde, en la enfermería, donde conoció las condiciones en que malvivían los enfermos y heridos, muchos de los cuales acababan muriendo o eran eliminados directamente. Años más tarde (La Vanguardia, 7/11/2000) recordaba: "Aquello estaba pensado para exterminar, para matar lentamente a las personas... Cuando nos levantábamos por las mañanas había decenas de prisioneros carbonizados en la valla eléctrica del recinto. Se suicidaban por la noche porque no soportaban aquella vida".
Antoni tuvo suerte y pudo llegar vivo a la liberación el 5 de mayo de 1945. Momento en que se puso en evidencia una de las características propias del colectivo de los deportados republicanos: su orfandad. ¿Dónde podían dirigirse? Nadie les reclamaba como suyos. ¿Qué hacer? Por fin, Francia les aceptó y fueron repatriados. Antoni fue trasladado a París, por los americanos, el 6 de junio de 1945. En la capital francesa permaneció varios meses recuperando fuerzas y adquiriendo una documentación que le identificase legalmente, puesto que nada tenía salvo la precariedad con la que había sido rescatado del campo.
De París, Antoni de dirigió hacia el sur, hacia Toulouse, la ciudad de los exiliados republicanos. Allí se instaló y fue incorporándose a una vida laboral que no le satisfacía. Aguantó cuatro años, pero la muerte de un compañero de Mauthausen fue lo que le animó a tomar la decisión de regresar. De nada tenía que arrepentirse, él sólo había cumplido con el deber de defender la legitimidad republicana y en octubre de 1949, cruzó la frontera, presentándose en su domicilio en Àger.
Pero la familia estaba marcada. Su padre había sido fusilado por los franquistas el 14 de diciembre de 1938. Su madre y su hermana habían sido encarceladas: su hermana, por ser menor de edad, pasó en prisión un año, pero su madre permaneció cinco largos años en la cárcel. Su hermano Josep había luchado en la Guerra Civil, en el exilio se alistó en la legión Extranjera y combatió contra los nazis; cuando fue desmovilizado regresó a España, fue detenido, condenado por un tribunal militar y tras ser puesto en libertad en 1941, pasó a Francia colaborando con los grupos que ayudaban a evadirse, por los Pirineos, a los perseguidos por el nazismo (ver enlace a su biografía).
Las cosas estaban muy mal en Àger, peor de lo que él había imaginado y Antoni permaneció cinco largos meses escondido, sin salir para nada, sin dejarse ver, durmiendo, a veces, en el desván. ¡Prisionero, de nuevo, y en su propia casa! Aquello no era vida y el 9 de febrero de 1950 salió para ir a trabajar al campo. La Guardia Civil fue a buscarlo, lo detuvo y lo encerraron en el calabozo del cuartel, donde permaneció varios días, tras los cuales fue trasladado a la prisión de Balaguer y posteriormente, conducido brutalmente a la Audiencia de Lérida. Tuvo que pasar otros cinco meses en la cárcel hasta que, revisada su causa, fue puesto en libertad.
Esa era la triste realidad de Antoni y la de los otros supervivientes, que habían decidido regresar a España en los años inmediatos a su liberación. Mientras que sus compañeros internacionales eran tratados, en sus países de origen como héroes, eran reconocidos y cuidados, en España corrían peligro de ser denunciados, perseguidos y represaliados. Al drama de su experiencia, vivida durante su deportación, tuvieron que sumar la rabia de la opresiva realidad española que les condenaba al silencio y al ostracismo.
Antoni no se derrumbó, no había luchado y sufrido tanto para acabar derrotado y humillado. La vida seguía, conoció a María, la que se convertiría en su esposa en septiembre de 1951. Sus hijos Antonio y Montserrat nacieron en 1952 y 1958 respectivamente y Antoni se dedicó a la agricultura en Àger hasta su jubilación.
Una vida tan dura deja secuelas psicológicas indelebles que sólo pueden ser superadas por una personalidad fuerte y un entorno familiar positivo. Antoni, afortunadamente, ha tenido lo uno y lo otro, pero las secuelas físicas han sido más crueles: la herida en un ojo, durante la guerra, y la falta de cuidados, durante el exilio y su deportación, fueron agravando progresivamente su vista hasta que, hace unos años, la perdió definitivamente. Antoni, sigue en Àger, acompañado por su esposa y por sus compañeros de residencia. Siente muy próximos a los suyos, que le han acompañado en la celebración en su cumpleaños centenario. Su largo siglo de vida es un ejemplo donde identificarnos quienes creemos en valores imprescindibles como la lucha por la libertad, la resistencia ante las dificultades, la dignidad de todas las personas y la solidaridad universal. ¡Gracias Antoni!
-----
Este artículo se publicó originalmente en el blog del autor, en dos entregas más extensas:
http://aragonesesexilioydeportacion.blogspot.com.es/2013/06/antoni-ibern-eroles-un-siglo-de.html
http://aragonesesexilioydeportacion.blogspot.com.es/2013/06/antoni-ibern-eroles-un-siglo-de_16.html