Sin presupuesto ni recursos no hay salida de la crisis
La Unión Europea se enfrenta esta legislatura 2014-2019 ante la última oportunidad para curar las profundas heridas de esta crisis que no acaban de cicatrizar. Para ello debería acertar con la estrategia y las medidas adecuadas para reflotar Europa, y evitar que este mandato acabe, no ya como una decepción u oportunidad perdida, sino como un auténtico desastre.
Habitualmente, los plenos del Parlamento Europeo en Estrasburgo del último trimestre del año se concentran en la discusión del presupuesto de la UE para el siguiente ejercicio. En este año 2016 se debate además la llamada Mid Term Review (Revisión de Medio Mandato), por la que el Europarlamento evalúa el nivel de cumplimiento del llamado "Marco Financiero Plurianual" (MFF, por las siglas en inglés de las antes denominadas "Perspectivas financieras"), con sus techos de gasto para el periodo 2014-2020.
A mi juicio -lo vengo subrayando hace tiempo-, nos hallamos ante la última oportunidad. Esta legislatura 2014-2019 es verdaderamente la última oportunidad de que esta segunda legislatura, marcada por una crisis cuyas profundas heridas no acaban de cicatrizar, acierte con la estrategia y medidas adecuadas para reflotar Europa. De no hacerlo, el cierre de este mandato 2014-2019 sería, no ya una "decepción" u "oportunidad perdida", sino un auténtico desastre.
En efecto, los niveles de adhesión al proyecto europeo entre los ciudadanos de los Estados miembros (EE.MM) han caído a mínimos históricos, incluidos aquellos países de mayor índice de apreciación positiva, como es el caso de los países tradicionalmente euroentusiastas, España, Portugal e Italia. Se avecinaría una catástrofe si esta legislatura se resignarse sin más a cronificar el malestar desatado por el manejo de la crisis con el recetario sádico y contraproducente de la "austeridad recesiva".
Quienes se sienten perdedores de la globalización y de la exacerbación de las desigualdades no esperan más cataplasmas ni placebos: se ha reducido a cero su nivel de tolerancia ante la "langue du bois" y la parsimoniosa inercia con que la Comisión y el Consejo administran y desperdician sus tiempos geológicos de respuesta -cada vez más dilatados-, sin que se manifiesten los signos de recuperación real de los salarios devaluados ni de la voluntad de reparar, siquiera en parte, los destrozos causados.
De modo que todos los analistas coinciden en exigir "dos o tres" medidas señeras, tendencialmente ejemplares de la voluntad de corregir la actual derrota del Titanic europeo hacia el iceberg fatal. Habría que acometer, al menos:
a) Un "incremento sustancial" de la Garantía Juvenil (¡No "600 millones" más, a repartir entre 28! ¡Al menos 20.000 millones!, decimos muchos socialistas).
b) Un incremento de la partida destinada a innovación, conocimiento, formación y redes transeuropeas de comunicación.
c) Un "mensaje potente" de desbloqueo (¡ya es hora!) de la todavía congelada Tasa de Transacciones Financieras (FTT, en inglés) como "recurso propio" del Presupuesto europeo, indiciario de un embrión en la apuesta europea por reforzar su presupuesto más allá de las (cada vez más reluctantes y rácanas) transferencias a la UE desde los EE.MM...
Complementariamente, debe abrirse la puerta a una embrionaria consignación presupuestaria ("investigación en Defensa") para una futurible Política de Defensa y Seguridad Común Europea (consignada, por primera vez, en apenas 50 millones de euros), probablemente requerida de mayores compromisos a la vista del inminente acceso del proteccionista y aislacionista Trump a la presidencia de los EE.UU.
Dicho esto, junto a estas medidas, para que la UE acierte a encarar con garantías esta "segunda mitad de legislatura", parece imprescindible apuntar además el restablecimiento de la identidad europea de su modelo social. Y ello quiere decir:
a) Recuperación de los salarios, de la dignidad del empleo (lucha contra la interinidad, precariedad y rotatividad de los empleos ahora debilitados, sin derechos sociales, generados tras la crisis en países sometidos a la nefasta regla de "macrocondicionalidad").
b) Recuperación de la lucha por los derechos sociales (seguro europeo de desempleo; marco para el salario mínimo europeo; portabilidad de los derechos de prestación) en la denominada agenda social europea.
c) Lucha contra el fraude y la elusión fiscal (más urgente aún si cabe ante la inminente presidencia de Trump a quien el Prof. J. Stiglitz calificó como Tax Evader in Chief de EE.UU en la Comisión de Investigación sobre Panamá la semana pasada en Bruselas).
Pero también, finalmente, urge contrarrestar, con la mayor energía, la regresión nacional practicada por el Consejo: el órgano que conglomera a los gobiernos nacionales de los EE.MM se manifiesta cada vez más desvinculado del Tratado de Lisboa (que hace del Parlamento Europeo colegislador en pie de igualdad con el Consejo), cada vez más obstruccionista y empecinado en bloquear una enorme variedad de procedimientos legislativos con actitudes cínicamente burocráticas o abiertamente refractarias contra la integración.
El debilitamiento del "método comunitario" y su sustitución por el intergubernamentalismo amenazan seriamente con conducir a la UE a un encefalograma plano sin esperanzas de recuperación de señales de vida inteligente. Si el Consejo no cambia drásticamente este comportamiento, Europa se abisma a la irrelevancia, sin rendimientos reconocibles al fin de la legislatura, y expuesta a un castigo sin precedentes en unas urnas europeas infectadas por la desafección, la eurofobia, el nacionalismo rampante y la disolución de la ambiciones que habían sido proclamadas en el Tratado de Lisboa en coincidencia con la inmersión de la UE en la peor crisis de su historia.