El Parlamento Europeo: más ágil, abierto y flexible que los parlamentos nacionales
En comparación con buen número de Cámaras nacionales, su ritmo es llamativamente más rápido e inmediato de lo que es habitual en los a menudo rígidos, reglamentistas y demasiado "estructurados" Parlamentos nacionales.
La semana pasada arranqué mi artículo semanal en El HuffPost con una valoración del papel democrático y político del Parlamento Europeo (PE). Tras el Tratado de Lisboa, el Parlamento actúa como legislador de la UE. Ello hace de la Eurocámara un lugar interesante. Un espacio político multinacional y supranacional, directamente electivo y legitimado, por tanto, por el sufragio directo, libre, igual y secreto de más de 500 millones de ciudadanos europeos.
Obviamente, el PE es un Parlamento extenso y numeroso: 750 miembros, lo que no es exagerado si se repara en que el Bundestag alemán integra 650 miembros para representar a 80 millones de alemanes, mientras la House of Commons, la Assemblée Nationale y la Camera di Deputati incorporan cada una 650 miembros para representar a unos 60 millones de ciudadanos. Es una envergadura, por otra parte, razonable, en la escala proporcionada a su representación (más de 500 millones) y a su complejidad en una arquitectura de gobierno multinivel, puesto que los electores no sólo son ciudadanos europeos, insisto, sin dejar de ser ciudadanos de sus Estados miembros, sino que son ciudadanos europeos precisamente por serlo de los Estados miembros. Lo que, de paso, nos recuerda que la condición de europeo depende de la de ciudadano de alguno de sus Estados miembros, toda vez que la UE no es una unión de pueblos ni de territorios sino de Estados (miembros) y ciudadanos europeos. Así como, por otra parte, que si un determinado territorio abandona el Estado miembro por el que sitúa en la UE, ello comporta que sus habitantes dejan por ello de ser ciudadanos europeos.
Por supuesto, hay en el PE elementos concomitantes con los Parlamentos nacionales (un espectro de colores políticos parejo al pluralismo nacional), pero también coexisten factores diferenciales: así, el PE es un Parlamento mucho menos rígido que los Parlamentos nacionales, menos predecible, menos grupocrático y, consiguientemente, más permeable a la iniciativa del parlamentario individual.
Para empezar, el PE es ¡finalmente! un Parlamento. Un Parlamento, como todos, expresión de pluralismo político, articulado en grupos que grosso modo remedan el pluralismo habitual en los Estados miembros.
En el Parlamento Europeo el Partido Popular Europeo (PPE) es el grupo político más numeroso (269 escaños), representando la familia popular del centro derecha conservador europeo. Los Socialistas (socialdemócratas. socialistas y demócratas italianos), conforman el segundo grupo en entidad numérica, representando a la familia del centro izquierda progresista (190 escaños).
El tercer grupo lo forman los liberales (85 escaños), bisagra próxima al PPE en cuestiones económicas y financieras, mientras se aproxima al grupo de Socialistas & Demócratas en materia de libertades civiles, laicidad, integración de la diversidad y derechos fundamentales. Los Verdes conforman un cuarto grupo (58 escaños). Los conservadores británicos, eminentemente euroescépticos, coaligados con los reformistas ultraconservadores polacos, forman el ECR (55 escaños). Viene después la GUE: izquierda unida/excomunistas europeos (34 escaños). Y, en fin, una miscelánea de populistas, eurófobos, nacionalistas extremos y gentes de extrema derecha, trufados de alguna otra rareza o personalidad singular, en el llamado Grupo EFD (34 escaños) y en el de los Non Inscrits o Non Attached (29 escaños), vagamente asemejable a un extenso y heteróclito grupo mixto en el PE.
Desde el punto de vista de su estructuración interna, el PE se ha dotado de reglas jurídicas (un Estatuto de "reglas de procedimiento" y "garantías, prerrogativas e inmunidades" de sus miembros análogo, también aquí, a los Reglamentos parlamentarios del Derecho comparado), así como de órganos rectores (para el Pleno y para las 20 Comisiones) similares a los del Derecho comparado de los Parlamentos nacionales o, en su caso, subestatales: Presidencia, Mesa, Conferencia de Presidentes (Junta de Portavoces) y Reunión de Bureau y presidentes de Delegación dentro de cada grupo. Por mi parte, la Presidencia de la Comisión de Libertades, Justicia e Interior (LIBE), de la Delegación Socialista española consume buena porción de mi agenda y de mi tiempo en el trabajo ordinario del PE.
