Urgente: rescatar la solidaridad
Campa en Europa una visión de la reunión de Roma -Monti, Merkel, Hollande y Rajoy- celebrada a escasa fecha de un enésimo Congreso Europeo "make or break" (algo así como la vida o la muerte... del euro). Y no es desalentadora: ha abierto por vez primera en cuatro años un resquicio, todavía no de esperanza, sí al menos de oportunidad.
La buena noticia es que se ha hablado -¡por fin, ya iba siendo hora!- de crecimiento. Y no sólo de recortes y de "ajustes". Es lo que los socialistas europeos veníamos reivindicando durante cuatro largos años. No es por casualidad que se haya arbitrado una cifra -130.000 millones de euros, según se dijo ese día -que involucraría la movilización de recursos europeos ya existentes y la articulación de un nuevo "fondo de redención" que apunta incipientemente, si no a la "mutualización" (los aplazados eurobonos que no tendremos "mientras viva" la canciller alemana, según su propio dicterio), sí al menos la resurrección de la fenecida política de solidaridad en la UE.
La mala noticia, primero, la aporta su indefinición respecto al montante exacto (ahora se revisa a la baja), a su financiación (qué cuota, qué organismos participan y cuánto ponen los Estados miembros), y en cuanto a su articulación (con qué destino finalista y con qué impacto calculado en la generación de empleo).
Peor, y más importante, ha sido la puesta en escena, de nuevo intergubernamental y a través de un subconjunto (las cuatro economías mayores de la zona euro) que ni representa al espacio de la moneda única ni compromete tampoco a las instituciones comunes; es más, de nuevo se elude el método comunitario caminando en un carril que nada tiene que ver con lo prefigurado en el Tratado de Lisboa.
El Consejo del 28 de junio ha reiterado posteriormente todas las liturgias de la insoportable sucesión de cumbres anteriormente fallidas: nada menos que 23 a lo largo de la crisis, todas acompañadas de redobles de tambor y fanfarria altisonante, todas invariablemente anunciadas como "históricas". Su "mensaje a los mercados" constituiría una contraoferta definitiva de garantías que los especuladores contra el euro no podrían desoír.
Sí, es cierto que, por vez primera, la sensación generada no ha sido -como en todas los demás cumbres- la del estupor, la decepción y la consternación ante la increíble ceguera y levedad de los llamados "líderes" ante la apabullante gravedad de los embates. También lo es que el factor que ha alterado la ecuación es muy distinto al que resuena entre los propagandistas del PP y de Rajoy: no se llama Mariano, sino François, y es ese homme normal por cuya alternativa a Merkel los franceses decidieron despedir a Sarkozy.
Queda todo por hacer. En el corto plazo, recapitalizar las entidades financieras dañadas -entre ellas, las Cajas españolas- sin que ello repercuta de sopetón en un aumento abrupto de entorno a 10 puntos de deuda en relación del PIB. El problema, como se ve, no era la deuda pública sino la deuda privada: que no es tolerable que sean sólo los Estados -ergo, los contribuyentes- quienes hayan de penar por ellas.
En el medio plazo, reinvertir generando empleo exige sin demora el rescate de la solidaridad en la UE. Acabar con este sórdido periodo dominado por la consigna merkeliana del "sálvese quien pueda": cualquiera que sea la dificultad, cada país ha tenido que financiarse como pueda en los mercados sin apoyo ni respaldo de los que están mejor. Y a largo plazo, deshacerse de lo que queda del binomio que dio en llamarse Merkozy.