Cuando se le compara con los Parlamentos nacionales (y muchos aquí provenimos de esa experiencia previa), lo más llamativo es que el PE sobresale como un Parlamento intenso y ágil. En comparación con buen número de Cámaras nacionales, su ritmo es llamativamente más rápido e inmediato de lo que es habitual en los a menudo rígidos, reglamentistas y demasiado estructurados Parlamentos nacionales. Así se manifiesta especialmente en las declaraciones de urgencia que, sin anuncio previo, pueden efectuarse los lunes por la tarde de cada Pleno en Estrasburgo.
Insisto: en el PE no hay ningún déficit de intensidad ni de actividad, ni de contenido político ni de interés de sus debates; al contrario, en comparación con los Parlamentos nacionales, el PE los aventaja en agilidad y es flexibilidad para incorporar asuntos de actualidad o urgencias de última hora.
No. El déficit que aquí se padece es sobre todo un déficit de visibilidad: El Parlamento Europeo no es visible (ni audible) en la medida en que no contamos con un genuino espacio público europeo; no hay tampoco una genuina opinión pública europea; como no hay medios de comunicación europeos: no hay aquí nada análogo al enjambre de periodistas, comentaristas, tertulianos, columnistas o fotógrafos que, en los Parlamentos nacionales (e incluso en los autonómicos), habitualmente transmiten -y lo hacen en tiempo real- todo lo que sucede (y hasta lo que no sucede) en todo tipo de formatos audiovisuales, impresos y digitales. Los ciudadanos europeos no siguen la actividad del PE -o lo hacen sólo superando dificultades inusuales en soportes digitales- en la medida en que esta escapa a los formatos habituales de la comunicación política y de la política en larga medida imperante en los espacios nacionales.
Este problema se agrava cuando se aplica, desde una buena parte de medios de comunicación nacionales (y como viene siendo habitual, desde hace ya unos cuantos años) un foco inverso de selección negativa de noticias europeas: Cada vez más, el PE sólo aparece en los medios de comunicación en término de malas noticias y en contextos negativos. En consecuencia a la aplicación de este tamiz negativo, no sólo la imagen de la política europea se ha deteriorado de manera progresiva en toda la UE, sino que éste ha dado pábulo a movimientos populistas cada vez más instalados en la explotación grosera o demagógicamente simplona de estampas o lugares comunes no sometidos ya un contraste de datos y hechos comprobables, sino tan siquiera, tampoco, a ningún debate razonado. Es el caso de la demagogia a propósito de los escaños vacíos: en ningún Parlamento es razonable ni esperable que los parlamentarios consuman todo su tiempo sentados en sus escaños deban participar o no en el punto del orden del día de que se trate. Lo razonable y esperable es, al contrario, que acudan masivamente a los escaños en las horas convocadas para las votaciones, y hagan muchos otros trabajos en otros lugares del edificio el resto de las horas del día.
Con todo, el PE contempla un buen número de técnicas para que los miembros individuales puedan participar ¡sin previo aviso! en un debate: pedir la palabra al presidente en el llamado catch the eye, o la tarjeta azul para interpelar sobre la marcha a algún otro interviniente. El PE contempla también gran variedad de recursos para escuchar a los ciudadanos, directamente, o a las ONG en la Comisión de Peticiones. Todos estos resortes hacen que las posibilidades del Parlamentario individual en el PE sean notablemente más abiertas y menos jerarquizadas que las que caracterizan a los Parlamentos nacionales.
En la próxima entrega fijaré la vista en los trabajos desarrollados en el Espacio de Libertad, Seguridad y Justicia de la UE, conformando una nueva política europea sujeta al procedimiento legislativo ordinario, y de la que se ocupa la Comisión legislativa que he tenido el honor de presidir los últimos cuatro años: la Comisión de Libertad, Justicia e Interior del PE (LIBE).